Trabajo en grupos

Trabajo en grupos

Equipo

Talent wins games, but teamwork and intelligence wins championships.

El talento gana partidos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia ganan campeonatos.

La escuela primaria siempre se propuso dotar a los niños con las habilidades que necesitarían para su inclusión en el mundo productivo. Desde la revolución industrial hasta apenas hace treinta o cuarenta años las clases estaban dispuestas en filas, minimizando la posibilidad de interacción de los alumnos entre sí. El maestro, de cara a los alumnos y en posición más elevada, de modo que pudiera ver y controlar a todos, hablaba, interrogaba, dictaba, sacaba a la pizarra o supervisaba el estudio. Todo esto manteniendo el silencio e impidiendo hasta el límite de lo posible la interacción entre los alumnos. La formación escolar primaria exigía sobre todo lectura y escritura, cálculo y religión. En el proceso de aprendizaje abundaban las tareas sencillas y repetitivas. Se trataba de crear obreros industriales y acostumbrarles a la presencia y control de un supervisor que podía premiar y también castigar. Con las tareas en silencio y repetitivas se formaba a los futuros obreros para los trabajos industriales. Para todo ello se precisaba que supieran interpretar las órdenes que recibían, tanto orales como numéricas.

No se trataba de fomentar la cooperación. Por eso se premiaba el esfuerzo individual, pero no se animaba el colectivo. Quien estas líneas escribe (L) en su niñez vivió en el colegio como una experiencia diaria el esfuerzo y la emulación. En mi colegio la clase estaba dividida en dos bandos: romanos y cartagineses. Cada alumno tenía un émulo en el bando contrario al que debía procurar vencer.

Una vez por semana se producía la lucha de todos contra todos.

Todos los alumnos se ponían en círculo alrededor de la clase y el profesor hacía una pregunta al primero de la fila. Si este daba la respuesta correcta, conservaba su puesto; si no contestaba correctamente, la pregunta pasaba al segundo. Si este acertaba, ocupaba el primer lugar de la fila; si no contestaba correctamente la pregunta, pasaba al tercero, hasta que alguien la contestaba correctamente y ocupaba el primer lugar de la fila. A continuación se procedía con una nueva pregunta al alumno en el que se había detenido el proceso, y así sucesivamente. Al final del proceso, quienes más preguntas habían contestado estaban en cabeza y los que menos en la cola. En su virtud, las calificaciones se ponían proporcionalmente al lugar final que se ocupaba.

Adicionalmente, una vez al mes se producía la lucha individual de émulos. Cada pareja salía a la tarima, que recibía para la ocasión el rimbombante nombre de la palestra, y allí cada uno planteaba a su oponente la pregunta más enrevesada que podía de lo que se había visto en clase durante todo el mes. La intención, lógicamente, era que el otro fallara. Se podían hacer cinco preguntas cada uno y el que tenía más aciertos era declarado ganador en la lucha de émulos y, aparte del honor, como premio, un día de clase todos los ganadores salían de excursión mientras los perdedores se quedaban estudiando en el colegio. Si los ganadores del bando romano tenían más ganadores se llevaban el estandarte que luciría todo el mes al lado de un cuadro en el que ponía precisamente Campo Romano, y si eran más los ganadores individuales del Campo Cartaginés, eran estos los que se llevaban el estandarte.

La escuela actual ha cambiado de propósito y de procedimientos: el profesor ya no se llama don Joaquín o doña Encarna, a la última se le llama seño, y ambos con frecuencia son tuteados. Los alumnos son llamados por su nombre propio, y no señor Fernández como se llamaba a alumnos que tenían diez años o pocos más. La tarima ha desaparecido, siguen los bancos alineados, pero con frecuencia vemos mesas circulares o se juntan los bancos para trabajos de equipo. Y es que ahora no necesitamos obreros machacones que trabajan en solitario, sino trabajadores cooperativos y creativos que pongan en común sus ideas, experiencias y soluciones.

Lógicamente, si esto ha sucedido en la escuela infantil, los trabajos en grupo o de equipos es una técnica obligada en la formación continua de empresa.

Por una parte los trabajos de grupo suponen un cambio de actividad a la escucha pasiva, y por otro permiten introducir ejercicios que demuestran y afianzan lo que el curso pretende conseguir. Además, los adultos en formación quieren aportar su experiencia, su creatividad, y que su voz sea no solo oída, sino escuchada, lo que sucede en la puesta en común al final de cada ejercicio. Por otra parte, cuando se trata de resolver problemas el grupo supera en creatividad y acierto al pensamiento individual, además de que, al ser una solución aceptada cooperativamente, los participantes se implican en su aplicación.

Como dijo Lyndon B. Johnson, que fue presidente de Estados Unidos: There are no problems we cannot solve together, and very few that we can solve by ourselves.

Unas cuantas observaciones adicionales:

  1. Los grupos pueden formarse espontáneamente, o ser designados por el formador. La primera solución es mala: se suelen reunir los afines, con lo que perdemos el enriquecimiento que dan las diferencias. Ahora, si es el formador quien designa a las personas que van a integrar los distintos grupos, estos, como adultos que son, se sienten tratados como niños. Como suponemos que los formandos se han sentado buscando como vecinos a los conocidos y afines, se trata de romper esa afinidad; para ello, si tiene usted a veinte formandos, puede hacer cuatro grupos de cinco, o dos de siete y uno de seis. En ese caso usted va designando a los formandos con las primeras letras del abecedario: A, B y C.

 

Cuando acabe de hacerlo, puede decir: los A se sientan aquí; los B, en este sitio, y los C, allá. Y ya ha roto usted las afinidades empobrecedoras.

  1. Tamaño ideal de los grupos: 6 personas ±1.
  2. Los grupos han de ser monitorizados para conseguir que realicen su tarea, y no se dispersen. Si es necesario hay que echarles una manita, pero sin solucionarles el problema. Es necesario que los grupos nombren un portavoz, que presentará las conclusiones del grupo en la puesta en común.
  3. Normalmente el portavoz elegido va ser también el líder que conduzca la discusión del grupo.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

Compartir en facebook
Facebook
Compartir en twitter
Twitter
Compartir en linkedin
LinkedIn

Compártelo en redes

Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestra web. Si sigues utilizando este sitio asumimos que estás de acuerdo. VER