Para empezar a hablar
Interpretación
Dicen los que saben que la interpretación de la realidad es la realidad. Al menos, la realidad de los hombres. Es decir: no hay tanto un “conocer” una realidad más allá de nosotros (un conocer que se liga al “dominar”), sino una interpretación (individual, colectiva) de ella. Dicha interpretación, según los entendidos, a su vez, y de maneras misteriosas, constituye y genera lo real, y nos hace partícipes, como en una danza, de lo que va “siendo”. Lo antedicho nos libera de percibirnos tan solo como víctimas o victimarios, fieles o traidores, de eso que llamamos realidad objetiva. Esto tranquiliza un poco. Es que hacerse cargo de la Realidad (así, con mayúsculas) para captarla (engullirla) en su totalidad y, de esa forma, dominarla, es demasiada presión para nuestras pobres humanidades.
Uno hace lo que puede, no lo que no puede, y, en verdad, me gusta la idea de que uno interpreta y, sobre esa interpretación, mueve su mundo y, a partir de mover su mundo, mueve al mundo. Chesterton decía que el poeta quiere ubicar su cabeza en el cielo y que el hombre racional quiere ubicar el cielo todo en su cabeza, por lo cual ésta explota. Uno participa de lo real como la cabeza del poeta participa del cielo, y esa participación tiene la medida de nuestra propia vivencia personal y comunitaria. Digamos que ese espacio de participación, circunscrito a nuestro lugar en un “cielo” que nos trasciende, es el punto a partir del cual moveremos el universo. No es el “todo” lo que nos corresponde como humanos que somos. Sí lo es el “algo”: lo que nos toca en nuestro punto de poder.
Interpretación
Viene al caso lo anterior a la hora de escribir acerca de lo que es interpretar la realidad. Y apunta a una forma de vivir el poder y lo poderoso del liderazgo (o de lo que sea) “en”, “desde” y “a partir de” la realidad y no “sobre” ella. Es esta una mirada que nos aparta de una idea de dominación, conquista e intención manipulatoria sobre la vida (la realidad), y nos acerca a las fuentes de lo que es la vida comunitaria, el liderazgo y, en especial, la vivencia de la política, liberándola de una concepción desangelada que la transforma en sistema, con ruido a maquinaria trituradora de almas y de pueblos. De allí que pensar las funciones de liderazgo como propias de quien interpreta la realidad (y actúa en consecuencia) más que de quien la domina y sojuzga, es más amable, más eficaz y, a la vez, es un buen anticuerpo contra la noción de omnipotencia que tanto daño causa y tanto molesta el sano desarrollo de las comunidades.
Dado que el mundo del que somos parte es mucho más que una máquina (por eso me desagrada la expresión “ponerse las pilas”, que tanto usamos a la hora de nombrar el entusiasmo), merece pensarse al liderazgo más que como una locomotora o algo por el estilo, como uno de los frutos y, a la vez, semilla, de una trama holográfica de interpretaciones comunitarias de la realidad. Es esa una realidad en la que cada uno de sus actores tiene algo para decir, hacer, sentir y generar. Esos actores de la comunidad tienen diferentes funciones interdependientes e intergenerantes de igual importancia, aunque, insisto, diferenciadas: se puede ser líder, se puede ser subordinado, se puede ser músculo o cerebro, y todo tiene su lugar y valía, porque dicha valía está en que se cumpla cabalmente lo que corresponda a cada uno, en clave de bien común.
Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.
La importancia del inicio
El primer momento de una conversación marca el tono, establece vínculos, invita (o no) a la escucha. No se trata solo de lo que se dice, sino de cómo, cuándo y desde dónde se dice. Empezar a hablar es, en esencia, un acto de interpretación, porque no partimos de un vacío: partimos de una escena, una historia, una necesidad.
Interpretar el silencio
Antes de hablar, suele haber silencio. Y ese silencio también comunica. Interpretarlo es tan importante como interpretar las palabras que vendrán después. Tal vez el silencio es miedo, respeto, duda, o simplemente espera. Quien sabe escuchar el silencio, sabrá cómo empezar a hablar.
El inicio como creación
Cuando alguien comienza a hablar, está creando algo nuevo. Cada conversación es un universo en potencia. Comenzar a hablar es, entonces, un gesto de creatividad y de confianza. Es decir: “Estoy aquí, quiero compartir esto contigo”. Es una ofrenda, a veces frágil, otras veces firme, pero siempre humana.