No morder la mano que te alimenta
Participantes
De desagradecidos está el infierno lleno y el cielo vacío.
POPULAR
En ocasiones los participantes en el curso hacen, más o menos veladamente, críticas a la propia empresa.
La más frecuente es cuando se les da, por ejemplo, normas para tratar a sus colaboradores dándoles reconocimiento por el trabajo bien hecho. En esas ocasiones nunca falta el que pregunta: ¿Este curso lo han hecho también nuestros jefes? Porque al mío le vendría bien escuchar esto…
Usted no puede defender a capa y espada las políticas de la empresa, especialmente cuando en su fuero interno usted cree que no son acertadas, pero tampoco puede alinearse con los participantes dándoles la razón.
Su posición debe ser de equilibrio, y no debe pasar de una sonrisa aceptando la ocurrencia del participante, y aclarando, si así fuera el caso, que ya habían hecho el curso el año pasado o que lo iban a hacer en breve…
En suma, la empresa es la que le contrata para hacer un trabajo, y si quiere que le vuelvan a llamar en el futuro absténgase de hacer ninguna crítica a la misma, sus jefes o sus políticas. Piense que en todo curso puede haber personas que por diversas razones (fidelidad a la empresa o a sus fundadores, agradecimiento por algún favor recibido, relación de parentesco o de amistad con algún alto directivo…) esperen a que termine la sesión para ir con el cuento a alguien que puede vetarle a usted en el futuro.
Regalos envenenados
Freedom without opportunity is a devil’s gift,
and the refusal to provide such opportunities is criminal.
La libertad sin oportunidades es un regalo envenenado y rehusar a dar estas oportunidades es criminal.
Profit Over People: Neoliberalism And Global Order (1997)
Le voy a contar la historia real de un ingeniero de producción, al que conocí en uno de mis cursos de formación para una empresa
siderometalúrgica y que transcribo tal como me la refirió.
Este ingeniero, al que llamaremos Ignacio, aunque naturalmente no es ese su verdadero nombre, a pesar de su juventud (estaba en sus treinta y pico años), estaba reputado como el mejor del departamento de producción de la empresa, y se pensaba en él para subdirector de producción con vistas de sustituir al actual director del departamento en cuanto este se jubilara. La gerencia de la empresa, a través del departamento de recursos humanos, le propuso que diera algunas charlas de formación destinadas a los maestros industriales sobre los temas en que era experto.
Aunque no siempre coincide el saber y el saber hacer con el saber enseñar, esta vez se produjo la feliz conjunción sideral, y resultó que en el interior de Ignacio latía el alma de un excelente pedagogo, con lo que las charlas fueron un éxito, y la dirección le propuso que ampliara las charlas a un curso de formación integral para maestros industriales, lo que este hizo sin problemas, con gran satisfacción para todos: gerencia, formandos y el propio formador.
Al poco tiempo (era en 2008) la crisis económica negada y desmentida por el gobierno de turno se hizo más que evidente, y la empresa tuvo que recortar algunas partidas, una de las cuales fue la de formación.
Pero como la empresa desea, sí, reducir costes (gastos dijeron ellos) pero no querían recortar la formación que tan buenos frutos les estaba dando, suprimieron al máximo los formadores externos y potenciaron paralelamente la formación interna.
Formación
Como nuestro amigo Ignacio había asistido como participante a todos los cursos de formación para mandos que se habían impartido en la empresa, le preguntaron si se veía él capaz de dar los módulos de habilidades directivas, que comprendían comunicación interpersonal, motivación de los colaboradores, liderazgo implicativo, solución de conflictos, etc. Nuestro amigo consideró que conocía la materia, además tenía todo el material entregado por los formadores internos a los participantes y por último estaba convencido de su habilidad para llegar a la audiencia. En consecuencia, aceptó sobre la marcha y se dispuso a montar los módulos que le habían encargado.
Llegó el momento de impartir los cursos, pero al término de los mismos el ego de nuestro amigo se había deshinchado y su moral estaba por los suelos. ¿Qué había sucedido?
En los cursos de ingeniería, cuando el formador explicaba una técnica, o el uso de una tecnología, su explicación coincidía al 100% con su práctica diaria, es decir, lo que predicaba coincidía con lo que él hacía. Pero cuando explicaba cómo amonestar y decía que la bronca desmoralizaba al que la recibía y desautorizaba al que la propinaba, aparte de instaurar el malestar y la desmotivación en los que la presenciaban o se enteraban, todos se acordaban del enjuague que le lanzó a un becario por una falta que ni siquiera había cometido él, y que en el caso de haberla cometido el verdadero responsable hubiera sido el propio jefe…
Haced lo que ellos dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen…, no es lo mismo predicar que dar trigo…, consejos vendo y para mí no tengo…, ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio…; estas y otras frases semejantes, en las que es rico nuestro idioma, empezaron a circular y esto representó el fracaso de nuestro amigo el ingeniero en la impartición del módulo de habilidades directivas. Inexplicablemente el fracaso en este módulo se extendió al de ingeniería, y la dirección empezó a pensar que Ignacio no es tan bueno como parecía y qué bien que nos hayamos dado cuenta a tiempo, antes de cometer un error irreparable…
Ignacio debía haber pensado que si un formador interno enseña el protocolo de cómo pedir un cambio de comportamiento (que es como ahora se llama a la vieja bronca), una vez impartido el tema, con role-playing incluido, nadie va a saber si en su propia empresa el formador lo hace así o no, pero el formador interno está obligado a la ejemplaridad. Las palabras convencen, el ejemplo arrastra, dice un conocido refrán español. Y cuando el ejemplo no coincide con el discurso, el orador se desacredita.
En consecuencia, si es usted un empleado y la empresa le pide que dé unas char-las, un módulo o un curso a los empleados, antes de aceptarlo piense si su hacer coincidirá con su decir, y si no es así es preferible que rechace la oferta, limitando su actuación como formador a lo que sabe, hace y siente. En caso contrario, la oferta puede convertirse para usted en un regalo envenenado.
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