La voz del Bien Común en la Argentina

La voz del Bien Común en la Argentina

Crisis

 

Antes de abordar la crisis actual de la Argentina, cabe recordar aquello que siempre se dice en el sentido de que crisis significa riesgo y oportunidad, y afirmar que si un conflicto, así como una enfermedad, muestra el camino y agranda la oportunidad, porque es “un mensajero del amor” que nos llega para que unamos aquello que está separado, es maravilloso contar con un método para iluminar mejor el camino. Entonces se trata de aprovechar el conflicto para averiguar qué hay que mirar en el sistema (algo que no era mirado y pretendía excluirse) y qué hay que cambiar consecuentemente. En la Argentina de hoy con la situación del conflicto Campo-Gobierno se constató una vez más que nuestra forma de convivencia nos hace perder poder como comunidad.

 

No logramos un acuerdo esencial que nos libere de la infertilidad de las discusiones y nos proyecte hacia un objetivo compartido de paz, bienestar, progreso, desarrollo, abundancia, alegría y amor. La patología que padecemos podría llamarse enfermedad de prevalecer y surge por creer que uno es mejor que el otro. Allí se origina el enfrentamiento que alimenta un instinto de aniquilación. Aunque este instinto no se transforme siempre en acto, se siente en los tonos con los cuales se habla del otro y se escribe sobre él o ella. ¿Por qué la pertenencia y la conciencia de grupo pueden hacer perder de vista que estamos todos en el mismo barco? Con humildad podemos escuchar aquello que se oye como una frase permanente y silenciosa por debajo de todo lo que se argumenta, se discute y se justifica: necesitamos reconciliación (darle un lugar en nuestro corazón a todos aquellos que nos hicieron daño y que consideramos victimarios).

 

Fenómenos 

Los fenómenos de conciencia y de inconciencia son tales que, mientras más odiamos y más nos encarnizamos en diferenciarnos del agresor, más aumentamos las probabilidades de actuar identificados con aquello que quisiéramos erradicar. Además, se ha comprobado que estas ataduras con lo reprimido, lo excluido, la sombra, pasan de una generación a las siguientes, es decir, que si no nos ocurre a nosotros, les ocurrirá a nuestros hijos o a nuestros nietos. De la misma manera, lo que hoy nos sucede deviene de exclusiones practicadas por generaciones anteriores. Funciona como una compulsión. Y se cura con un acto tan sencillo como difícil. Nos puede guiar la convicción: podemos apropiarnos juntos el infinito poder que reside en la reconciliación. Para unirnos en ese poder conviene “suspender” el hemisferio izquierdo del cerebro (la mente racional) y seguir una voz que puede iluminar el camino. Es necesario escucharla una y otra vez hasta que uno se ablanda y se pacifica y se cura. La voz dice: “Cerremos los ojos, respiremos profundamente y miremos juntos nuestra generosa tierra argentina cuando sólo era habitada por los pobladores originarios antes de fines del siglo XV.

 

Miremos con amor y reconocimiento a esos nativos. Veamos llegar a los españoles y observemos cómo se comportan con la naturaleza y con los “indígenas”. Ya no hace falta que los juzguemos. Son parte de nuestra historia y están en nuestros orígenes. Somos como somos en gran parte gracias a ellos. Podemos contemplarlos también con amor y reconocimiento. Ahora miremos a los mestizos, a los negros esclavos, a los criollos y a los defensores de la corona española. Asintamos a todos ellos por el legado que nos dejaron. A continuación miremos a los unitarios y a los federales: les podemos reconocer su parte en nuestra historia, sin calificaciones. Sigamos repasando las distintas épocas y los diferentes enfrentamientos y sepamos que todos pusieron su grano de arena y su gota de sangre para que seamos hoy tal como somos. Por fin, nos iremos acercando al presente, y allí aparecerá el mayor desafío, porque todo lo que devino de una larga historia de desencuentros y enconos nunca reconciliados, se escenificó como el horror que tuvimos que atravesar en las últimas décadas del siglo veinte, del cual aún no logramos despertar del todo, de forma de poder tomar todos los aprendizajes que necesitamos para cambiar el presente y para forjar un futuro apropiado, en lugar de querer corregir el pasado.

 

Golpe de estado

Respiramos profundamente y mientras lo hacemos nos tomamos todo el tiempo que sea necesario para prepararnos a mirar a los jefes de los últimos golpes de Estado y a quienes mataron, torturaron e hicieron desaparecer gente bajo sus órdenes. A todos les vamos a ir dando un lugar en el corazón, asintiendo a la realidad tal cual fue, reconociendo el dolor y soltando el enojo que creció sobre él. Cuando hayamos concluido, también vamos a contemplar a los jefes guerrilleros y a sus seguidores, a los muertos en enfrentamientos violentos de ambos lados, a los miles de desaparecidos y también a los que sobrevivieron. A todos les daremos un lugar en nuestro corazón. Quizás podemos empezar a sentir cómo por debajo de todo victimario asoma una víctima anterior y cómo por debajo de toda víctima no reconciliada asoma un victimario. El objetivo del ejercicio no es menor: tomar conciencia de que todos pertenecen a nuestra historia y nuestro destino, y que aquello que pretendemos negar y excluir, fatalmente vuelve a aparecer compulsivamente con nuevas formas y nuevos actores sobre el mismo trasfondo: se trata de “los buenos” contra “los malos”.

La voz del Bien Común en la Argentina

Por supuesto, cada grupo siente y piensa que es el bueno frente al malo (y viceversa). En nuestras almas podemos reconciliarlos y reconciliarnos. Y entonces no vamos a tener tantas idas y vueltas para dejar que los jueces hagan su tarea y quienes tengan que cumplir penas por sus responsabilidades lo puedan hacer como marca la ley y también la esencia del amor y de la vida en sociedad. Podremos callar y quedar todos en un pacificador silencio, compartiendo una realidad que fue muy dolorosa y nos marcó y nos hizo tal como somos hoy. Hasta que no lo logremos, seguiremos debatiéndonos y desangrándonos simbólicamente. No se trata de olvidar ni de perdonar.

 

Generaciones 

Se trata de reconocer el dolor, de mirarlo a la cara, de tomarlo y hacerlo carne y decir “sí” a nuestro destino, tal cual fue, con las contribuciones y las omisiones de cada uno de los actores. El día que digamos un gran sí todos juntos, estaremos libres para desarrollarnos en paz y con amor, cuidando adecuadamente a los más vulnerables y bendiciendo con ello a las próximas generaciones. Quizás, hasta podríamos llegar a ser un ejemplo de concordia y unión, un país capaz de contribuir al Bien Común de su gente y de todo el mundo. Hablando de las siguientes generaciones, quiero concluir con una frase de mi hijo mayor, Julián: “Ahora es el momento en que podemos probar cómo es ver a través de nuestras coincidencias; quizás, sintamos en la Unión, el Infinito”.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

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