¿TIENE ALGO QUE VER EL NIVEL DE MADUREZ?

¿TIENE ALGO QUE VER EL NIVEL DE MADUREZ?

INFLUENCIA 

 

Una de las razones por las cuales los adolescentes son más vulnerables a la influencia de otros con los que se relacionan tiene que ver con el nivel de madurez y desarrollo de ciertas áreas cerebrales que intervienen en la motivación y el control de la conducta. Sabemos que el desarrollo cerebral no es uniforme ni constante en todas sus áreas y circuitos, los déficits madurativos de esas áreas se ponen de manifiesto en las dificultades de los adolescentes para controlar su impulsividad, renunciar a gratificaciones inmediatas y dirigir la conducta hacia objetivos elegidos previamente. Esta dificultad es considerada por algunos autores como una consecuencia del desequilibrio entre dos circuitos cerebrales en proceso de consolidación. Uno es el circuito mesolímbico motivacional (cuerpo estriado, estructuras límbicas, cortex orbitofrontal) que se ve influenciado y acelerado por los cambios hormonales de la pubertad y, por tanto, madura antes.

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En cambio, el otro circuito, el circuito prefrontal regulatorio (área cerebral frontal con conexiones a estructuras límbicas), cuyo desarrollo y madurez no depende de cambios hormonales sino de la cronología y aprendizaje del sujeto, tiene un desarrollo más lento y no alcanza su madurez hasta el inicio de la adultez (Steinberg, 2008). Este panorama nos dibuja al adolescente como un individuo con un cierto desequilibrio madurativo, que implica la prevalencia de un circuito impulsor de conductas bien desarrollado en detrimento de otro cuya función es regularlas y está menos desarrollado. Concretamente, el circuito motivacional es muy sensible a las recompensas, las satisfacciones y el placer, pero necesita ser orientado y controlado, cosa que lleva a cabo el circuito regulatorio, pero como todavía no funciona al cien por cien de sus capacidades van a aparecer dificultades de autorregulación en ciertas conductas, ya que su función básica tiene que ver con el control de los impulsos, la toma de decisiones, la planificación, la anticipación de consecuencias, el control atencional y la secuenciación conductual.

 

Dificultad 

El retardo operativo de este circuito se plasma en dificultades de tipo inhibitorio y de freno sobre la conducta impulsiva y también de riesgo; es decir, toda aquella conducta que necesita decisión, planificación, anticipación de efectos y secuenciación de pasos. Hay aspectos en la etapa de la adolescencia en los que se intuyen estas dificultades. Si hacemos una gráfica del desarrollo neuronal del cerebro por edades y lo comparamos con los datos del consumo de drogas de los adolescentes, se observan coincidencias inversas en los picos entre los 15-18 años, las pendientes suaves de maduración se cruzan con los picos máximos del consumo. La implicación en conductas de riesgo se incrementa en esas edades, pero a partir de los 18 años se observa una disminución que coincide con el incremento en capacidades de control (Paus y col., 2008).

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También se ha observado que la vulnerabilidad de los jóvenes respecto a la conducta antisocial es mayor durante la adolescencia temprana (12-15 años), cuando la distancia madurativa entre ambos circuitos es más grande y la posibilidad de controlarla es menor (Steinberg, 2007). Se cree que los procesos madurativos de la adolescencia tienen bastante que ver con las conductas de riesgo que llevan a cabo; los adolescentes expuestos a mayor riesgo serían los que han tenido un desarrollo puberal más rápido, por tanto, contarían con un circuito motivacional muy operativo frente al prefrontal regulatorio inmaduro o sin consolidar. Dado que las situaciones de riesgo a las que se ven expuestos los adolescentes tienden acontecer en presencia de otros iguales, la mera presencia de otros incrementa el valor reforzante de la conducta en cuestión, pues se le añade el refuerzo social (osadía, atrevimiento, reconocimiento de destrezas y prestigio).

 

Mecanismos 

Por tanto, las conductas de riesgo se incrementan por la ineficacia de los mecanismos de control individual y por la mera presencia de otros iguales. Esta desventaja va a acompañar a los más jóvenes solamente durante unos años. Además, el circuito regulatorio irá madurando y con ello las capacidades de autocontrol. A los 18 años los mecanismos de control son ya muy evidentes y a partir de los 19 años esas habilidades están plenamente consolidadas (Oliva, 2007; Verdejo-García y col., 2012).

 

La madurez es un estado de desarrollo físico, emocional, cognitivo y social que se alcanza a medida que una persona crece y adquiere experiencia. A lo largo de la vida, la madurez puede influir en muchas áreas, y esta influencia puede variar según el contexto y las circunstancias individuales. Aquí hay algunas maneras en las que la madurez puede influir en diferentes aspectos de la vida:

  1. Relaciones Interpersonales: La madurez emocional puede contribuir a relaciones más estables y saludables. Las personas maduras suelen ser capaces de comunicarse de manera efectiva, resolver conflictos de manera constructiva y mantener relaciones significativas a largo plazo.
  2. Toma de Decisiones: La madurez también puede influir en la toma de decisiones. Las personas maduras tienden a tomar decisiones más reflexivas y basadas en la consideración de las consecuencias a largo plazo.
  3. Resiliencia: La madurez emocional puede aumentar la resiliencia, la capacidad de afrontar el estrés y superar desafíos. Las personas maduras pueden manejar situaciones difíciles con mayor calma y adaptabilidad.
  4. Crecimiento Profesional: La madurez en el entorno laboral puede llevar a un mayor compromiso, responsabilidad y capacidad de liderazgo. Las personas maduras a menudo tienen un enfoque más profesional y están dispuestas a asumir la responsabilidad de sus acciones.
  5. Desarrollo Cognitivo: A medida que una persona madura, su pensamiento puede volverse más complejo y sofisticado. Esto puede influir en su capacidad para resolver problemas, tomar decisiones y comprender conceptos abstractos.
  6. Salud Física y Bienestar: La madurez también puede tener un impacto en la salud física. Las personas maduras suelen cuidar más de su bienestar, adoptando hábitos de vida más saludables y evitando comportamientos de riesgo.
  7. Desarrollo Moral: La madurez puede estar relacionada con el desarrollo de un sentido más sólido de la ética y los valores morales. Las personas maduras pueden ser más propensas a actuar de manera ética y considerada.
  8. Relaciones Familiares: En las relaciones familiares, la madurez puede influir en la capacidad de ser un padre o un cuidador responsable y afectuoso. Puede ayudar a establecer límites adecuados y manejar las responsabilidades familiares de manera efectiva.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

 

 

1. ¿Cómo influye la madurez en nuestras decisiones?

🔹 En la infancia y adolescencia

  • El cerebro aún está en desarrollo, especialmente la corteza prefrontal, encargada del razonamiento y el control de impulsos.

  • Se da más peso a la aceptación social y a la influencia del grupo que a los riesgos individuales.

  • Se toman decisiones más impulsivas sin analizar consecuencias a largo plazo.

🔹 En la adultez

  • Se adquiere mayor capacidad de análisis y reflexión.

  • Se prioriza la autonomía personal sobre la aprobación de los demás.

  • Se desarrolla mayor control emocional, lo que permite resistir mejor la presión social.

🔹 En la madurez emocional y cognitiva

  • Una persona madura puede evaluar de manera objetiva las influencias externas.

  • Se toman decisiones basadas en valores propios y no solo en la opinión de la mayoría.

  • Se cuestionan modas o tendencias antes de seguirlas ciegamente.


2. Relación entre madurez e influencia social

📌 Personas con menos madurez

  • Más vulnerables a la presión de grupo.

  • Se dejan llevar por modas o comportamientos sin analizar consecuencias.

  • Buscan validación externa y pueden adoptar conductas de riesgo.

📌 Personas con mayor madurez

  • Son más críticas frente a la influencia externa.

  • Evalúan las situaciones con una visión más amplia.

  • Pueden decir «no» a comportamientos con los que no están de acuerdo.


3. ¿Cómo fortalecer la madurez para resistir la influencia negativa?

Fomentar el pensamiento crítico: Cuestionar las razones detrás de una tendencia o moda antes de seguirla.
Desarrollar la autoestima y la confianza: Cuando alguien se siente seguro de sí mismo, necesita menos validación externa.
Aprender a tomar decisiones autónomas: No depender solo de la opinión del grupo, sino analizar qué es mejor para uno mismo.
Tener referentes positivos: Rodearse de personas que fomenten hábitos saludables y decisiones responsables.

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