Se teje el azar «se teje el azar»
Puedo o no
No es algo buscado, es algo que surge, como una chispa. Puede o no suceder, por eso, en parte, puede considerarse fruto del azar. Tampoco tiene por qué ser una persona significativa. Porque lo que resulta significativo es el momento, el encuentro. Ese instante que te da la oportunidad de reinventarte a ti mismo como un ser completo, capaz, digno. De construir a pesar de todo, más allá de tus expectativas. Es más, puede que ni tan siquiera la propia persona tenga conciencia del alcance y significado de dicho encuentro hasta tiempo después. Como dice otra canción, esta vez de La oreja de Van Gogh, «la casualidad se puso el disfraz de una mariposa que al vuelo se entregó, soltando su efecto nos acarició». Así pues, una caricia afectiva fruto de la casualidad. «sin querer se hace una ofrenda»
El tutor o tutora no hace nada, no es un acto consciente. Ni siquiera tiene porqué saber que está suponiendo un encuentro tan significativo para la persona. No es cómo me trata el otro, es la resignificación que le doy a ese trato. Porque, en todo caso, el protagonismo es de la persona que está viviendo un trauma. Parafraseando a Martínez y Vázquez: «un tutor de resiliencia (invisible) no busca, no espera nada en particular sobre su relación con ese niño. Se produce entonces una empatía, un lazo de confianza, un estímulo que permite que ese niño se desarrolle en otra dimensión» (Martínez y Vázquez, 2006). Lo que propone la resiliencia es que siempre hay una reorganización posible de un sistema. «que pacta con el dolor» Atraviesa el dolor. Ese encuentro le da la oportunidad de verse a sí mismo como un ser completo, capaz, digno, de ver entre su dolor un atisbo de esperanza, una luz momentánea, que ilumina e indica que hay más camino. «En un mundo de sombras y ante la indiferencia de los adultos, algunos se detuvieron a mirar con detenimiento a este niño que conocía las miserias de los adultos» (Guénard, 2006).
Reconstrucción
Después de la agonía, algo vive dentro de mí, y alguien viene a soplar sobre esas brasas. Cuando el personaje agredido inicia un proceso, está iniciando una reconstrucción, que no podemos considerar como resiliencia, pero sí como una puesta en marcha hacia un neodesarrollo que pueda llevarlo a la resiliencia, hacia esa nueva dimensión que mencionaban Martínez y Vázquez. «o pasa un ángel» No tiene por qué ser una persona conocida, ni tan siquiera tiene que tratarse de una persona. Un tutor de resiliencia puede encarnarse en una actividad, un interés o una afición. Al fin y al cabo, somos seres ocupacionales, y una actividad puede convertirse en un camino, que nos pone en valor, estimula nuestra confianza y nos da seguridad. Nos devuelve el sentido y nos permite recuperar la confianza en el mundo (Levi, 2006) y en nosotros mismos, además de otorgarle un nuevo sentido a nuestra existencia. Hay un ángel de la guarda que marcó definitivamente el destino de Guénard… «Pudo ver dentro de mí. Siempre le voy a estar agradecido…
Fue la primera vez que alguien reconoció algo bueno en mí». «se hace leyenda» Este encuentro significativo se hace leyenda en su vida, lo rememora años después como alguien o algo fundamental para su proceso de resiliencia, para su neodesarrollo. El efecto del encuentro es una colisión cósmica, pero no te destruye. Por eso ya no eres la misma persona después de su encuentro. «y se convierte en amor» El sufrimiento cobra un sentido, un para qué, y se produce un neodesarrollo. De pronto vuelve a creer en el ser humano. Recupera la confianza básica, la que nos permite amar y ser amados. El encuentro (no tiene por qué ser una relación) o su representación simbólica tiene un poder transformador. Es el significado que le das a lo que vives en ese momento. La tutora o tutor (implícito) aparece inmerso y electo de manera no consciente, frente a una adversidad, favoreciendo la resolución de un proceso de resiliencia.
Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.