Libertad
UN MODELO DE TOMA DE DECISIONES PARA REALIZAR UNA EDUCACIÓN COLABORATIVA FAMILIA-ESCUELA
La libertad se ejercita en la toma de decisiones. La persona es «tomadora de decisiones», por su propia naturaleza libre, está continuamente decidiendo. A continuación veremos como en cualquier decisión se dan necesariamente tres consecuencias, que, a su vez, son tres motivos o fines de la acción. Tenerlos en cuenta a la hora de afrontar los problemas que la vida nos presenta, nos va a dar la posibilidad de ir asumiendo una capacidad profesional al mismo tiempo que una identidad humanista. Se trata de aprender a ser. De la dotación del sentido a cada una de nuestras acciones, tratando de dar siempre respuesta al «para qué» de las mismas. Cada vez que decidimos se van a dar tres resultados al mismo tiempo con independencia de nuestra voluntad, es decir, queramos o no queramos: a) resultado extrínseco: la propia interacción con el entorno; b) resultado interno: lo que aprendemos al decidir: las consecuencias de la acción en nuestro interior, y c) resultados externos: lo que aprenden las personas que reciben el impacto de nuestra actuación. Estos tres resultados pueden ser directamente queridos por el decisor, dando lugar a tres motivos o fines que a continuación se describen.
Motivos de la acción y tipos de motivaciones 3.1.1. Motivos extrínsecos Las propias interacciones, que hacen referencia al mundo de las realidades sensibles y cubren sus necesidades de tipo material. Aportan un nuevo recuerdo para la memoria (conocimiento por experiencia). A esta categoría se le llama eficacia del plan de acción. 3.1.2. Motivos intrínsecos Los estados internos de los agentes libres. Tenemos otro conocimiento por experiencia: un aprendizaje operativo que antes no se tenía, como por ejemplo el dominio de un idioma. Lo que la acción deja dentro de la persona. Supone un incremento en el saber, en el saber hacer, que se puede convertir en un valor para la persona que decide. A esta categoría se le llama eficiencia del plan de acción. 3.1.3. Motivos altruistas o trascendentes Son aquellos que impulsan a la persona a actuar buscando la utilidad para terceras personas. Lo que se busca es el servicio a los demás, independientemente o principalmente, con respecto del resultado externo de la acción o del grado de satisfacción que el mero hecho de realizarla suponga para el agente. El factor distintivo es que se pretende satisfacer necesidades de personas que reciben el impacto de nuestra actuación. Ejemplos de Motivos extrínsecos Ejemplos de Ejemplos de Motivos Motivos intrínsecos altruistas Ganar un sueldo Obtener un diploma Curarme de una enfermedad Descansar cuando estoy rendido Etcétera O también: Evitar algo que considero negativo para mí: un despido, una mala calificación en un examen, un castigo… Etcétera
Me entretengo viendo una película que me gusta Practico un juego con el ordenador Aprendo un nuevo idioma Asisto a una conferencia Etcétera Satisfacer necesidades de otros en cualquiera de los tres ámbitos: Que sacie su sed Que sea un mejor técnico Que aprenda a usar un programa informático Que sea mejor padre de familia Que eduque mejor a su hijo O también que abandone el consumo de droga… etcétera. Figura 2. Ejemplos de motivos de la acción ¿Qué empuja a una persona a la realización o puesta en práctica de una acción concreta? La motivación extrínseca es aquella que empuja a la persona a realizar una acción por las posibles recompensas o castigos asociados a la ejecución de la acción. Es el impulso a actuar buscando las gratificaciones o evitando las consecuencias negativas que se obtendrán al realizar la acción. Esto quiere decir que desde el punto de vista de la motivación extrínseca, lo verdaderamente querido no es la realización de la acción en sí misma, sino aquello que la persona espera alcanzar/evitar a cambio de la realización de la acción. Por ejemplo, una persona para subir de estatus en la organización a la cual pertenece se sujeta a una serie de requisitos, que no son queridos en sí mismos, sino por lo que pretende alcanzar con ellos. La motivación intrínseca es el impulso a actuar buscando la satisfacción que se obtendrá al realizar una acción o una tarea determinada. Lo verdaderamente querido por el sujeto, en la medida en que se mueve por motivación intrínseca, son las consecuencias que se seguirán del puro hecho natural de ejecutar la acción; busca lo que le sucede interiormente al realizar la acción. Todos los motivos intrínsecos se refieren a cambios que se producen en la persona que actúa: la persona conoce más o encuentra una satisfacción en el simple hecho de actuar, con independencia del resultado externo de la acción. La búsqueda de motivos altruistas nos lleva a satisfacer las necesidades de los demás con los que interactuamos; necesidades que hemos de aprender a identificar y conocer, pues no son las que a nosotros nos parezca, sino las necesidades reales que tengan en este momento.
Preguntar, escuchar y mirar
Por eso, este tipo de motivo se llama también trascendente: nos lleva a salir del yo al tu: preguntar, escuchar, mirar dentro de otras personas y conocer su estado interno para ver que necesitan y saber dárselo. Es algo mucho más profundo que la mera empatía (destreza psicológica que puede ser utilizada sólo en beneficio propio), pues va conformando una inteligencia que se abre al otro, una voluntad que no hace su capricho, sino que se esfuerza en hacer lo que el resto de personas necesitan en ese momento, y un afecto mutuo (en la medida en que es correspondido), por el que poco a poco se engendran lazos de amistad. Como principio de movimiento en el ser humano, los motivos altruistas constituyen uno de los principales rasgos que nos diferencian de los animales. A esta motivación —que llamamos motivación racional por motivos trascendentes, pues frena el impulso espontáneo para hacer lo que nos resulta más apetecible para pararse a pensar hasta encontrar y poner en práctica una alternativa que sea buena para sí mismo y para los demás. Es decir, adecuada tanto personal como socialmente—, nos referimos cuando hablamos de generosidad, espíritu de servicio, etc. El mismo lenguaje coloquial nos ofrece una muestra de lo que estamos exponiendo: cuando decimos que una persona es «muy humana» queremos decir que tiene en cuenta lo que les ocurre a otras personas, y está dispuesta a ayudarlas, lo que significa que están muy presentes los motivos altruistas. Por el contrario, decimos que es egoísta o poco humana cuando tan sólo busca en sus acciones la satisfacción propia, sin tener en cuenta el daño o las dificultades que pueda estar causando a los demás. Dado que el aprendizaje se realiza en el tiempo, y que las valoraciones que vamos haciendo de las cosas cambian con el aprendizaje adquirido, es importante no cerrarnos el camino para ir desarrollando la capacidad de valorar (sentir el valor) de las realidades personales, aquellas con las que podemos realizar unas interacciones muy profundas si están marcadas desde la confianza mutua.
Muy interesante es analizar en qué medida actuamos en cada caso: Si nuestros motivos son extrínsecos, posiblemente concluiremos dejaremos de hacer algo cuando hayamos obtenido la satisfacción extrínseca; si son fundamentalmente intrínsecos dejaremos de actuar en el momento en que estemos cansados, o nos empecemos a aburrir, o ya hayamos aprendido. En cambio, los motivos altruistas, independientemente de todo lo anterior, nos llevarán a dejar de actuar en el momento en que hayamos resuelto el problema o la necesidad de la otra persona. 3.2. Cómo mejorar la calidad motivacional La calidad motivacional la vamos mejorando en la solución que demos a los conflictos que nos vaya presentando la vida. Podemos diferenciar los siguientes: Conflicto intramotivacional: La elección entre alternativas dentro de una misma dimensión motivacional: por ejemplo, un conflicto entre irse a dar clases a una institución educativa donde le pagan más y le ofrecen ser coordinador de Secundaria, o quedarse donde está; el valor de la consistencia permanece inamovible. En la solución de estos conflictos no hay modificación de la calidad motivacional. Se trata simplemente de conocer y actuar; es decir, de competencia profesional. Igualmente se pueden dar conflictos intramotivacionales dentro de otras dimensiones de la motivación. Por ejemplo, en el plano de la motivación intrínseca, a igualdad de eficacia y consistencia entre dos opciones, se elegirá aquella que sea más eficiente. Y en el plano de la motivación trascendente, a igualdad de eficacia y eficiencia entre dos alternativas, lo lógico sería elegir aquella cuyo valor de consistencia sea mayor. Pero en ninguno de estos casos se mejora la calidad motivacional. Los conflictos intermotivacionales sí mejoran la calidad motivacional. Este tipo de conflictos aparece cuando una alternativa resulta más valiosa según uno de los valores, pero menos valiosa según otro valor.
El crecimiento en calidad motivacional depende de que estos conflictos motivacionales se vayan resolviendo, eligiendo la opción más consistente, aun a costa de sacrificar eficacia y/o eficiencia a corto plazo. La rectificación de la propia motivación es un modo de ir mejorando la calidad de la misma. Es tan simple como la realización de un acto interno, por el cual uno mismo cambia voluntariamente la intención de lo que va a hacer. Muchas veces no tiene manifestación externa. Se trata de un cambio de actitud, automotivándose, pensando en que ese trabajo va a prestar un buen servicio a otra persona. De este modo la calidad de su motivación va mejorando, pues aumenta el peso de los motivos altruistas. Y esto no es algo inútil: este cambio de intención seguro que agradaría mucho a la otra persona si llegara a conocerla. Ni tampoco hipócrita, porque libremente decide mejorar y nadie va a enterarse de sus motivos. El frecuente ejercicio de la rectificación de intención mejora la disposición para elegir los valores completos de la acción: el beneficio para ella de este modo de actuar, y para las personas que con ella se relacionen es inequívoco. Una profesora puede tener una combinación de diferentes motivos al dar una clase: — Motivos extrínsecos: cobrar un sueldo, cumplir un contrato, etc. — Motivos intrínsecos: ver si es capaz de enseñar los conceptos a un determinado alumnado, asumir el reto de explicar un tema más complicado, divertirse porque le gusta hablar en público. Y también puede tener motivos altruistas: intentar que cada estudiante aprendan los conceptos que trata de explicarle, dedicar más tiempo a quienes encuentran mayores dificultades para que finalmente consigan superar el examen. La calidad motivacional viene determinada por la combinación de los tres tipos de motivos que intervienen en la motivación para realizar una acción. Cuando actuamos por motivos extrínsecos, buscamos satisfacer nuestras necesidades (materiales); por eso la motivación extrínseca viene a ser lo mismo que el interés (me interesa lo que espero lograr con la acción como medio para mí).
Cuando actuamos por motivos intrínsecos, lo que buscamos es satisfacer nuestras necesidades cognoscitivas, psicológicas. Actuamos para incrementar nuestros conocimientos, o nuestras aficiones, aquello que nos gusta hacer, ya que lo que pretendemos con la acción en sí misma es aprender o disfrutar. Sin embargo, el servicio sólo se corresponde con la motivación altruista o trascendente. Realizamos la acción como medio para otras personas. El fin buscado es satisfacer necesidades de los demás, y no tanto nuestras necesidades. El resultado del logro de los motivos extrínsecos es un crecimiento en el tener. En el caso de los intrínsecos repercute en una mayor sensación de seguridad y poder manejar la realidad. Es el plano del saber y del hacer. Por su parte, el logro de motivos trascendentes repercute en la persona en un mayor desarrollo personal, en el ámbito de su ser. La persona que actúa por motivos trascendentes es más. Este modelo de decisión integra todos los planos del ser humano: materiales, cognoscitivos y afectivos.
TRES CONSECUENCIAS DE LA ACCIÓN TRES NECESIDADES HUMANAS A SATISFACER TRES NIVELES DE VALOR TRES TIPOS DE MOTIVOS (FINES)
Consecuencias de la acción, necesidades, niveles de valor y tipos de motivos 3.3. La integración del cómo y el para qué en la toma de decisiones ¿Cómo conseguir que este intercambio de información y trabajo colaborativo se convierta en verdadera relación comunicativa al más alto nivel, es decir, de común-unión con el otro? ¿Cómo trasladar todo ello al comportamiento de jóvenes y adolescentes en los nuevos contextos como los mundos virtuales o las redes sociales? Buscando siempre en nuestra decisión la alternativa que sea eficaz, eficiente y consistente. Es decir, que busque no solo el bien para mí, sino además, el bien para el otro. Aquí rige un principio: «Gano yo, ganas tu, ganamos todos». El éxito en el proceso de deliberación (enseñar a pensar) consistirá en encontrar una alternativa consistente. El saber prudencial (o sabiduría práctica) nos lleva a realizar una evaluación completa de los planes de acción: analizar todas las consecuencias, tanto las buscadas directamente por ese plan como las no buscadas. A efectos prácticos esto significa: • Generar planes de acción: más alternativas, más combinaciones de datos, más desarrollo de habilidades para buscarlos.
• Hacerse una idea de lo que ocurrirá en caso de aplicarlos; evaluar ese plan de acción concreto en los tres niveles de valor (anticipación de las consecuencias a todos los niveles: eficacia, eficiencia y consistencia).
• Elegir un plan concreto, el más correcto, teniendo en cuenta que ha de ser factible a nuestra capacidad de obrar, ya que el plan óptimo no existe: requeriría que la racionalidad y fuerza de voluntad fueran ya perfectas, que no pudieran crecer más. Los fines inmediatos de la acción vienen dados por la racionalidad; de ahí su importancia a la hora de hablar de educación moral propia del ser humano.
Las virtudes morales no se pueden adquirir sin ésta; se podrán desarrollar una habilidades o skills (virtudes operativas, destrezas), pero sólo la racionalidad puede convertirlas en virtudes morales, dotándolas de sentido; el para qué — la intencionalidad— lo pone la inteligencia. Por todo ello es tan relevante trasmitir también desde las familias y los centros educativos que, cuando nos damos cuenta de que estamos haciendo valoraciones de la realidad incompletas, deberíamos rectificar con prontitud, pues, de no hacerlo, cada vez será más fácil caer en las justificaciones de lo que hacemos hasta perder del todo la conciencia del daño causado a terceros. El camino hacia el aprendizaje negativo, el vicio —como el de la virtud— también se aprende paso a paso. Este modo de decidir produce una pérdida progresiva de la confianza mutua, pues a la larga se ve las intenciones que nos mueven a actuar, y, cuando no se trata respetuosamente al otro ya sea en persona o en los espacios virtuales, en el fondo el trato que se le está dando es como medio para o en función de nuestro propio interés: es un trato utilitarista, que hace imposible la cohesión permanente entre las personas libres. Compete a todos los agentes educadores concienciar sobre la importancia de luchar contra la cosificación de las personas a la que parece tender la sociedad actual. Concretamente, en el caso de la utilización de los medios digitales, es imprescindible promover en el alumnado la conciencia de la existencia de personas reales detrás de los diversos nicks o alias, perfiles de redes sociales o avatares. Determinadas herramientas de la Red pueden producir una falsa percepción de irrealidad, sobre todo entre los más jóvenes.
A falta de una motivación trascendente en sus conductas corremos el riesgo de que actúen banalizando e instrumentalizando la comunicación virtual, llegando incluso a cosificar a otras personas y/o a «autocosificarse» en la Red. En esta línea, en nuestro país se han diseñado y puesto en marcha campañas de sensibilización contra el ciberacoso basadas en el hecho constatado de que quienes lo realizan, sintiéndose aparados por el supuesto anonimato que creen les ofrece Internet, en muchas ocasiones reconocen que no lo harían en un contexto presencial. La prevención de numerosos problemas de conducta, tanto en el aula como en el ciberespacio, pasa por clarificar desde los hogares y las escuelas la importancia de la toma de decisiones que rige nuestra conducta así como los motivos y valores en los que dichas decisiones se asientan. Los seres humanos, cuando establecen interrelaciones de confianza mutua, llegan a sentir en su interior profundas satisfacciones afectivas; desarrollan un aprendizaje por experiencia —capacidad valorativa—, que llega a ser un móvil para la acción. Y, de igual modo que no se sienten en absoluto motivados a meter la mano en el fuego (anticipan el dolor que les puede causar y lo rechazan instintivamente), tampoco se sienten motivados a realizar ninguna acción que pueda dañar a otras personas. El análisis de los tres niveles de realidad implicados en la decisión nos lleva a señalar la diferencia que existe entre la construcción de significados (siempre subjetiva) y la dotación de sentido (poder salir de uno mismo y conocer al otro en sus necesidades concretas). Aquí radica la diferencia entre las ciencias como la psicológica, la sociológica, la biología, la neurología, etc., y la ética: ciencia práctica que nos lleva a comportarnos como personas.
Cada uno ha de aprender a manejarse a sí mismo, sus motivos, sus impulsos, sus tensiones, todo su complejo mundo interior, de cara al logro de su fin último subjetivo: ser feliz. Conocer la realidad personal no es un mero construir significados diversos, como nos dice el constructivismo, sino ir progresivamente penetrándola, descubriendo su sentido. Se pueden construir muchos significados de un mismo hecho. Estaríamos en el nivel de los conocimientos operativos que dan respuesta al cómo; pero el sentido de esa acción está en relación al fin, al para qué se hace aquello (el valor elegido). Este valor permanece a lo largo del tiempo. Dotar de sentido a la vida es algo más profundo que «consensuar» significados (López Quintas, 2009). El sentido no puede venir dado por la razón cognoscitiva, porque es algo más que tiene que ver con la personalidad. Hay un saber del corazón, hay un «conocimiento afectivo» esencial para el conocimiento de los valores, y para la vida misma —que hemos llamado capacidad valorativa—, tremendamente importante para explicar las acciones humanas. De ahí que no podamos limitarnos a educar en el uso de las TIC desde un punto de vista meramente tecnológico sino que precisamos dotarlas de sentido, superando el mero utilitarismo práctico. Todo el mundo busca ser feliz. Y esto hace referencia a un conjunto de bienes: materiales, cognoscitivos y afectivos. La sabiduría tiene mucho que ver con «saber realmente lo que se quiere», y la sabiduría práctica —la que gobierna la acción—, nos enseña a ir alcanzando todos al mismo tiempo. La apetencia o necesidad que nos lleva a actuar, sería el fin subjetivo de la acción, pero es un hecho que podemos objetivarlo mal. El Rey Midas objetivó mal su deseo de ser feliz. Pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro y acabó muriéndose de hambre, porque no podía comer. Maximizó el tener y perdió todos los demás valores. El problema del rey Midas es el problema de valorar la sabiduría cuando no la poseemos todavía. Las cosas mejores no las conocemos a priori.
¡Qué diferente es el conocimiento abstracto de la amistad a experimentar la amistad! De aquí la importancia de tener siempre presente que, el valor conocido hoy, ahora, aquel que me mueve a actuar, puede no ser el valor real, aquel que cubre todas las aspiraciones del corazón humano. La sabiduría nos enseña a unificar lo que queremos con aquello que nos hace felices, no sólo en el presente sino de cara a un futuro, porque hemos de contar con el sucederse del tiempo para conseguirlo. Si bien es cierto que jóvenes y adolescentes en el contexto que nos ocupa suelen ver reducida la realidad al presente. Este es, sin lugar a dudas, otro hecho que debemos trabajar. Hacer ver que las acciones se enmarcan temporalmente y tienen consecuencias tanto en el presente como en el futuro. Se trata de asumir que a través de mi perfil de hoy en una red social, y mi interacción con el resto de usuarios de la misma, se va construyendo lo que en un futuro será mi pasado en la Red. En ocasiones, como ya hemos visto al mencionar los riesgos del uso de las TIC por los menores, no tienen debidamente en cuenta ni el pasado ni el futuro de sus acciones. La sociología ha aportado el concepto de capital social [6] en la investigación sobre la familia, como aquella estructura social que abarca diferentes elementos como son el patrimonio, el recurso cultural que sostiene relaciones de confianza, de cooperación y de reciprocidad entre las personas. Como se puede comprender fácilmente, una sociedad, para no convertirse en inhumana y autodestruirse, necesita alcanzar valores de confianza mutua, lealtad, solidaridad, especialmente en el ámbito de relaciones primarias propias de la familia. Esta constituye el capital social primario, que sirve de base para el secundario, constituido por las redes y las relaciones asociativas en la esfera cívica.
El capital social es, por tanto, un bien relacional producido y, a la vez, experimentado, sin el cual la sociedad se muere. Y ahora cabe preguntarse: ¿cómo se genera la confianza entre las personas? Esta confianza personal es algo más que lo meramente funcional, como es la confianza que podamos tener en el buen funcionamiento del ordenador; se confía en las intenciones del otro; nos fiamos de lo que nos dice porque hemos comprobado que le importamos como personas, que lo que nos propone es bueno para nosotros; y esto es así a lo largo del tiempo y de las diversas circunstancias que la vida nos depara. Es una opción de vida. 3.4. ¿Cuál es mi marca personal? Cada vez que decidimos vamos configurando un modo de ser, según sea el motivo que predomine en nuestro actuar; y esto es así, queramos o no, ya que los actos dejan un poso en nuestro interior, y los otros «aprenden» de nuestro comportamiento; las intenciones que nos mueven a obrar se ponen de manifiesto antes o después, a medio o largo plazo. — La persona se hace materialista si su fin es el TENER. El dinero es un valor y necesario para vivir; pero son dos cosas diferentes querer ganar dinero y ganar dinero a toda costa y sin escrúpulos. — El ser humano se hace manipulador y egoísta si su fin es el TENER y EL SABER, pues ello le impide generar relaciones de confianza entre sus iguales. Sus interacciones se basan en el interés mutuo que en este momento les une; cuando cubren esas expectativas no hay nada más que genere cohesión entre ellas. — La persona se hace humanista si, además de los otros valores, busca SER MÁS. La diferencia entre el tener, el saber hacer y el ser es muy importante; aparte de la satisfacción intrínseca que lleva consigo hacer las cosas bien, el ser (ser-vir) añade un plus gratuito: el ser humano es un ser donal, efusivo; que ama. El límite de su actuar no viene marcado por el contrato de la empresa en la que trabaja. El amor implica confiar en las intenciones otro; y esto ocurre cuando ha demostrado con sus obras mantenidas en el tiempo que el otro le importa como persona, que no le trata como alguien a utilizar en beneficio propio. Sin esta confianza toda sociedad se hace inviable. Es el mejor clima para conseguir un ambiente de trabajo estimulante y creativo; crea sinergia y cooperación. La confianza supone:
• Seguridad en su palabra y acción porque se apoya en principio y estos no cambian; su validez no depende de la conducta de otros, ni del ambiente, ni de la moda del momento.
• Tranquilidad respecto del comportamiento de la otra persona, porque es eficiente y honrada.
• Ante los errores (que todos tenemos) se esfuerza en rectificarlos, y lo mismo hace con las personas que depende de ella.
• Siempre se sabe a qué atenerse con ella. • Cumple lo que promete, y no promete aquello que no está segura de poder cumplir.
• Sabe delegar, es fiable, etc. 3.5. Brújula de navegación en los espacios digitales en continuo cambio La consideración de los tres niveles de valor interrelacionados e interdependientes, nos lleva fácilmente a considerar que no podemos obviar ningún valor a la hora de decidir correctamente, pues están presentes queramos o no queramos.
Los tres criterios utilizados en el modelo de toma de decisiones son: 1. Me gusta y quiero hacerlo (logro de satisfacciones): eficacia del plan de acción. 2. Sé y puedo hacerlo (logro de aprendizaje operativo): eficiencia del plan de acción. 3. Tengo en cuenta al otro, lo valoro, me importa lo que aprenda y quiero hacerle algún bien (logro de sentido) Hace falta ejercitar la racionalidad de manera completa desde los contextos familiares y escolares, anticipando las consecuencias en los tres niveles de valor, y eligiendo un plan de acción siempre consistente; que tenga presente al otro como otro yo, un ser libre, al que apelo desde la libertad, no desde la coacción o la manipulación, y le trato del mismo modo como me gustaría que lo hicieran conmigo. Cuando se enseña a pensar de esta manera se está presentando una ayuda insustituible al desarrollo de la fuerza de voluntad: Por un lado, ha de pararse a pensar la alternativa más conveniente aquí y ahora, frenando el impulso espontaneo para obrar lo más apetecible; por otro ha de elegir una alternativa asequible a su capacidad de obrar. Poco a poco van configurando un modo de pensar, de obrar y de sentir acorde con su dignidad en la que nada de lo humano le es ajeno. Entonces, el aprendizaje colaborativo que se puede realizar usando tecnología web 2.0, 3.0, etc., y el aprovechamiento de la inteligencia colectiva a la hora de generar alternativas en la solución de los problemas, nos puede presentar un marco de mayor sinergia en la interdependencia de las relaciones humanas.
CONCLUSIONES
Los avances tecnológicos y, sobre todo, el consiguiente cambio de actitud que dichos cambios implican, ofrecen una multitud de oportunidades formativas. Sin embargo se podrían convertir en obstáculos si la educación únicamente focalizara el aprendizaje constructivo del conocimiento (el qué y el cómo), y dejara al margen la dotación de sentido que la vida misma exige (el para qué). Sean cuales sean los desafíos a los que nos enfrente este cambio acelerado, y las competencias que serán requeridas por el mercado laboral de los trabajadores de la sociedad 3.0, como personas siempre vamos a ejercitar nuestra libertad tomando decisiones. Y en esa acción vamos configurando un tipo de identidad u otra según sea el motivo predominante de nuestra actuación. Conocer cómo se relacionan estos niveles de valor en la decisión aporta un modelo de toma de decisiones que puede servir para establecer un trabajo colaborativo entre familia y centro escolar, pues queramos o no cuando aprendemos a construir conocimientos a través de cualquier herramienta web 2.0 ya estamos, al mismo tiempo, configurando una identidad. Ayudar a la racionalidad del estudiante a anticipar las consecuencias de su decisión tanto en el contexto en el que se mueve como en su modo de ir pensando, valorando y sintiendo la realidad, sería la condición suficiente para el aprendizaje colaborativo en el sentido indicado. La condición necesaria: la ejemplaridad de padres, madres y profesorado en su forma de actuar.
Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.