La vocación de servicio toma forma

La vocación de servicio toma forma

Participación 

 

En ese documento muy breve, sosteníamos “la necesidad de la participación política como un instrumento eficaz para construir un futuro posible, en lo humano, lo político, lo social y lo económico”, y nos fijábamos “la necesidad de convertirnos en actores del cambio, fomentando la participación política activa de los ciudadanos, brindándoles un marco de contención que les permita desarrollarse en la vida política, ya sea desde una estructura partidaria, o desde fuera de ella”.

 

Acompañaban esta acta una serie de anexos con una definición de valores, principios y conductas compartidas; verdades de perogrullo tal vez, pero que marcaban, de alguna manera, la esencia de lo que queríamos construir. Habíamos trazado el camino para canalizar la vocación que nos había motivado a principios de año a acercarnos a la política, con la idea de realizar un aporte hacia la formación de una mejor dirigencia política. El proceso de búsqueda empezaba a rendir frutos. A principios de febrero de 2003, retomamos nuestras reuniones y rápidamente se consolidó un pequeño subgrupo, de unas cinco o seis personas, que queríamos avanzar en la toma de definiciones sobre cómo traducir la visión que habíamos plasmado en el Acta Fundacional, en algo más concreto.

 

Plan de acción 

La idea fue delinear un plan de acción. Nuestras reuniones se alternaban entre bares diversos y mis oficinas, y el funcionamiento grupal era muy horizontal. En una de esas charlas, decidimos que debíamos organizarnos si queríamos llevar adelante nuestra iniciativa, y mis compañeros me pidieron que liderara el grupo. Recuerdo bien que en ese momento me sentí sorprendido; si bien es cierto que yo era de los que más tiempo le dedicaba al proyecto, nunca había pensado en asumir algún tipo de rol de liderazgo, y la idea de hacerlo me generaba ciertas dudas sobre si podría satisfacer sus expectativas. Sin que mediara una aceptación formal de mi parte, las cosas se fueron dando naturalmente y, con el transcurrir del tiempo, empecé a sentirme más cómodo con la idea de coordinar el equipo, algo que, para ser franco, no era una tarea demandante, debido a la excelente química entre todos nosotros y a la visión común por la cual estábamos trabajando.

La vocación de servicio toma forma

En esta etapa, avanzamos en la definición de objetivos y actividades, y logramos un mínimo de institucionalización. Destacaría cuatro aspectos centrales de este proceso: La ampliación y consolidación de los integrantes de la “mesa chica” que, de alguna manera, asumía la responsabilidad de impulsar el proyecto. No dudo en decir que en pocos meses pudimos conformar un grupo humano excepcional, altamente cohesivo, muy compenetrado y con una enorme vocación de servicio. La decisión de hacer nuestro mejor esfuerzo para encarar el trabajo con niveles de excelencia y profesionalismo, comparables a los que estábamos acostumbrados en el sector privado. La elaboración de un plan estratégico que incluyera una visión de mediano plazo, que tuviera objetivos claramente definidos y actividades diseñadas en función de ellos, con un diseño institucional y organizacional para implementarlo. Definir claramente una estrategia de desarrollo de fondos para financiar nuestro proyecto. En el grupo impulsor de RAP, todos compartíamos una gran vocación de servicio; pero casi tan importante como esta actitud, era saber que, además, debía existir una idea clara y precisa de qué queríamos hacer y de cómo pretendíamos hacerlo.

 

Objetivos

Terminamos el 2003 con una definición estratégica clara de la misión, de los objetivos de nuestra organización y del tipo de actividades que queríamos desarrollar, y lanzamos, entonces, la constitución del vehículo formal (una Fundación) para llevar adelante la iniciativa. Definimos un esquema organizacional donde, más allá del trabajo voluntario del grupo impulsor, contaríamos con personal rentado. Iniciamos gestiones para conseguir apoyo financiero. Inicialmente, contamos con el soporte de familiares, amigos y conocidos del grupo impulsor. Definir la misión fue sumamente interesante como proceso, ya que si bien todos sabíamos que queríamos apoyar el desarrollo de una mejor dirigencia política, el primer debate serio se dio cuando tuvimos que decidir si nos limitaríamos a un sector con una razonable homogeneidad ideológica o si nos animaríamos a apostar por algo mucho más transversal y plural.

La vocación de servicio toma forma

Esta última postura fue la que primó, luego de un amplio proceso de diálogo y debate. Finalmente definimos que RAP tendría como uno de sus elementos distintivos una cultura de diversidad y pluralidad, buscando acompañar y apoyar a políticos que militaran en diversos partidos y espacios ideológicos, y que la homogeneidad estaría dada, fundamentalmente, en el hecho de compartir un auténtico espíritu democrático y republicano, una vocación por el fortalecimiento del marco institucional y un conjunto de valores, principios y conductas compartidas en cuanto a la forma de desarrollar la actividad política. El desafío más grande fue el de poder generar un espacio donde pudieran cohabitar políticos provenientes de diversos partidos e ideologías. La cultura política de nuestro país se ha ido cerrando cada vez más, y el elemento central que parecería acaparar toda atención es la lucha de poder, lo que lleva a que cada vez existan menos espacios de diálogo y debate de ideas y, por ende, una menor capacidad de generar pactos, acuerdos y consensos básicos. Frente a esta realidad, el aspecto más diferencial del proyecto de RAP era fomentar la generación de “amistad cívica”: redes de relaciones personales con un anclaje basado en la confianza.

 

Realidad

La expectativa, que hoy ya empieza a hacerse realidad, era que a partir de la confianza se constituyeran canales de diálogos que ayudaran a la generación de consensos y de oportunidades de trabajo conjunto. Cuando comenzamos a desarrollar la idea, muchos amigos nos decían que era ingenuo pensar en sentar en una mesa a un político de derecha con uno de izquierda, a un peronista con un radical o un oficialista con alguien de la oposición. Hoy, la realidad de RAP nos dice que no sólo es posible sentarlos en la misma mesa, sino que, además, es posible que conversen, que generen acuerdos y consensos respecto de algunos temas y que compartan vivencias y trabajos conjuntos.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

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