¿“Porque” o “a pesar de”?
Lógica
Asimismo, en una línea perfectamente lógica y coherente con la pérdida del sentido de protagonismo de las propias acciones, también nos dejamos enredar en el laberinto de nuestro propio lenguaje que nos ofrece causas con apariencia lógica aunque sin la menor base empírica: No pude estudiar porque estaba muy cansado; no salí a caminar porque estaba lloviendo; no hice el ejercicio porque no me apetecía; me comí el chocolate porque no pude resistirme; no como la sopa porque no me gusta. Parecen todas ellas formulaciones perfectamente lógicas y sensatas porque en su formulación incluyen un “porque” que parece cerrar definitivamente la argumentación. En realidad, sí que hay una causa profunda, un “porque” definitivo, capaz de devolvernos el protagonismo vital, que puede dar cuenta, de una manera rotunda, de todos los planteamientos de nuestro ejemplo: “porque yo lo decido así”.
Cuando se trata de trivialidades más o menos inofensivas como aplazar el momento de hacer unos ejercicios escolares, salir a dar un paseo o comer sopa o chocolate, puede que no tenga demasiado sentido complicarse la vida con cuestiones metafísicas sobre la responsabilidad personal y hasta es posible que sea muy sano mentalmente darse, de vez en cuando, el pequeño placer de la vagancia sobre todo si se tiene bien claro que lo que hacemos –o dejamos de hacer– lo hacemos por voluntad propia y que las excusas que nos damos son, precisamente, excusas y no factores causales de nuestro comportamiento. Pero cuando se trata de cuestiones más importantes o de carácter vital (pasear porque es necesario ejercitar el corazón, guardar una dieta por cuestiones que atañen a la propia salud, estudiar para sacar adelante un examen que puede facilitar el inicio una vida profesional) sí que conviene tener claro dónde está el control de la propia vida.
Protagonismo vital
Y cuando se tiene claro que uno no está dispuesto a ceder su protagonismo vital a ningún tipo de circunstancia externa porque tiene muy claros sus valores personales –es decir, cuando uno se ha comprometido totalmente con su propia vida– es cuando adquiere la capacidad de transformar el “porque” que sustenta una causalidad meramente verbal en un simple “a pesar de que”, que acompaña a la acción principal y comprometida como un mero añadido anecdótico: “Voy a salir a caminar a pesar de que está lloviendo”, “voy a hacer ejercicio a pesar de que no me apetece”, “voy a preguntarle al profesor lo que no entiendo a pesar de que me da vergüenza”, “voy a ajustarme a mi programa de estudio a pesar de que me apetecería más salir de marcha”. ¿Lo uno, lo otro o ambos? Otro sesgo importante que suelen incluir la mayoría de los mapas verbales consiste en el empleo de la disyunción excluyente cuando, en realidad, no habría ninguna razón para no emplear una conjunción integrante.
Así como el porque suele tener el efecto automático de cerrar el discurso a la exploración de las verdaderas causas profundas, el efecto de incluir un “o” en nuestras argumentaciones suele implicar el abandono de la exploración de las vías alternativas que tanta importancia pueden tener a la hora de elaborar el mapa de nuestros compromisos: “¿Vamos al cine o de paseo?”, preguntamos como si lo uno excluyera lo otro y no fuera posible dar un paseo antes o a la salida de la sesión cinematográfica. Pero las disyuntivas suelen afectar a cuestiones de mayor trascendencia vital al enfrentar al sujeto con dilemas tales como “estudiar o disfrutar de la vida” (como si no existiera disfrute en el hecho de estudiar o el estudio no abriera posibilidades de un disfrute mayor a largo plazo), “estás conmigo o contra mí” (como si no tuviera la menor importancia lo que el demandante de lealtad se proponga hacer en cada momento).
Clasificar alumnos
Y, con esta disyuntiva simplificadora tendemos a clasificar a los alumnos en “buenos o malos”, a las familias en “colaboradoras o no colaboradoras”, a nuestros colegas en “implicados o desinteresados” sin tener en cuenta cuestiones de grado, matiz ni circunstancia. Sin embargo, al integrar en nuestra consideración un panorama más general de la situación, la disyunción puede ser sustituida con toda justicia por la conjunción “y”, de manera que, además de ir al cine y de paseo, también podemos considerar lo que nuestros alumnos hacen mal así como lo que hacen bien, los momentos en los que las familias colaboran y cuando se muestran más cerradas y las cuestiones en las que nuestros colegas se implican así como los momentos en los que no muestran demasiado interés. Y, en la cartografía de nuestros compromisos, podremos apreciar que somos capaces de hacer un compromiso serio y, sin embargo, incurrir en algún tropiezo ocasional, de amar y de irritarnos –de vez en cuando– con la persona amada; pero también de sentirnos desmotivados y –sin embargo– seguir adelante. Lo que nos lleva a la consideración del siguiente punto.
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