La sopa

La sopa

Programa 

 

Para terminar, un cuentito que se suele contar en el Programa de Salud Mental Barrial del Hospital Pirovano. Ocurre que una vez un linyera llegó al pequeño pueblo. Era de esos pueblos chicos, que quizás existen o, quizás, solo habitan nuestras idealizaciones. El hombre tocó la puerta de una casa, y la dueña atendió, algo precavida, pero no mucho (recordemos que en esos pueblos las puertas no tienen llave). “Señora, quiero pedirle un favor”, dice el recién llegado. “No tengo nada para darle”, le responde ella, reticente ante el pedido. “Lo que pasa es que tengo acá conmigo una piedra mágica que sirve para hacer la sopa más rica del mundo, y la pena es que no tengo ni olla ni fuego para poder hacerla”. “¿Necesita sólo olla y fuego?, entonces quizás lo pueda ayudar. ¿Cómo es eso de la piedra mágica?”, curiosa, la señora dejaba pasar al hombre mientras hacía esas preguntas.

La sopa

“Mire”, le responde éste, mientras saca de su bolso una piedra que, en apariencia, era común y corriente. “Esta es la piedra mágica, sólo ponerla en una olla, hervir el agua, y la sopa más rica se hace al ratito”. “Acá tiene olla y acá tiene el fuego”, dijo la señora, quien estaba ya intrigada y, posiblemente, también tentada con esa sopa que, imaginaba, tendría el sabor de la magia, no como la sopa de su día a día, algo aburrida, quizás. Fue hirviendo el agua, y la piedra estaba allí, dentro de la olla que prometía lo mejor. Fue entonces cuando el hombre dijo: “Mire, la sopa es magnífica, pero, le soy franco, si uno le pone unas papitas, algún pedazo de zapallo, y ni que decirle, un pedazo de carne, por pequeño que sea, ni le cuento. Al manjar que ya de por sí la piedra nos da, le agregamos esos detalles que la harán mejor aún”. “Bueno… creo que alguna papita tengo”, respondió la señora. Fue al fondo de la cocina y volvió con cuatro o cinco papas que agregó al agua, la que ya empezaba a humear con entusiasmo.

 

No sólo la piedra…

“Magnífico”, dijo el linyera, mientras revolvía el agua que dejaba entrever, no sólo la piedra, sino ahora también, unas lindas papas que flotaban alegres en lo que sería la sopa de los cielos. “No importa que tenga sólo papas y no zapallo o carne, igual será sabrosísima, pero ni se imagina cómo queda con esas dos o tres cositas más que le digo…”. “Bueno, yo no, pero quizás mis vecinas tengan algo para poner”, dijo la mujer, sumergida en la ensoñación y ya con franco apetito. Es así como salió y a los pocos minutos volvió con tres vecinas, quienes traían algún pedacito de zapallo, alguna zanahoria, un huesito con caracú adentro… El agua hirvió e hirvió, y la piedra cumplió su cometido. La sopa más exquisita deleitó a las vecinas y al linyera. Era verdad que la piedra era mágica. ¿Quién se animaría a contradecir esa afirmación con lo rico que salió, con tanta papita, tanta zanahoria, zapallo, carne…? El relato vale como manera de pensar lo real, y, como se verá, abre juego a diferentes maneras de cifrar lo que es una construcción comunitaria de la realidad. Sabrá cada uno interpretar y generar su propia moraleja. Yo, por mi lado, disfruto de la sopa y agradezco a la piedra su existencia

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

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