¿Qué nos pasa?

¿Qué nos pasa?

Tiempos

 

Mirando hoy hacia atrás, advierto que esos tiempos fueron claramente una invitación a una profunda reflexión. ¿Cómo podía ser que volviésemos a caer en una nueva crisis, esta vez, casi terminal? ¿Qué nos pasa para generar este tipo de situaciones explosivas? ¿Cómo puede ser que en el “granero del mundo” se padezca hambre? ¿Cómo hicimos para generar tanta pobreza y marginalidad? ¿Por qué tanto desmanejo en los asuntos del país? ¿Por qué los argentinos vivimos tan enfrentados y somos incapaces de lograr consensos?

¿Qué nos pasa?

El listado de preguntas era mucho más extenso… Pero esos tiempos también fueron una invitación a la introspección, a plantearnos qué niveles de responsabilidad, por acción u omisión, teníamos cada uno de nosotros, en lo que nos pasaba como sociedad. ¿Por qué no nos involucrábamos en los temas de la cosa pública, como si fueran cuestiones de otros y no de todos? ¿Por qué fuimos educados en el “no te metas que te vas a ensuciar”? ¿Por qué no buscamos comprometernos más y tratar de ayudar a que las cosas cambien y mejoren? De alguna manera, supongo, asumíamos que alguien iba a ocuparse, mientras nosotros nos dedicábamos a nuestras carreras o profesiones, a nuestras familias, a los temas de nuestra realidad más cercana… olvidándonos de que el entorno también era nuestra responsabilidad.

 

Corporaciones 

Y esa omisión no fue gratuita. Muchos veces siento que los argentinos hemos caído prisioneros de una especie de “paradigma de suma cero”. Nos hemos vuelto tan sectarios o corporativos que vemos una torta estática y sólo creemos que nos puede ir mejor si le sacamos un pedazo a otro. Hemos generado una cultura donde nos cuesta, cada vez más, pensar en un esquema virtuoso de desarrollo, donde todos, de alguna manera, podamos estar mejor. Esta situación nos lleva a que nos resulte muy difícil construir de a poco una cultura de colaboración. Por el contrario, vivimos entre confrontaciones y luchas de poder. Si a este panorama le sumamos la anomia creciente, el creer que todo vale y que el fin justifica los medios, nos sentimos regidos por la ley de la selva.

¿Qué nos pasa?

Durante mucho tiempo, el lema era el “no te metas”. Después vino el “no se queje si no se queja”. Tuvimos también nuestro tiempo de “animémonos y vayan…” ¿Cómo no sentir frustración e impotencia al final de cada día? Pero a raíz del proceso del 2001-2002, algo empezó a cambiar. Creo que esa autorreflexión a la que hice mención antes nos sacudió del tal forma que logró despertarnos de nuestro letargo y empezamos a sentir la necesidad de tomar una postura más activa, de involucrarnos de otra manera. Algunos argentinos decidieron, finalmente, hacer algo, mientras que otros corrieron a preparar las valijas o a hacer cola frente a las embajadas.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

Compartir en facebook
Facebook
Compartir en twitter
Twitter
Compartir en linkedin
LinkedIn

Compártelo en redes

Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestra web. Si sigues utilizando este sitio asumimos que estás de acuerdo. VER