Reformulando el epígrafe

Reformulando el epígrafe

Lideres 

 

Los nuevos líderes creen que es necesario encontrar un mejor sistema de organización de la sociedad que los conocidos y entienden que sólo legislando conforme a las demandas de ese sistema nuevo, de modo que la idea de bien que contiene moldee los márgenes mismos de la ley, las comunidades podrán evolucionar y desarrollarse en paz y justicia. Asimismo, los nuevos líderes consideran que una disposición del espíritu proclive a aceptar, favorecer o estimular procesos de predominio del amor y la cooperación entre personas, grupos y naciones, así como el cuidado y el respeto por el planeta y las generaciones por venir, en oposición a una propensión a incorporarse a procesos de enfrentamiento y competencia, de separación o desintegración, es clave para un desarrollo equilibrado y efectivo de la humanidad.

 

Atreverse a pensar de nuevo la organización de la sociedad Los nuevos líderes, en materia de organización social, miran alrededor suyo y dicen –cuando algo nos les gusta– que no les gusta. Es así como los líderes andan diciendo que no les gusta –es más: dicen que no es tolerable en términos de humanidad– que haya diferencias tan tremendas entre las personas, en materia de condiciones de posibilidad entregadas a unos y a otros por la vida para procurar el desarrollo armónico suyo y de los suyos. Dicen los líderes, además, que pueden ver –cuando miran sin los filtros que tienen siempre disponibles, representados por frases del tipo de “siempre ha habido pobres y ricos, yo pago mis impuestos, no les gusta trabajar, el Estado debería…, a mí nadie me regaló nada, mi responsabilidad es mi familia”, etc.– que esas diferencias vienen resultando crecientes e irreversibles, dentro del sistema de organización de la sociedad actual.

 

Democracia 

A los nuevos líderes les gusta mucho la propuesta que emana de la palabra democracia, de cómo ha ido quedando instalado su sentido para las generaciones actuales; y están dispuestos a avanzar hacia ella y a mezclarla con otras ideas que van teniendo, que van recogiendo aquí y allá, y que, extrañamente, no han encontrado asiento en un teatro tan hermoso como el que la democracia presenta. Quieren apoderarse de ese continente llamado democracia para llenarlo de contenidos que prueben ser capaces de producir la belleza que el discurso sostiene aún disponible para la idea, sin que la realidad responda adecuadamente, sin que las acciones puestas en el mundo en su nombre estén logrando tan siquiera acercarse a ella. Los nuevos líderes arrancan desde el resultado que desean y van pensando para atrás, construyendo su pensamiento desde la prospectiva, animados por la visión de un mundo que distribuye las posibilidades de acuerdo con criterios de justicia que vuelven a instalar a la persona, a la humanidad, en el centro de la atención.

Reformulando el epígrafe

Y quieren llevar la democracia a esa dimensión, que sospechan que es la suya. La democracia, mirada desde allí, aparece para ellos como una idea que perdió vigencia, cuyos componentes han ido siendo manipulados por quienes han ido prevaleciendo en el planeta, los ganadores del sistema, los que mejor se fueron adaptando a la despiadada lucha por la supervivencia que está vigente desde que el mundo quedó instalado. Los nuevos líderes no son de los que dicen que los ricos son malos y los pobres son buenos. Dicen, más bien, que en la sociedad en la que quieren vivir, la que van a ayudar a construir en su tiempo, los que ganaron, “los winners”, se esforzarán hasta lo indecible para que no haya en el mundo, en su mundo, una sola persona que no pueda acceder al bienestar porque estructuralmente se quedó fuera. Que alguien no acceda porque tiene mala suerte o porque no se esfuerza (sentimientos de conmiseración aparte), los tiene sin cuidado en el campo ético. Pero que alguien no pueda vivir la vida desde su dignidad de persona porque para él o ella no es posible en función del juego estructural, les duele como si les pasara a ellos mismos, y sienten que la circunstancia claramente invalida el éxito de los que no enfrentan esa limitación.

 

Construcción 

A estos nuevos líderes les atrae sobremanera la propuesta de participar activamente en la construcción de ese mundo que les va a dar gusto, en el que quieren vivir, por el que están dispuestos a luchar. No aceptan para nadie resultados definitivos diferentes al éxito, se niegan empecinadamente a dar por muerta a dos tercios de la humanidad en nombre de la competencia. Dicen que en su era, la que viene, eso no va a ser más así, que allí la competencia será sólo un mecanismo muy inteligente que la sociedad subordine a la obtención de los mejores resultados, para el beneficio de todos. Los líderes que han sufrido la correspondiente exposición dicen que resulta inenarrable la sensación de plenitud que una persona obtiene cuando toma conciencia de que ha participado en la producción o distribución de alguna mínima porción del Bien Común.

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Juran que de esa experiencia han aprendido para siempre que fuera de ese contexto todo es efímero y sospechan, más seriamente desde entonces, que esa es la fuente de la trascendencia. Los nuevos líderes creen que vale más un corazón sencillo que una conciencia mal entrenada y saben que a las conciencias las entrenan las épocas, por lo que desconfían de su conciencia cuando parece empezar a tolerar y explicar el sufrimiento ajeno. Y entonces se preguntan de nuevo por todo y terminan eligiendo con el corazón, además de con la cabeza, descartando oportunidades de crecimiento cuando no implican un desarrollo armónico de la humanidad.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

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