Preparativos para la marcha

Preparativos para la marcha

El punto de partida

 

Tal vez el vacío más grande que puede experimentar un educador en sus primeros pasos sea la falta de referentes sólidos que le permitan asentar el andamiaje de su labor orientadora y tutorial. Todos recordamos los primeros días al frente de un grupo de alumnos: procurábamos ajustarnos lo mejor posible al estilo de algún antiguo profesor que nos hubiera “marcado” en sentido positivo e intentábamos seguir lo más fielmente posible el guión de algún manual de tutoría –acogida de los alumnos, elección de delegado–. Y ya era algo; por lo menos, no era necesario reinventar el arte de educar partiendo de cero. Como mínimo, se podía contar con el testigo que cada cual asumía haber recibido de su propio maestro al mismo tiempo que se disponía de una cierta estructura –el manual– que brindaba alguna tranquilidad fundada en la promesa de un cierto orden sistemático a lo largo de las múltiples jornadas que pavimentaban el curso escolar. Lo malo era que, por lo general, a uno le faltaban tablas para poder considerarse a la altura de su viejo maestro y, por otro lado, los chicos y chicas que nos tocaban en suerte se empeñaban en no ajustarse al perfil de alumno estándar que podría encajar, sin mayores problemas, en el tipo de actividades y tareas programadas en el manual de tutoría.

Preparativos para la marcha

Los resultados del sociograma aplicado en el aula no nos proporcionaban mucha más información de la que ya teníamos a través de nuestra propia observación directa; las actividades de mejora de lectura comprensiva no arrojaban los resultados esperables y a uno le daba un cierto pudor proponer a aquellas alumnas y alumnos de mirada expectante algunas de las tareas – indudablemente interesantes pero que requerían una cierta veteranía– que sugería el manual. Había días –pocos– en los que todo marchaba sobre ruedas; se podía sentir la conexión con los alumnos. Pero la mayor parte de las jornadas se cerraban con una sensación de vacío e impotencia; de incompetencia, casi; por la sensación de que aún quedaba mucho que aprender para poder llegar a considerarse el tutor de aquel grupo de rapaces, para ser capaz de educar además de enseñar. Sólo la fuerza del entusiasmo inicial, que nunca decaía del todo, lo llevaba a uno a seguir adelante con la búsqueda a través de la lectura de manuales, la asistencia a cursillos y el frecuente recurso al cambio de impresiones con los colegas… Sin saberlo, uno estaba marchando por el propio camino de la aceptación y el compromiso: aceptación de la propia frustración e incompetencia, de la propia imperfección y de las limitaciones personales; el pesado bagaje que era necesario cargar en la mochila para seguir adelante, de acuerdo con el compromiso adquirido con la propia vocación, con la comunidad que nos confiaba a aquel puñado de jóvenes y con los propios chicos y chicas de ojos expectantes, ansiosos y temerosos de lanzarse a la vida real que, en cada mirada, parecían preguntarle a uno:

 

Papel de guía 

“¿Por dónde debo caminar?”. Está claro, el hecho de tener el título de guía no impide que uno se canse también de subir por la montaña. Pero es necesario subir una y otra vez mientras uno decida seguir siendo fiel a su papel de guía. Luego, poco a poco, iban aflorando los datos reales de los alumnos; los que no cuentan con un apartado concreto en la ficha de registro de la carpeta de tutoría, los que van más allá del nombre y apellidos, teléfono de contacto, número de hermanos y lugar que ocupa entre ellos: padres en trámite de separación, padre o madre casados de nuevo con una pareja que ya tenía otros dos hijos –con lo que al alumno, además del impacto de tener que adaptarse a una nueva figura parental, tenía que hacer frente al reto de los nuevos hermanos sobrevenidos–, algún problema de anorexia, muchos de desmotivación, unas cuantas lágrimas que se quieren guardar en secreto y, al mismo tiempo, mostrar en busca de consuelo, bastante desaliento y, a veces sin palabras, la búsqueda de un consejo. Y, de todo eso, no decía nada el manual. Pero era real; estaba presente y siempre afloraba en un grupo u otro, un curso o al año siguiente. Y tampoco los alumnos disponían de un manual de instrucciones. La única instrucción de la que disponían era siempre: “¡Habla con tu tutor!”. Estaba claro que era necesario confeccionar un manual propio para poder ayudar a los alumnos en la redacción del suyo personal; uno que fuera más allá de la “técnicas” y se ocupara de las “esencias” de la educación, de la guía de jóvenes “escaladores”. Una vez más, la aceptación y el compromiso: aceptación de la propia inmadurez como punto de partida y compromiso con la tarea de búsqueda, reflexión, crítica, ensayo, nueva crítica y, la mayor parte de las veces, regreso al punto de partida. Y, en esta tarea de confección de un manual propio, centrado en las esencias, lo más lógico parecía volver a examinar algunas de las propuestas de los psicólogos y pedagogos ya consagrados.

 

  1. Investigación y Planificación: Infórmate sobre la marcha: su propósito, ruta, hora y requisitos. Asegúrate de comprender las leyes locales y los derechos de los manifestantes en el área donde se llevará a cabo.
  2. Comunicación y Organización: Conéctate con otros participantes, grupos o organizadores para obtener información actualizada y coordinar esfuerzos. Las redes sociales, grupos comunitarios o sitios web suelen ser recursos útiles.
  3. Equipo y Suministros: Lleva ropa y calzado cómodos y adecuados para las condiciones climáticas. Si es necesario, lleva agua, bocadillos, protector solar, carteles o pancartas con mensajes claros y respetuosos.
  4. Seguridad Personal: Identifica un punto de encuentro con amigos o compañeros de marcha por si te separas. Asegúrate de llevar contigo un documento de identificación y los números de emergencia.
  5. Conducta Pacífica: Recuerda que las marchas suelen ser eventos pacíficos. Respeta las instrucciones de los organizadores, sigue las leyes locales y evita cualquier comportamiento que pueda llevar a confrontaciones.
  6. Conciencia Situacional: Mantén la calma y la conciencia de tu entorno. Si surge alguna situación insegura, busca ayuda de los organizadores o autoridades locales.
  7. Documentación y Comunicación: Toma fotografías o videos si es apropiado y comparte tu experiencia en las redes sociales o medios de comunicación para ayudar a difundir el mensaje de la marcha.
  8. Después de la Marcha: Reflexiona sobre la experiencia, comparte tus pensamientos con otros y considera participar en actividades de seguimiento o proyectos que apoyen la causa.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

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