La Puna vista por una periodista europea
Acontecimientos
Altas cumbres de los Andes del norte argentino (más de tres mil cuatrocientos metros) con llanuras enormes y planas que se extienden a lo largo de cinco mil metros, rodeadas de volcanes, hasta casi llegar a los seis mil metros. Es la Puna, un mundo fantástico y extraño, apto para la vida del cóndor, los pumas, los suris (avestruces de los Andes) y los cardones. El hombre parece la nada misma, perdido en esta inmensidad excesiva. Lo que domina el lugar es la piedra, una piedra majestuosa y maliciosa; porque estas montañas exageradas se tiñen de rojo, amarillo, ocre y verde cobre, se tiñen a rayas, como ciertas botellas llenas de sal coloreada que se encuentran en las droguerías de nuestras ciudades.
Aquí no hay más que montañas y silencio. Un silencio infinito que nadie se atrevería a romper. A la noche, cuando surgen las estrellas y la cúpula del cielo parece estar allí, a pocos centímetros de nuestros ojos, uno se pregunta – ni el hombre más ateo podría dejar de hacerlo– quién habrá creado ese cofre pulsante y sin límites. En este terrible paraíso, la gente vive en pequeños poblados de casas de adobe, sin agua corriente ni luz eléctrica, en un tiempo inmutable y al ritmo de cadencias ancestrales, pero en la pobreza de nuestros tiempos. Donde nacen mis sueños Hace ya casi veinte años que viajo la Puna, un lugar mágico, creado más para rezar que para vivir. Como médico voluntario, comencé a ir con el objetivo de hacer algo por la salud de las mujeres campesinas que la habitan.
Episodios
Las primeras veces sufrí el mal de altura, producido por el poco oxígeno en el aire. Durante esos episodios, me di cuenta de que la forma de recuperar el aire estaba en la quietud, en el profundo reposo. Así, experimenté momentos de soledad e introspección y pude sentir, como dice un querido amigo, que allí el espíritu se ponía de rodillas. Durante esos momentos de silencio, tuve las visiones más importantes de mi vida, siempre relacionadas con mis afectos y mis principios más profundos.
En ese estado de duermevela, desfilaron ante mí imágenes de personas y recuerdos de conversaciones, que me llevaron a preguntarme qué estaba haciendo con mi vida. En una ocasión, después de haber trabajado tres o cuatro días atendiendo mujeres y niños, como olvidados por la mando de Dios, me sentí distinto. Mientras manejaba de vuelta a casa por aquellos largos caminos de montaña, imaginaba miles de formas de ayudar a las comunidades a las que había visitado. Sentía una ebullición dentro del pecho; mi cabeza no paraba. Puedo decir que fue una sensación física, una conmoción total. Soñé despierto en distintos tipos de emprendimientos: desde un hospital hasta brigadas sanitarias móviles para llegar a las comunidades más distantes y solitarias.
Viaje y hogar
Cuando después de horas de viaje llegué finalmente al calor del hogar y me encontré con Irene, mi mujer y compañera de la vida desde siempre, y mis cuatro hijos, una paz increíble me envolvió y me dormí como un niño. Pasó el fin de semana y al lunes siguiente, cuando me disponía a iniciar mi rutina, comprendí que yo ya no era el mismo. Mi primer objetivo, pensé, debía ser contagiar mi entusiasmo a otros, comenzar a abrir puertas y comunicar aquello que había imaginado en la soledad de las montañas. Como habrán notado, esa sensación de quietud me ayudó a pensar e imaginar un futuro.
El estado de conmoción que me había producido el mal de altura alentó mis más profundas fantasías, hasta convertirlas en visiones que, más adelante, se harían realidad. Creo que es importante para todos darnos esos espacios para cocinar a fuego lento nuestros sueños, como quien amasa la harina para preparar el pan. Claro que la naturaleza ayuda. Su grandiosidad nos une con el Todo y en medio del silencio surgen las chispas que encenderán los fuegos más intensos. Hay que buscar estos momentos, forzando la marcha de la rutina en la dirección contraria. Hay que estar dispuesto a escuchar en el silencio, ser capaces de desafiar la soledad y la falta de fe, ¿qué mejor lugar para intentarlo que la inmensidad de la Puna?
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