Si me dejas, moveré MI mundo
Astronomía
Compartíamos la pasión por la astronomía y a menudo nos escapábamos las tardes de los sábados hasta Monegrillo. Un lugar privilegiado para observar las estrellas por la escasez de nubes y precipitaciones. Al subir al alto de Bujal, montábamos nuestro pequeño telescopio y esperábamos al ocaso merendando. Esa tarde nos cruzamos con un pastor que volvía para guardar su rebaño. La curiosidad, la sombra y la merienda nos llevó a entablar conversación. Le animamos a esperar la noche y a compartir el espectáculo estelar. A cambio, él nos animó a disfrutar de las fiestas del pueblo de al lado. Con resignación rechazamos su invitación, comentando con nuestro casual amigo que las estrellas que íbamos a ver, ya no estarían a la vista una semana después. Se quedó tan sorprendido con nuestra revelación, que, rompiendo el silencio de la noche, exclamó:
—¡Pero si en el cielo siempre están las mismas estrellas!
—Cierto,
—contestamos
— pero como la Tierra va girando sobre sí misma y trasladándose alrededor del Sol, pues no siempre quedan a la vista las mismas estrellas.
Iluminación
Su asombro ascendió disparado y, en un segundo, explotó iluminando el cielo con una lógica aplastante: —Pues vaya eje recio debe tener la tierra.
—La idea de un eje que soportara el peso de la Tierra es antigua
—explicó mi amigo.
—Los griegos le atribuían la pesada carga de soportar el firmamento a Atlas, que se hacía cargo de que el cielo no se desplomara sobre nuestras cabezas.
Más tarde movido por la curiosidad descubrí que fue Henry Cavendish quien calculó el peso que nuestro supuesto eje y la palanca de Arquímedes tendrían que soportar en el alarde de mover el mundo. Ni más ni menos que unos 6.000.000.000.000.000.000.000.000 kilos,
—¡unos 6.000 trillones de toneladas!
—. Semejantes dimensiones pueden funcionar de manera precisa en el terreno de la física, pero se vuelven poco manejables cuando sobre nuestra palanca lo que se posa son las penurias humanas.
El peso de nuestros problemas es tan escurridizo como subjetivo. Algo parecido sucede con el movimiento. Cuando estamos atrapados en un problema percibimos con dificultad los avances hacia su resolución y nos cuesta ver el papel de nuestro atlas personal, que pone sus hombros como punto de apoyo. Y es que, cuando el cielo se desploma sobre nuestra cabeza, todo se pone patas arriba. Buena parte de las cosas que le daban sentido, que nos guiaban, ya sea física o anímicamente ya no están en su sitio. Nos sentimos asustados, desorientados. El mundo puede tornarse en un lugar hostil, repleto de conocidos en los que ya no sabemos si confiar. Nuestros juicios son dudosos y nuestra confianza más elemental puede verse arrasada. El tiempo se detiene y nuestra vida queda atrapada bajo el peso de un instante infinito e inmóvil. Recuperar el movimiento requerirá, voluntad, mucho tiempo y paciencia.
Amor
Volver a explorar los caminos que conducen hacia el amor, hacia la confianza es un ejercicio que podemos hacer acompañados, pero de poco servirá que alguien lo haga por nosotros. No es que dudase de mis propios planteamientos, pero se me escapaba algún detalle. Creía firmemente en la posibilidad de encontrar ese punto de apoyo en el que hacer palanca para mover el mundo. Pero también sabía que, frente a la persona que sufre, mi instinto protector hacía que volcase toda mi energía en mover ese mundo que le estaba aplastando. Y no digo que eso sea un error.
Pero pasaba por alto que, con total probabilidad, era la otra persona la más indicada para mover su mundo. Flaco favor el mío. Porque mover yo su mundo podría ayudarle a salir adelante, pero probablemente pagando el precio de la insatisfacción y de la dependencia. Estoy convencida de que lo que no nos cuesta esfuerzo no nos satisface de la misma forma que aquello que nos hace poner en juego todo lo que somos y todo lo que tenemos para conseguirlo. Incomparable satisfacción la de sentirse capaz de hacer algo solo. Por lo que me dicen en casa, ésa debió ser una de mis primeras frases: «yo sola, mamá no».
La astronomía es la ciencia que se encarga de estudiar los objetos celestes, como estrellas, planetas, asteroides, cometas, galaxias y otros fenómenos y estructuras en el universo. Los astrónomos observan, analizan y tratan de comprender los movimientos, composición, origen y evolución de estos objetos celestes.
Algunos de los campos de estudio y áreas de interés en la astronomía incluyen:
- Astronomía observacional: Esta rama se enfoca en la observación directa de objetos celestes y eventos cósmicos. Utiliza telescopios y otros instrumentos para recopilar datos sobre la ubicación, el brillo, el movimiento y otras propiedades de los objetos.
- Astronomía teórica: Los astrónomos teóricos utilizan modelos matemáticos y computacionales para comprender los procesos físicos que gobiernan el universo. Esto incluye la formación y evolución de estrellas, planetas y galaxias, así como la expansión del universo.
- Astrofísica: La astrofísica es una rama de la astronomía que se centra en la aplicación de los principios de la física a los objetos celestes. Se investigan fenómenos como la fusión nuclear en el interior de las estrellas, la formación de agujeros negros y la emisión de radiación electromagnética por parte de los cuerpos celestes.
- Cosmología: La cosmología es la rama de la astronomía que se ocupa del estudio de la estructura, el origen y la evolución del universo en su conjunto. Los cosmólogos buscan comprender la expansión del universo, la distribución de la materia y la energía oscura, entre otros aspectos.
- Astronomía planetaria: Esta área se dedica al estudio de los planetas y otros cuerpos del sistema solar, como lunas, asteroides y cometas. Los científicos planetarios investigan la geología, la atmósfera y la historia evolutiva de estos cuerpos.
- Astrobiología: La astrobiología busca entender si existe vida fuera de la Tierra, ya sea en otros planetas, lunas u otros lugares del universo. Explora las condiciones que podrían permitir la existencia de vida y busca signos de vida en el espacio.
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