Mirada lasallista

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Acompañamiento tutorial

 

Introducción n este capítulo se reflexiona sobre el acompañamiento tutorial desde el componente identitario que ofrece la Universidad de La Salle. Con base en los documentos institucionales, se evidencia el plus que le da calidad al acompañamiento, en el marco de la relación pedagógica y sus implicaciones. El camino por seguir consiste en aproximarse al contexto histórico de la Universidad a través de la Guía de las Escuelas Cristianas (Lauraire, 2004) para, luego, explicitar la relación pedagógica como un fundamento del acompañamiento tutorial, el cual se identifica como un estilo de educar propio del lasallismo.

 

Así, desde el Enfoque Formativo Lasallista (Universidad de La Salle, 2008), se lee el acompañamiento tutorial de tercer nivel que brinda la Universidad. Contexto histórico: la Guía de las Escuelas Cristianas Hablar del acompañamiento tutorial en el marco del lasallismo comporta el recorrido histórico que han tenido los hermanos de las Escuelas Cristianas, cuyo fundamento se recoge en la obra esencial para la educación humana: la Guía de las Escuelas Cristianas, impresa en Francia en 1720. En el prólogo de Cahiers Lasalliens 61, el Hermano Lauraire (2008) aclara que el texto más antiguo de la Guía de las Escuelas Cristianas es el manuscrito n.° 11.759 de la Biblioteca Nacional de París, del que existen tres ediciones destacadas: • • • La del Hermano Anselme, FSC, de 1951, con motivo del tricentenario del nacimiento de San Juan Bautista de La Salle. La del Cahiers Lasalliens 24, en el marco de las publicaciones de Études Lasalliennes. Esta edición es interesante porque presenta en paralelo el texto de dicho manuscrito —llamado de 1706— y el texto de la primera edición (1720). La que figura en el volumen de las Oeuvres Complètes de San Juan Bautista de La Salle, publicadas en 1993. El manuscrito de la Biblioteca Nacional de París (1704-1706) es una copia del texto que se pudo escribir algunos años antes y se ubica alrededor de unos veinticinco años después de la fundación de las primeras escuelas lasalianas en Reims en 1679.

 

Maestros

Durante este periodo, los maestros, que ya se llamaban Hermanos, según los primeros biógrafos de La Salle, hicieron énfasis en la preocupación por mejorar el modo de vida y la calidad profesional de los maestros, y por organizar lo que él llamó la Sociedad de las Escuelas Cristianas. Esta obra es una guía para Hermanos y maestros, con el objetivo de crear una escuela para los hijos de los artesanos y los pobres. Además, es un texto de personas dedicadas a la escuela que vivieron un largo proceso de discernimiento y de búsquedas centradas en el trabajo vocacional de ser maestros. Desde esta perspectiva, Lauraire (2008), citando a Poutet, afirma: La Salle no fue el autor único. De hecho, él animó. Organizó. Reunió a maestros experimentados. Fue organizador o director de orquesta, pero no solista o mero actor. La Guía de las Escuelas fue fruto de una colaboración incesante. La Salle, sin dejar de ser el responsable de esos textos (a los que dio forma sin autoritarismo ni dogmatismo), originó, además, una pedagogía nada estática y una obra en perpetua evolución. (p. 7)

 

La guía, que evidencia un proceso de carácter inductivo, tiene como punto de partida la toma de conciencia de la realidad educativa, es decir, de las condiciones, los medios y las dificultades de esa educación, de su porvenir y de la elección de los objetivos de la escuela. En específico, se trata de las necesidades de los estudiantes o alumnos, como habitualmente La Salle los llamó. Con este procedimiento, se logra una escuela inculturada. San Juan Bautista de La Salle promovió el movimiento, guio de modo democrático, catalizó las intuiciones y formuló su contenido. Durante cuarenta años (1679-1719), consagró sus capacidades y convicciones a la formación de los maestros y de los Hermanos, con el fin de capacitarlos para organizar y “llevar” las escuelas. La guía habla de la escuela primaria creada por La Salle; sin embargo, las iniciativas pedagógicas no se han limitado a este modelo, sino que han trascendido a lo largo de la historia. La guía quiere ser eficaz y esto es posible por la calidad de los maestros en su formación. El primer texto impreso en 1720 finaliza señalando doce virtudes del buen maestro: gravedad, silencio, humildad, prudencia, sabiduría, paciencia, mesura, mansedumbre, celo, vigilancia, piedad y generosidad, las cuales se reagrupan en tres ejes fundamentales: interioridad, dominio de sí y compromiso educativo.

 

Conjunto y un equipo

Además, La Salle, junto con los maestros, descubrió la importancia que tenía el trabajo asociado, en conjunto y en equipo. Para el Hermano Lauraire (2004), la guía es la regla de las escuelas y un punto de referencia y evaluación de la actividad educativa y pedagógica de los Hermanos. Posee una relevancia que se identifica en el método y en las orientaciones prácticas fundadas en una actividad pensada alrededor del maestro, del alumno, de la pedagogía y de la actitud dialéctica, que consiste en tener una visión clara, precisa y argumentada del proyecto de educación humana y cristiana. De este modo, la guía se instituye como una fuente del proyecto lasaliano. La relación pedagógica: un fundamento del acompañamiento El buen funcionamiento de la institución educativa —se habla de la básica, media y superior— está anclado en la relación pedagógica más que en las estructuras: “para el Santo Fundador la primera condición para la buena marcha de la escuela es básicamente la calidad de la relación pedagógica, no las estructuras, los reglamentos, la disciplina […], aunque todos estos elementos tengan su lugar en la Guía” (Lauraire, 2004, p. 16).

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De este modo, la relación maestro-estudiante se asienta en un aspecto relevante que implica un reconocimiento y un acompañamiento profundo al segundo. Así, al referirse a los estudiantes, se les debe tratar como personas: “los alumnos no son considerados nunca como meros estudiantes. Son personas que merecen toda consideración y respeto” (p. 8), puesto que se establece una relación educativa a partir de la confianza, la cordialidad, el afecto y, sobre todo, “como un quehacer del corazón” (p. 11), que conlleva “un acercamiento global de la persona del educador, de su estilo de vida, de su competencia, de sus convicciones y capacidades” (p. 26). Resulta sugerente que La Salle se dirija a los alumnos como personas que merecen toda la atención, lo que lleva a pensar que ellos, siendo personas, tienen las condiciones para conocerse, y esta es la cualidad máxima para el ser humano (Novoa Palacios, 2013) que vive en un contexto histórico concreto —con una autobiografía que devela su identidad dinamizada por sueños y desafíos—, donde la educación posibilita acciones que lo orientan a existir de modo humano, es decir, a vivir conscientemente su propia realidad junto con otros.

 

Acompañamiento tutorial

En virtud de estas afirmaciones, se constata que en el acompañamiento tutorial se vela de forma permanente por los estudiantes, quienes, como personas, están en camino de ser y hacerse. Ellos son alguien y van creciendo en la medida que se apropian de su entorno y toman consciencia, en palabras de Heidegger (2003), de su ser ahí, en un estar en y con el mundo. De acuerdo con Freire (1965): el hombre es un ser de relaciones y no sólo de contactos, no sólo está en el mundo sino con el mundo. De su apertura a la realidad, es desde donde surge el ser de las relaciones, que es lo que llamamos estar con el mundo. (p. 28) Estos aspectos se ubican como un punto de partida para la vida académica y social que se genera en las relaciones que se instauran a diario: “la persona es algo más que el individuo; es el individuo dotado de conciencia, que se sabe a sí mismo y que se entiende a sí mismo como valor supremo, como última finalidad terrestre” (Zambrano, 1996, p. 103).

 

El acompañamiento tutorial funda un camino que se dirige a comprender al estudiante como un proyecto de persona que se va haciendo en la relación pedagógica/educativa, a partir de las coordenadas del tiempo y del espacio para reconocerse como sujeto histórico, justificado en el proceso de humanizar su vida personal por medio del conocimiento de la realidad y de sí mismo. Para tal efecto, el mundo relacional se posiciona como una condición necesaria e indispensable para que el acto educativo acontezca más personalizado que instrumental. Por tanto, aceptar que se es un ser creado para la relación significa que la vida se realiza y potencia junto con la vida de otros. A la vez, conlleva tomar conciencia de que no solo se vive: vivir supone una reciprocidad activa con los demás para constituir la relación interpersonal que crea el pronombre nosotros. Así, el ser humano como persona inicia su vínculo con el mundo y con los demás, en el cual brotan juicios, valoraciones, análisis y confrontaciones con respecto a lo que es externo. Todo esto constituye un indicio de la necesidad que existe en el ser humano de apropiarse de la realidad, en el sentido de hacerla suya para poder interactuar con ella y transformarla (Novoa Palacios, 2013). Al respecto, Schillebeeckx (1968) dice: vemos por consiguiente que el hombre no llega a una vida consciente, a una actividad personal, más que a través de sus relaciones con el prójimo en el seno del mundo.

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Actividades

Separado de los demás, es incapaz de actualizar su capacidad de vida personal; sus actividades se quedan reducidas a nivel infrahumano, su “yo” no puede ser debidamente valorado. (p. 220) En este sentido, las palabras del Hermano Rodríguez Echeverría (2009) en el encuentro con la comunidad académica en su visita a la Universidad de La Salle adquieren relevancia. Él aseveró que la persona hoy es un misterio, es un ser paradójico, con muchos elementos que se combaten en su interior. Como criatura, experimenta límites, aspiraciones y deseos. Es un ser histórico en continua construcción y la educación debe ser el camino, el itinerario, que “tenga en cuenta la cabeza, el corazón, las manos y los pies” (p. 15). Además, el Hermano citó a Pascal: conocemos la verdad no sólo con la razón sino también con el corazón […] Los principios son sentidos, las conclusiones deducidas […] Es el corazón quien siente a Dios y no la razón. He aquí lo que es la fe: Dios sensible al corazón y no a la razón. Por otra parte podemos decir que el amor nos hace “sentir” la verdad disponiendo a nuestro espíritu a experimentarla con mayor interioridad y más facilidad. (p. 14)

 

Esto conlleva comprender que el conocimiento verdadero se da en la relación pedagógica, caracterizada por el acompañamiento y la formación integral, que, de modo implícito, lleva al cultivo de la mirada contemplativa e intuitiva que integra el corazón y la razón. Moncayo (2015), con base en Fals Borda, señala que “el hombre sentipensante es el que combina la razón y el amor, el cuerpo y el corazón, para deshacerse de todas las (mal) formaciones que descuartizan esa armonía y poder decir la verdad” (p. 9). Esta es una premisa que sugiere que las mejores personas son aquellas que construyen perspectivas del mundo articulando los sentimientos y la razón, aspectos que se manifiestan en el acompañamiento tutorial y que desafían a “aprender a ‘sentir al otro’; implica reconocer la dignidad intrínseca e igualdad sin distinción entre personas” (Espinosa Gómez, 2014, p. 100). Para esto, el tutor necesita despojarse de la egolatría que lo lleva a la soberbia académica. Sobre este aspecto, Fals Borda (1989) recuerda que “se debe descartar la arrogancia del letrado o del doctor, aprender a escuchar discursos concebidos en otras sintaxis culturales y asumir la humildad de quien realmente desea aportar al cambio social” (p. 105).

 

El acompañamiento tutorial es un enfoque educativo que implica la guía y el apoyo personalizado proporcionado por un tutor o mentor a un estudiante, con el objetivo de facilitar su aprendizaje y desarrollo integral:

  1. Apoyo Individualizado: Se adapta a las necesidades específicas de cada estudiante. El tutor trabaja de manera cercana y personalizada, identificando fortalezas, áreas de mejora y necesidades particulares.
  2. Orientación Académica: El tutor ayuda al estudiante a comprender y abordar sus dificultades académicas, a desarrollar estrategias de estudio efectivas y a establecer metas realistas.
  3. Desarrollo Personal: No se limita solo al ámbito académico, también se preocupa por el crecimiento personal del estudiante. El tutor puede ayudar en la gestión del tiempo, la resolución de problemas y el desarrollo de habilidades socioemocionales.
  4. Estímulo y Motivación: El tutor actúa como un motivador, alentando al estudiante a alcanzar su máximo potencial, superar obstáculos y mantener la motivación hacia el aprendizaje.
  5. Seguimiento y Evaluación: El tutor realiza un seguimiento del progreso del estudiante, identifica áreas de mejora y evalúa la efectividad de las estrategias de apoyo implementadas.
  6. Escucha Activa y Empatía: Fomenta una relación de confianza y respeto mutuo. El tutor practica la escucha activa, mostrando empatía hacia las necesidades y preocupaciones del estudiante.
  7. Fomento de la Autonomía: A medida que avanza el acompañamiento, se busca que el estudiante gane autonomía y confianza en sus habilidades para enfrentar desafíos académicos y personales.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

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