Que los participantes sean conscientes de lo que han aprendido

Ideas y herramientas
Pour un être conscient exister consiste à changer changer a se mûrir, se mûrir a se créer indéfiniement soi même.
Para un ser consciente, existir consiste en cambiar,
en madurar, en crearse indefinidamente a sí mismo.
A veces los participantes en un curso, que les ha aportado ideas y herramientas útiles para su vida personal y laboral, una vez terminado este, vuelven a su rutina anterior sin transferir lo aprendido a la vida real.
Un requisito necesario para que la deseada transferencia se produzca es el que cada participante tome conciencia de lo que ha aprendido, de su utilidad, y haga planes de cómo va a aplicar los nuevos conocimientos y destrezas a su vida diaria.
Algunas cosas que puede hacer el formador para ayudarles a, primero, tomar conciencia de lo que han aprendido y de su utilidad y, segundo, planificar la incorporación de los nuevos conceptos y destrezas a su día a día laboral:
- Preguntar a los participantes al final de cada ejercicio y de cada sesión: ¿Qué hemos aprendido con este ejercicio, o en este día? Estimular sus respuestas y reforzarlas.
- Pedirles que inscriban en el metaplán las reflexiones (pueden ser dibujos, no solo palabras) que les suscite lo vivido en el ejercicio, en la sesión o en el curso.
- Pedir a los participantes que verbalicen lo que han aprendido al expresar oralmente lo que han visto y aprendido. El acto de convertir en palabras las vivencias exige, por una parte, hacer un repaso mental de lo vivido, y de alguna manera identificarse con él.
- Hacer que expresen con sus propias palabras los conceptos fundamentales de la sesión o curso.
- Al decirlo con sus propias palabras están convirtiendo las ideas de otro (de usted) en ideas propias.
- Pedir a los participantes que hagan un mapa mental del curso como ejercicio final.6
- Pedir a los participantes que extiendan a sus compañeros que no han asistido al curso las ideas que han aprendido y que encuentran de utilidad.
- En la sesión final pedirles que escriban y firmen (no para entregarlo, sino para conservarlo) un documento que se titule A partir de mañana voy a…,7 y que lo cuelguen en un lugar visible para ellos, no necesariamente para los demás, para recordarles su compromiso consigo mismos.
- Si alguno, más entusiasmado que el resto, se aviene a leer públicamente su compromiso, animarle y recompensarle con un aplauso cuando termine, y aprovechar para pedir más voluntarios que hagan lo mismo.
¿Informes de los participantes?
Lauda parce, sed vitupera parcius.
Sé parco en alabar, pero más parco en censurar.
Me ha sucedido varias veces en mi vida profesional que, al ir a una empresa a dar un curso o seminario a un grupo de empleados, quien me contrataba me ha pedido que al final de la acción de formación redactara un informe escrito sobre la impresión que me causaban cada uno de los componentes del grupo, insinuando que mi opinión sería tomada en cuenta a la hora de adoptar determinadas decisiones respecto del personal. (L)
En tales ocasiones indefectiblemente me he negado a hacerlo, unas veces he aducido que mientras estoy preocupado con el curso, el material, las diapositivas, etc., no tengo materialmente tiempo para ocuparme de otras cosas; otras veces he dicho que mi opinión basada en un conocimiento de unas pocas horas no podía en ningún caso sustituir a la de mi interlocutor, que conocía a estas personas desde hacía años; en otros momentos he dicho que haría un informe pero en el cual no figuraría ningún nombre.8 Mis interlocutores alguna vez me han argumentado que yo no me negaba a hacer estos informes en un proceso de selección, a lo que he contestado que en un proceso de selección el candidato sabe a lo que viene, pero que en un curso o seminario, a poca habilidad que tenga el facilitador, los participantes entran en el juego y se muestran de un modo que jamás lo harían en la vida ordinaria, y no es ético aprovechar esta relajación de su autocontrol para suministrar a sus jefes informaciones que pueden perjudicarles. Y si a pesar de eso han insistido en que querían un informe personalizado de cada participante, he dicho que no lo iba a hacer porque no me parecía ético.
Posiblemente (más bien, con toda seguridad) eso me habrá costado el que no me hayan vuelto a llamar de nuevo de alguna empresa, pero he preferido perder ese trabajo que estar a disgusto trabajando para una organización carente de toda ética.
Un formador, como cualquier profesional, no tiene más valor que su propia imagen y el prestigio de su nombre y apellidos, prestigio que se pierde fácilmente si se incurre en esos comportamientos indebidos que algunas empresas intentan imponer a los formadores externos o internos.
Y eso sin contar los problemas legales y personales que incurrir en un comportamiento de ese tipo puede acarrear al que redactó un informe desfavorable, si el perjudicado llega a enterarse (lo que siempre puede suceder) de que fue despedido o no consiguió una promoción a la que aspiraba por culpa de un formador que dijo de él que, a su juicio, era una persona conflictiva.
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