Una esperanza

Una esperanza

Tiempo

 

Sé que mañana será mi turno, el tiempo en el que las nuevas generaciones nos iremos haciendo cargo de conducir las organizaciones y el destino de nuestro país. Y quiero prepararme para hacer mi mejor aporte. Necesito modelos, un rumbo, dirección. Crecí escuchando a los adultos repetir hasta el cansancio frases como “este país no tiene cura”, “es una vergu?enza”, “no aprendemos más”, y tantas otras. Ya sea en el ámbito público o privado, individual o colectivo, la sensación es que acá las cosas se hacen mal por defecto.

 

De tanto escuchar ideas de este tipo, fui asimilándolas al punto de creer que el destino de un país como la Argentina puede estar escrito. Y el panorama, por cierto, no era para nada alentador. El pesimismo se me había contagiado. Siempre me consideré patriota, pero si el barco estaba destinado a hundirse, yo sólo podía pensar en ganarme un lugar en la balsa el día de mañana. La proyección de mi plan de vida se basaba pura y exclusivamente en consideraciones individuales; me sentiría realizado, pensaba, si lograba el éxito personal, si lograba “salvarme”. Un profesor de Política de mi Universidad dijo en la última clase, a modo de conclusión: “La gente se resigna porque perdió la credibilidad en las instituciones, pero como vimos durante el curso, éstas fueron correctamente diseñadas.

 

Errores

Los errores los cometen quienes están al frente de ellas. Las herramientas están, pero en manos de las personas equivocadas. El desafío de corregir este error está en sus manos; anímense a afrontar el compromiso”. Este breve discurso fue el primero de varios que me abrieron los ojos, que me transmitieron esperanza y, a la vez, el sentido de una gran responsabilidad. Hoy pienso que se puede cambiar el destino catastrófico que visualizaba hace un tiempo, pero dependerá, en gran medida, de que los de nuestra generación tomemos conciencia y asumamos el compromiso de actuar.

Una esperanza

Me di cuenta de que entre los jóvenes de hoy surgirán los líderes del mañana, los que tendrán la misión de, junto a otros, trabajar y luchar para revalorizar nuestra sociedad. Para aquellos que tenemos la suerte y el privilegio de estudiar, el deber es aún mayor. Por eso ahora soy optimista. Porque puedo asegurar que el número de jóvenes dispuestos a involucrarse aumenta día a día. Porque entendí que el barco no tiene por qué hundirse; sólo necesita ser reparado para poder seguir navegando, incluso mejor de lo que jamás lo hizo. Los colegios y universidades nos están formando para que, en el futuro, contemos con las herramientas necesarias para arreglar ese barco.

 

Lideres positivos, íntegros..

Lo que nos está haciendo falta es capacitarnos para poder comandarlo. Porque hacen falta líderes positivos, íntegros, que tengan claros sus valores. Y es aquí donde todos los jóvenes necesitamos ayuda: necesitamos una formación complementaria, ya que el liderazgo es un aspecto fundamental en el que la mayoría de las instituciones educativas no trabajan lo suficiente.

Una esperanza

Espero que estas palabras sirvan tanto para invitar a mis pares a afrontar el desafío como para sellar mi compromiso por escrito y, de esta manera, evitar que el tiempo se lleve con él estos “ideales de juventud”. Por último, quisiera expresar que para mí es un verdadero honor haber sido invitado a escribir el prólogo de este libro, al que considero fundamental, no sólo por el tema que trata, sino por las personas que lo escriben: líderes como a mi me gustan: íntegros, potentes, positivos; líderes que nos pueden ayudar a encontrar nuestro camino, inspirándonos a través de sus palabras y de su ejemplo.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

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