La función tutorial en la formación online.

La función tutorial en la formación online.

Nuevos roles docentes en nuevos medios

 

Tal y como vamos analizando a lo largo del libro, la enseñanza virtual tiene una serie de características que favorecen la creación de nuevos papeles o roles del profesor que, en este medio, suele denominarse tutor. Los señalamos, al comienzo de este capítulo, puesto que en lugar de considerarse aspectos facilitadores del aprendizaje del alumno suelen percibirse como elementos perturbadores del mismo por un profesorado acostumbrado a un tipo de enseñanza tradicional. Son, sin embargo, elementos que pueden aportar mejoras al proceso de enseñanzaaprendizaje y que llevan implícita una nueva concepción de las funciones o roles del profesorado. Uno de los que señalamos, en primer lugar, es la posibilidad de una comunicación personalizada profesor-alumno. Es muy común oír que la enseñanza virtual llegará a matar la comunicación entre las personas. Es por eso que muchos docentes se asombran cuando escuchan que lejos de romperse la comunicación, la tutoría virtual hace posible un nivel de interacción personal entre el profesor y el alumno muy elevado. La comunicación personal que es posible generar con el uso interactivo de los medios y las tecnologías (el fluir bidireccional de mensajes profesor-alumno) es una ocasión muy propicia para actuar sobre la complejidad del aprendizaje como un proceso vivo, no exclusivamente intelectual, sino afectado profundamente por cuestiones afectivas y motivacionales, como son los hábitos de estudio, los conocimientos previos, los estilos de aprendizaje, las expectativas y los intereses particulares. La oferta de un sistema de tutoría que ofrezca una atención individualizada a los alumnos es uno de los principales retos de los sistemas de formación. Cabría pensar en el desarrollo de propuestas donde no existiera este tipo de atención. Es posible, incluso, establecer sistemas donde las orientaciones y el feedback se ofrezcan al alumno de un modo automático, poniéndose en marcha en determinados momentos o bien como reacción ante determinadas acciones del alumno.

 

Este tipo de utilización mecánica de las nuevas tecnologías omite una de sus posibilidades de mayor valor, la interacción directa y continuada profesor-alumno. Las consultas personalizadas sobre cuestiones generales del curso, sobre contenidos específicos, las orientaciones y el feedback del tutor sobre la realización de las actividades suponen para el alumno la referencia necesaria para percibir que forma parte de una actividad de enseñanza y aprendizaje en la que no está sólo. Por otro lado, sí puede resultar de gran interés la utilización de procesos automatizados para descargar al profesor de algunas tareas repetitivas; especialmente si la automatización no es rígida, y en la medida en que sea capaz de realizar para el alumno procedimientos personalizados, que se ajusten a determinados parámetros del alumno (características de las actuaciones previas del alumno, estilos de aprendizaje, intereses, recorrido de aprendizaje, logros previos, etc.). El alumno valora no sólo una orientación estrictamente académica: necesita que su profesor/tutor le oriente, le anime, le motive, establezca con él un tipo de relación empática, la cual tiene una repercusión muy importante en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Y es, precisamente, ahí donde la tutoría virtual ofrece posibilidades importantes. Las diferentes experiencias puestas en marcha coinciden reiteradamente en que la tutoría no supone una despersonalización del proceso de enseñanza y aprendizaje, sino que permite un tipo de comunicación y relación muy rica entre los alumnos y sus profesores. Este tipo de tutoría plantea, sin embargo, importantes implicaciones económicas y de dedicación. Supone que un tutor esté disponible para atender a las consultas de los alumnos, y para revisar su actividad en el curso en un periodo razonable de tiempo, a partir del momento en el que el alumno demanda una consulta o realiza una actividad. Tal grado de disponibilidad requiere un esfuerzo considerable por su parte1. Además, el carácter individualizado de las consultas multiplica el tiempo de dedicación preciso para atender al conjunto de un grupo; con lo cual aumenta el coste referido a este apartado.

La función tutorial en la formación online.

Esto no quiere decir que no. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que hay maneras de conseguir que el tiempo dedicado por el profesor sea menor, como por ejemplo la utilización de una zona de preguntas más frecuentes o un tablón de anuncios, que el alumno esté obligado a revisar antes de consultar al tutor, o las interacciones entre compañeros. sea posible ni viable su realización. Esto significa que a la hora de la planificación de la tutoría es necesario ser conscientes de aspectos tales como número de alumnos, tipo de consultas, de actividades que se van a requerir, etc. Todo ello puede ayudar a mejorar la eficacia de este método y a obtener los mayores beneficios derivados de sus potencialidades. Otro elemento que favorece la función del profesor/tutor es la utilización del lenguaje escrito. Escribir, más que transmitir un conocimiento, es acceder a un conocimiento. El acto de escribir permite aprehender una realidad que hasta el momento se nos presentaba de forma incompleta. Muchas cosas podemos conocerlas y comprenderlas mejor cuando las escribimos. Se trata, por tanto, de un referente especialmente valioso para conocer la marcha del proceso de estudio y de construcción del conocimiento, de tal modo que se pueden expresar situaciones afectivas, si damos ocasión para ello; lo cual no significa, en absoluto, dejar de lado los asuntos académicos. Además, mediante este tipo de lenguaje también es posible percibir el estado psicológico del alumno, en sentido cognitivo y, también, afectivo (expresiones relacionadas con dificultades ante el estudio, resistencias al cambio, el autoconcepto, las motivaciones, la confrontación entre valores y actitudes, etc.).

 

Enseñanza virtual

Estamos hablando de los retos de la enseñanza virtual y otro de ellos se encuentra en el hecho de que el profesor puede anticipar y depurar los efectos del material sobre los alumnos. Las clases presenciales incorporan un alto grado de incertidumbre con respecto al efecto que las propuestas y aportaciones del profesor pueden tener sobre los alumnos. Incluso en aquellos casos en los que la actuación docente ha sido planificada en detalle, resulta difícil anticipar cuál va a ser su efecto sobre los alumnos. Aun cuando existe ese grado de elaboración previa, el profesor despliega su actividad incluyendo variables difícilmente planificables: gestos, tono, estado de ánimo, reacciones ante eventos en el aula, etc. Por el contrario, la elaboración de materiales para la formación on line permite al profesor examinar sus propuestas, anticipando con más precisión el modo en el que se presentarán al alumno, así como los efectos potenciales que cabe esperar. Una vez clarificadas las cuestiones centrales (qué requisitos pretendemos que cumpla el material para la enseñanza y el aprendizaje) nos es posible contrastar, previamente a su utilización, la medida en la que logramos cumplir las cuestiones que consideremos centrales. Una vez más, el mero recurso a la red para la docencia no garantiza en modo alguno el aprovechamiento de esta ventaja. Debe realizarse  un esfuerzo específico para revisar el material, procurando conocer el tipo de acciones hacia las que puede inducir a los alumnos, e introducir los ajustes precisos para que el material fomente el tipo de actividad discente que consideremos valioso. Cuestiones como la excesiva longitud de determinados textos, el grado de claridad de las exposiciones y las propuestas, o la adecuación de la selección y la secuenciación de los contenidos, pueden ser analizadas previamente por quien elabora el material; o mejor aún, revisadas conjuntamente por el profesor y otra persona que aporte una perspectiva más alejada de los condicionantes y los referentes que pueden estar dificultando la apreciación de determinados aspectos por parte del autor del material. La clase virtual, al contrario de la clase presencial, no nos permite presenciar en vivo las reacciones y la implicación de los participantes ante nuestras explicaciones, propuestas, aportaciones de compañeros, etc.

 

Sin embargo, sí resulta posible establecer mecanismos, en el marco de la formación on line, para recoger información útil para el profesor, que le oriente en la revisión de las propuestas y contenidos del curso. Puede tratarse de algún tipo de encuesta a los participantes, o también de algún sistema que permita aglutinar toda la información relativa a la actividad de los alumnos en una determinada unidad (ej., tiempo dedicado a la visita a cada lugar, registro de las consultas realizadas al respecto, análisis de las elaboraciones de los alumnos, o análisis de las evaluaciones). Otro reto importante de la enseñanza virtual es la atención a los ritmos individuales. Cualquier persona que tenga experiencia docente conoce las dificultades que implica la existencia de diferentes ritmos de trabajo en un aula. En situaciones de amplia heterogeneidad, como las que se dan por ejemplo en el segundo ciclo de la Educación Secundaria Obligatoria de nuestro país, uno de los mayores retos a los que debe enfrentarse el profesor consiste en hacer compatible la existencia de una diversidad de ritmos con la eficacia de las actividades de enseñanza y aprendizaje, tanto para quienes llevan un ritmo más lento como para quienes van más avanzados. Habitualmente el grado de heterogeneidad existente en los grupos de formación continua y cursos de postgrado no suele ser tan intenso, pero sí notable; con una clara repercusión en el carácter, la cantidad y el ritmo de la participación de los alumnos. Qué profesor no se ha encontrado en la disyuntiva de elegir entre llevar el ritmo que él mismo considera adecuado o adaptarse a un ritmo más lento que beneficia a un tipo de alumnos en perjuicio de otros. La utilización de la enseñanza virtual como medio didáctico permite respetar con una mayor facilidad estas diferencias, e incluso adaptarse  mejor a ellas posibilitando diferentes ritmos: ofreciendo recursos complementarios para los casos en los que se aprecie alguna necesidad específica o aquellos en los que el alumno tenga interés por profundizar en alguna cuestión, o planteando situaciones de interacción precisamente entre alumnos distintos. Otro reto importante de la enseñanza virtual es la superación de los recorridos únicos.

 

Una clase presencial se vertebra en torno a una única línea del tiempo, y muy frecuentemente en torno a un conjunto único de estímulos y recursos didácticos (exposición del profesor, presentación de transparencias, materiales impresos, etc.). Unicamente se alcanza cierto grado de variedad cuando se recurre al trabajo en los grupos o al trabajo individual ofreciendo a los grupos materiales diversos o que permitan diferentes modos de abordaje. En contraste, un programa de formación virtual puede llegar a ofrecer más fácilmente los recursos precisos para que el alumno realice su propio recorrido de aprendizaje. En lugar de que todos los alumnos sigan exactamente la misma secuencia de actividades de enseñanza y aprendizaje, un curso que se ubique en la red puede llegar a permitir a cada alumno decidir cuál es la secuencia de actividades que va a seguir en su caso particular. Este grado de flexibilidad puede ir acompañado de orientaciones claras que indiquen cuáles son los elementos o actividades centrales que el alumno debe recorrer y cuál es el interés o las ventajas de acudir a uno u otro elemento en un momento dado. De nuevo, debemos remarcar el hecho de que ésta no es una ventaja genérica, sino que supone un difícil reto: organizar la oferta formativa de modo que cada participante pueda realizar su propio recorrido de actividades, asegurándose al mismo tiempo de que haya cubierto las actividades y los contenidos que se consideren imprescindibles en cualquier caso. Tras lo expuesto hasta este punto queda por mencionar el aspecto del desarrollo del aprendizaje cooperativo y del trabajo en equipo por parte de los alumnos de una clase. Las clases presenciales son tradicionalmente aprovechadas, con mayor o menor éxito, para la práctica del trabajo en grupos. Este tipo de actividad surge espontáneamente en prácticamente cualquier actividad formativa presencial. Por el contrario, la enseñanza y el aprendizaje virtual conducen fácilmente a actividades netamente individuales, acaso completadas con la interacción con un tutor. En muchos casos se intenta subsanar esta limitación ofreciendo espacios de encuentro de alumnos del curso, tales como los foros de discusión y los chats. Sin embargo, no vemos razón alguna para no intentar desarrollar fórmulas de actividades de aprendizaje cooperativo en la formación on line, equivalentes al trabajo en grupo en las clases presenciales.

 

COMO DISEÑAR MATERIALES Y REALIZAR TUTORIAS EN LA FORMACION ONLINE

en algunos casos, del desconocimiento mutuo entre los participante, que quizás pudiera superarse, al menos parcialmente, mediante la animación para la participación en chats y foros, y mediante la acción del tutor que organizara grupos de trabajo, estructurando y supervisando la interacción entre sus miembros. Desde diferentes perspectivas se está analizando y preparando distintas fórmulas que permitan aprovechar las potencialidades de la formación de modo que favorezca y no inhiba el trabajo colaborativo. 2.2. El papel del profesor/tutor en la formación En este vertiginoso mundo en cambio, se requiere una renovación de la función docente con mayor flexibilidad y adaptación a las nuevas necesidades de los alumnos. El contraste entre el papel docente que precisan las nuevas tecnologías, la crisis de un modelo pedagógico que ha perdurado sin esenciales cambios durante siglos, los modelos participativos y democráticos de la sociedad actual, el énfasis en los conocimientos y predominio de lo teórico, son factores que incitan a una modificación de la enseñanza y a la búsqueda de un aprendizaje de mayor calidad pedagógica. Están muy manidas las comparaciones entre la educación que podríamos denominar tradicional o magistral, con un fundamento en el profesor como artífice de la misma, y el enfoque que podríamos denominar de aprendizaje más autónomo cuyo fundamento descansa más sobre la actividad del alumno. La comunicación, académica y social, entre estudiantes y profesores mediada por el ordenador presenta características distintas a la generada en el aula tradicional, por lo que las funciones del docente difieren en algunos aspectos de las de sus colegas de cursos presenciales. La formación conlleva una nueva concepción del profesor que pierde su carácter predominante de transmisor de conocimientos para adoptar la nueva figura de tutor/facilitador del aprendizaje. El papel del profesor/tutor en la enseñanza virtual implica una ruptura con esquemas mentales y actitudinales que caracterizan al profesor tradicional, sin por ello desprenderse de su carácter profesional docente. El alumno adopta, en este tipo de enseñanza, un papel protagonista, lo que significa un comportamiento activo con una mayor implicación y responsabilidad por su parte.

 

El alumno no se ha de limitar a recibir, registrar y repetir información sin mayor significado, sino que ha de construir el conocimiento, apropiarse significativamente de él relacionándolo (vinculándolo, contrastándolo) con conocimientos previos, poniendo para ello en juego acciones de carácter intelectual (pensar, analizar, compren, práctico (ejercicios, aplicaciones, experimentos, creaciones propias) y colaborativo (trabajo en grupos, contrastación de ideas, opiniones). Esto supone, para el profesor, superar prácticas de la enseñanza entendida como comunicación de verdades establecidas o transmisión de datos para su acumulación pasiva; en suma, se trata de concebir y ejercer la función del profesor como una profesión destinada a enseñar a aprender, donde su papel principal será planificar, estructurar contenidos, materiales y tiempos, dirigir, asesorar, animar y evaluar el trabajo de los alumnos. Muy al contrario de lo que piensan algunos profesores ante la eclosión de las nuevas tecnologías, éstas nunca podrán sustituirles. No es la tecnología la que garantiza el éxito de la enseñanza virtual. Como señala Roca (1994), nos engañaríamos si pensáramos que lo importante en la enseñanza virtual son las nuevas tecnologías. Lo importante es el alumno y el profesor. Es imprescindible la voluntad del alumno al que se puede ayudar, motivar y orientar utilizando gran variedad de recursos. Y la experiencia ha demostrado que en estos sistemas los resultados obtenidos están en relación directa con el papel que juega el profesor. No basta con la innovación tecnológica, es necesario que se produzca, también, una innovación pedagógica efectiva, lo que implica trasladar la atención del docente hacia el aprendizaje, hacia la formación del alumno. La educación requiere replantear la docencia y darle un nuevo significado. A pesar de muchos temores de los profesores actuales, el profesor no desaparecerá con la enseñanza virtual. El profesor pasa a ser un elemento imprescindible, el elemento clave para el éxito del aprendizaje. Gran parte de la literatura en este campo consiste en diferentes sugerencias para conducir con éxito este tipo de cursos; la mayoría de las recomendaciones presentadas por los expertos están basadas en experiencias personales en contextos específicos, por lo que pueden o no ser relevantes para profesores en otros contextos. Sin embargo, son recomendaciones fundamentales muy valiosas, producto de años de experiencia por lo que consideramos importante tenerlas en cuenta. En las propuestas de cambio o renovación de la función docente señalamos seis grandes roles que consideramos importantes para desempeñar con éxito el nuevo desempeño docente. Estos seis roles son: organizador, facilitador, motivador, evaluador, coordinador y líder.

La función tutorial en la formación online.

Organizador En la realidad actual y con los avances tecnológicos existentes, cualquier alumno puede acceder a información y a hechos de una forma mucha más amplia, profunda, relevante y actualizada que la que, normalmente, suele comunicar el profesor tradicional (Casas, 1998). Por consiguiente, el nuevo papel del profesor debe procurar organizar el proceso y orientar al alumno para que él encuentre caminos que le ayuden en su búsqueda del conocimiento. Para el constructivismo, el aprendizaje que debe promoverse es un aprendizaje significativo, es decir, donde el alumno atribuye significado y sentido al nuevo conocimiento a través de la revisión y modificación de sus conocimientos previos y estructuras de pensamiento, con referencia también a situaciones específicas con las que se relaciona el nuevo aprendizaje. El aprendizaje significativo da pie a nuevas búsquedas, a actividades complementarias que involucren y motiven al alumno. Estas actividades complementarias no surgen automáticamente, deben planearse con anticipación y bajo criterios muy claros por el docente en razón de su experiencia, creatividad, con una clara perspectiva de esta concepción del conocimiento y el aprendizaje. El profesor/tutor debe, por tanto, diseñar estas situaciones educativas, actividades y experiencias de aprendizaje, que orienten al alumno en esta línea. Así, en su función de organizador el profesor/tutor sería el encargado de realizar tareas como las que se detallan a continuación: —Desarrollar una guía de aprendizaje donde queden recogidos tanto los contenidos como los objetivos y metodología a seguir. La guía ha de servir de base para las discusiones, presentar información introductoria, describir las actividades y los materiales de estudio, así como los componentes y procedimientos del curso (Berge, 1996; Hiemstra, 1994). —Dar entrada a los temas con comentarios abiertos que definan el tópico de la discusión y sus expectativas iniciales como tutor; continuar clarificando el tema y las expectativas en el transcurso de la discusión. —Estar preparado para esperar las respuestas de los alumnos; no apresurarse a llenar los silencios con sus propias contribuciones (Berge, 1996; Feenberg, 1989; Paulsen, 1998). —Guiar la conversación sin dominarla (Harasim et al., 1995). 2.2.2. Facilitador

 

Actividad de enseñar / aprender

El profesor/tutor debe orientar su actividad a enseñar a aprender al alumno y éste, por su parte, tiene el reto de aprender a aprender. Su papel de facilitador supone, por tanto, un modo especial de presentar  los contenidos, de plantear las preguntas y comentarios para enfocar las respuestas de los estudiantes hacia el objeto de estudio, así como las estrategias de verificación y evaluación del aprendizaje. En la enseñanza virtual el estudio independiente cobra una importancia fundamental; además de la compresión y dominio de determinados contenidos teóricos y/o prácticos, es importante que los alumnos desarrollen la capacidad de aprender por sí mismos, lo que supone la puesta en marcha de diferentes habilidades como son la búsqueda, el análisis y la selección de información, la jerarquización y estructuración de ideas, la aplicación del conocimiento, la resolución de problemas, etc. En este proceso de desarrollo de un aprendizaje autónomo por parte del alumno, ¿qué debe hacer el profesor/tutor para fomentar el estudio independiente? La respuesta es, facilitar el aprendizaje rescatando el interés del que estudia y del que enseña. Para ello el profesor/tutor debe centrarse mucho en la actividad práctica del contenido teórico. Pero no en una práctica lejana y ajena al alumno. El profesor/tutor debe hacer un esfuerzo por contextualizar el aprendizaje en términos de su transferencia a las experiencias y vivencias cotidianas del alumno. La actividad es el punto central de motivación para el estudio independiente y para ello requiere ser agradable y satisfactoria para quien la realiza. Por ello es fundamental que no genere una tensión o inseguridad excesivas, sino interés por su realización así como facilitar los medios adecuados para que el alumno pueda concluirla con éxito. Las actividades deben tener como propósito inducir el aprendizaje autónomo, proponiendo para ello diferentes niveles o acciones cognoscitivas, desde la reflexión y la identificación de preconceptos, hasta la aplicación del conocimiento, contribuyendo no sólo a la adquisición de saberes sino también a la conformación de un plan de vida. Tratando de concretar un poco más las tareas del profesor/tutor en su papel de facilitador del proceso de enseñanza-aprendizaje podríamos señalar las siguientes:

 

—Trabajar con materiales relevantes para los alumnos, desarrollando preguntas y actividades que tengan relación con sus experiencias o con acontecimientos actuales o significativos para ellos (Berge, 1996; Feenberg, 1989; Paulsen, 1998). —Mostrar una actitud de flexibilidad en la presentación de los materiales. En lugar de presentar al comienzo del curso una agenda rígida, es importante dar cabida a posibles modificaciones en la misma en función de la marcha y ritmo del curso, siempre que ello sea acorde con los objetivos del mismo. —Pedir a los alumnos que, de forma periódica, realicen contribuciones al curso. Para mantener el diálogo activo es necesario animar a los participantes a que accedan al curso de forma continuada, solicitar comentarios específicos en relación a temas relevantes y establecer tiempos muy concretos para su repuesta (Berge, 1996; Paulsen, 1998). —Escribir comentarios de forma periódica y resumir el estado de la discusión cada una o dos semanas como forma de enfocar la discusión (Feenberg, 1989; Paulsen, 1998). —No dar conferencias. La experiencia sugiere que los comentarios largos y elaborados traen como resultado el silencio de los interlocutores. Se recomienda utilizar comentarios abiertos o ejemplos de las aportaciones para incitar a la participación (Berge, 1996; Feenberg, 1989; Harasim et al., 1995; Paulsen, 1998) Exponer perspectivas contrarias, direcciones diferentes u opiniones encontradas para el debate y crítica por parte de los participantes (Berge, 1996; Paulsen, 1998). Dentro de las tareas del facilitador no habría que olvidar la de favorecer el apoyo técnico a los participantes. Berge (1995, 1996) incluye las funciones de apoyo técnico, en el sentido de que el facilitador debe hacer sentir a los participantes cómodos con el sistema y los programas utilizados. Considera esencial que el profesor/tutor logre hacer la tecnología «transparente» para que el alumno se pueda concentrar en las actividades académicas. Entre las funciones tendentes a facilitar el apoyo técnico se encontrarían las siguientes: —Conocer el punto de partida de sus alumnos en cuanto a destrezas básicas para el uso del ordenador.

 

Este hecho permite que el profesor/tutor pueda dar aquellas orientaciones que ayuden a todos sus alumnos a seguir el mismo ritmo. No siempre es posible que el profesor ofrezca estas orientaciones; ahora bien, conocer perfectamente cuál es el punto de partida de sus alumnos ayuda a que se pueda planificar la formación previa que van a necesitar. —Conocer al personal de apoyo técnico para las dudas o problemas técnicos del curso que el profesor/tutor no pudiera resolver, si se presentan (Berge, 1996; Hiemstra, 1994). —Dar tiempo para aprender a usar el sistema. Los alumnos menos diestros necesitan aprender a usar los programas y familiarizarse con la tecnología antes de participar activamente en el curso (Berge, 1996).  —Contestar las dudas técnicas de los estudiantes (Berge, 1996; Hiemstra, 1994) y promover el aprendizaje en grupos, animando a los alumnos con más dificultades en las destrezas informáticas básicas para que trabajen con estudiantes experimentados (Berge, 1996). 2.2.3. Motivador El profesor/tutor ejerce otro importante papel: la motivación para el aprendizaje. La tutoría no puede consistir, únicamente, en una actividad destinada a resolver dudas y orientar en materia de contenidos académicos (el temario del curso o asignatura). La tutoría debe preservar su carácter de interacción humana, personal, donde pueda establecerse un mínimo de empatía, entendida como la disposición y la capacidad para ubicarse en la situación del otro. Mediante una asesoría que conjugue lo estrictamente académico (tratamiento de contenidos, resolución de dudas, recomendaciones complementarias de información, etc.) con niveles de comunicación empática se puede conseguir: —Generar confianza en el alumno para exponer y clarificar sus dudas sobre conceptos novedosos. —Disminuir el temor al fracaso y superar sensaciones de aislamiento que pueden suscitarse, inicialmente, en este tipo de proceso de enseñanza-aprendizaje. —Reconocer el estilo atribucional del alumno sobre las razones en las que basa el éxito o fracaso de su desempeño. Esto permite, a su vez, propiciar la autoevaluación y la objetividad, ubicando en su justa dimensión tanto factores externos como factores personales. —Formular al alumno recomendaciones para mejorar su desempeño, como puede ser la elaboración de mapas conceptuales, la búsqueda de información en fuentes diversas, etc. —Proponer y generar actividades dirigidas a vincular los contenidos del curso con situaciones observadas en el contexto local, nacional o internacional para aportar referentes significativos al estudio. —Y, sobre todo, lograr un nivel de comunicación con el alumno al que difícilmente puede llegarse en la enseñanza presencial donde, en muchas ocasiones, el alumno no deja de ser un rostro anónimo o donde la interacción profesor-alumno se reduce a contactos esporádicos o inexistentes.

 

COMO DISEÑAR MATERIALES Y REALIZAR TUTORIAS EN LA FORMACION ONLINE

Para conseguir estos objetivos existen diferentes estrategias, pequeños «trucos» que el tutor puede utilizar. A modo de ejemplo presentamos algunas de ellas: —Referirse a los estudiantes por su nombre. A todos nos agrada que cuando alguien se refiere a nosotros lo haga de forma personal y este hecho se hace más evidente en la comunicación. El uso del nombre ofrece al alumno una comunicación más cercana y personal. Además, este medio ofrece una mayor facilidad para este tipo de trato. En las clases presenciales es difícil que el profesor conozca de nombre de todos sus alumnos. Es probable que conozca «de vista» a muchos de ellos, por lo menos a los que acuden más asiduamente a las clases. En la tutoría el profesor/tutor puede conocer no sólo el nombre sino muchos aspectos personales de cada alumno. Referirse a ellos hace que la comunicación gane mucho en cercanía y calidad. —Evitar la adopción de posturas autoritarias, y muy especialmente con estudiantes adultos (Berge, 1996) Este tipo de actitudes provocan, de forma inmediata, un enorme rechazo por parte del alumno que pueden llevarle a reducir su participación. —Mantener un estilo amigable (Harasim et al., 1995) lo cual no significa que sea condescendiente. Simplemente supone utilizar palabras y comentarios amables que animen a la participación. —Reconocer, explícitamente, los pequeños logros o avances que vaya realizando el alumno. Los profesores somos más tendentes a señalar los aspectos negativos del aprendizaje que a reforzar los positivos. El reconocimiento de pequeños avances en el aprendizaje es un elemento esencial para el logro de los objetivos establecidos. —Admitir diferentes niveles de participación de nuestros alumnos. Hay personas que aprenden escuchando las aportaciones de otros. Es importante darles la bienvenida y reconocer su presencia (Berge, 1996). —Reforzar y modelar comportamientos apropiados. Para promover la cortesía y la interacción es conveniente, por ejemplo, agradecer los comentarios efectivos que se lleven a cabo (Berge, 1996; Eisley, 1992; Feenberg, 1989; Paulsen, 1998). —No ignorar los comportamientos inapropiados. Solicitar, en privado, cambios en los comportamientos negativos y hacer conscientes a los participantes de las normas de comportamiento, que previamente se han debido de presentar a los alumnos de forma escrita (Berge, 1996). —Solicitar al grupo que sea considerado hacia los comentarios de los otros (Eisley, 1992; Paulsen, 1998). 4 —Cuidar el uso del humor.

 

Limitar el uso de las bromas y el sarcasmo, ya que es muy difícil mostrar la intención y el tono en la comunicación escrita (Berge, 1996). —Preservar con gran escrupulosidad la privacidad de la comunicación tutor/alumno. Algunos alumnos pueden sentir temor al ridículo en público; ser amable al aceptar sus comentarios y resolver las excepciones en privado (Berge, 1996). 2.2.4. Evaluador La enseñanza virtual tiene unas características tales que hacen que la evaluación no pueda ser únicamente sumativa o de rendición de cuentas por parte del alumno. Esto implicaría dejar al estudiante totalmente en soledad, no acompañarle durante el proceso e impedir con ello toda posibilidad de aprendizaje a partir del vínculo e intercambio con otros sujetos. En la enseñanza virtual la evaluación por parte del profesor/tutor es una pieza esencial de su labor de acompañamiento. Para ello necesita involucrarse activamente en su proceso de aprendizaje, guiándole y orientándole en su trabajo con los contenidos del curso, proporcionándole información complementaria, sugiriéndole formas de acercamiento al estudio autónomo y dándole pautas para autoevaluar su propio aprendizaje. 2.2.5. Coordinador Un aspecto distintivo que aportan las nuevas tecnologías es su utilidad como medio de comunicación recíproca, es decir de intercambio, en el más estricto sentido de mensajes entre los sujetos intervinientes en los procesos educativos que están tras los instrumentos técnicos. De esta manera y con estos medios es posible desarrollar, a pesar de la distancia, procesos participativos y colaborativos dando cabida a la expresión auténtica de todos y cada uno de los involucrados. El profesor/tutor tiene, por tanto, un importante papel en la coordinación del diálogo, motivando a los alumnos para que participen en el mismo, y para que este diálogo tenga un sentido pedagógico, es decir que se oriente hacia la reflexión, el análisis y la construcción del conocimiento, sin quedar al mero nivel de conversación más o menos amable y agradable. En este sentido, algunas de las funciones del profesor/tutor son las que se detallan a continuación: —Promover la participación. Animar a los alumnos para que se dirijan a sus compañeros y al tutor (Feenberg, 1989; Paulsen, 1998),  así como dinamizar la participación cuando decae, solicitando comentarios y respuestas directas hacia los temas de discusión (Eisely, 1992). —Cuidar la proporción de las aportaciones. Como regla general para el tutor, la proporción de sus contribuciones debe ser de un cuarto a un medio del material total. —Es conveniente dedicar diariamente un tiempo a leer las aportaciones de los alumnos. Esto supone, por un lado, que los alumnos se sienten acompañados diariamente en su camino y evita, por lo tanto, un sentimiento de soledad que se produciría si al otro lado de la línea no se percibe más que silencio continuado. Además, permite al tutor no dejar que muchos participantes se atrasen (Feenberg, 1989; Paulsen, 1998). —Solicitar, en privado, a los alumnos muy participativos que esperen las respuestas de sus compañeros. De la misma manera, pedir a los más callados que participen activamente (Berge, 1996; Paulsen, 1998; Eisley, 1992). Si hay estudiantes que no han accedido el sistema durante un tiempo continuado, ponerse en contacto con ellos de la forma más rápida y directa, por ejemplo por teléfono, fax o carta. 2.2.6. Líder Y por último, el profesor/tutor debe ser, en su sentido más amplio y completo, el auténtico líder de este proceso.

La función tutorial en la formación online.

Y nos referimos no a un líder «dejar hacer». Con este tipo de liderazgo la formación está abocada, irremediablemente, al fracaso. Nos referimos a un líder potenciador, que motive a los participantes, que les apoye, que les guíe teniendo en cuenta sus características personales, que les anime a realizar proyectos y propuestas, que presente retos y desafíos intelectuales, que les haga pensar y argumentar sus puntos de vista, que les muestre consideración y respeto, que apoye sus ideas y pensamientos, que muestre su visión, analice estrategias, potencie, cree y desarrolle el trabajo en equipo. Y nos referimos, también, a un líder que vaya corrigiendo los errores de sus alumnos y reforzando los pequeños logros hacia la consecución de los objetivos del aprendizaje. Todas las funciones y papeles que hemos ido definiendo a lo largo de este apartado sólo pueden ser llevadas a cabo por un profesor/tutor que, además de preocuparse por los contenidos académicos, se convierta en el auténtico líder de la formación. . Actitudes de los profesores ante la formación Existen numerosos estudios que analizan la percepción del profesorado ante las TICs. En general, todos ellos parecen coincidir en determinados aspectos positivos de las mismas pero ponen de manifiesto, al mismo tiempo, una serie de temores o actitudes negativas por parte de aquellos que han de convertirse en los promotores de su utilización. En cuanto a las características positivas percibidas por el profesorado éstas serían, de mayor a menor importancia, las siguientes: —Aumenta el nivel de motivación de los alumnos. —Incrementa y mejora su nivel de información. —Desarrolla destrezas cognitivas. —Permite una atención directiva. —Explica conceptos. —Desarrolla el nivel de creatividad de los alumnos. —Aumenta el rendimiento. —Modifica actitudes. —Suscita debates. —Ayuda al desarrollo de las relaciones sociales. En cuanto a los aspectos negativos señalados por algunos profesores se encontrarían: —es una tecnología excesivamente cara, —invertir en infraestructura informática no elimina el fracaso educativo, —no existen programas educativos de auténtico interés, —los ordenadores generan una situación ambigua respecto al papel docente, —las NNTT no son rentables si se tiene en cuenta el tiempo de formación y preparación docente para su utilización, —las NNTT son fuente de frustración, si no se garantiza la accesibilidad a la infraestructura, si no existe asistencia técnica y asesoría pedagógica. En síntesis, destacaremos tres grandes resistencias del profesorado, que son, por otro lado, comprensibles.

 

Miedo al cambio. Esta es una actitud muy humana y general, lo desconocido siempre produce un efecto de temor y miedo. Nos entra la preocupación de cómo será la nueva situación, si seremos capaces de adaptarnos, si la nueva situación nos puede llevar al fracaso personal y profesional, etc. . Un sentimiento de incapacidad. Las tecnologías informáticas precisan de unas destrezas y competencias que algunos profesores sienten como muy distantes. 3. Pérdida de autoridad ante los alumnos. El papel del profesor se ha mantenido durante mucho tiempo en los planos situados a distinto nivel. El cambio de funciones docentes que se están proponiendo, sitúan a los profesores en un orden distinto frente a la información de la que ya no es el único depositario. Esto puede producir, al menos en un principio, un sentimiento de pérdida de autoridad. Se pasa de una situación de orden vertical a una horizontalización de las relaciones profesor-alumno. En definitiva, son múltiples y muy variadas las actitudes emergentes. Ahora bien, probablemente no debamos atribuirlas únicamente a la herramienta, al instrumento. Esta representa sólo la punta del iceberg, el elemento más visible de una oposición a un cambio más profundo en el modelo de enseñanza-aprendizaje que subyace a su utilización. Es por ello que debemos ser conscientes que las actitudes negativas ante la utilización de las nuevas tecnologías pueden ser, en muchos casos, reflejo de una oposición más profunda al cambio que se está suscitando en el modelo educativo. De hecho la utilización de las TICs puede no tener ningún sentido si se percibe, únicamente, como un hecho que hay que asumir de forma inevitable para no quedarnos atrás ante los avances de la sociedad. Este tipo de utilización, carente de sentido, lejos de ser beneficiosa puede llegar a ser incluso perjudicial para los objetivos educativos. La formación no es un fin en sí mismo sino que puede convertirse en un medio que ayude a la consecución de unos objetivos educativos no centrados únicamente en conocimientos sino en el desarrollo de unas competencias, unas actitudes y unos valores tendentes al desarrollo de una aprendizaje más autónomo y significativo por parte del alumno. 2.4. Los diez mandamientos de la tutoría Para terminar este capítulo presentamos la adaptación de los 10 mandamientos de la tutoría que presenta Chan (1999) Se trata de unos consejos útiles y sencillos para hacer nuestra labor, como tutores, mucho más efectiva a la vez que gratificante.

 

Retroalimentación

Da prioridad a la retroalimentación sobre todas las cosas. —Lleva a cabo un feedback personal y confidencial. —Un feedback amable y cortés («Hola María», «Me alegro de volver a tener noticias tuyas, Javier»). Trata al alumno como a tí mismo. —Hazle algún comentario sobre alguna situación que conozcas de su vida («por cierto, estarás muy contento porque tu equipo es campeón de liga»). —Sé empático («sé por lo que estás pasando», «sé lo difícil que es compaginar tantas actividades»). —Abierto al diálogo («perdona si me he equivocado en mi apreciación»). 3. Minimiza los errores, no los conviertas en motivo de abandono. —«La mayoría de tus compañeros han pasado por el mismo problema». —«No te preocupes». —«Estoy aquí para ayudarte». —«Aún las cosas que parecen más difíciles de alcanzar se pueden lograr paso a paso con paciencia y dedicación». 4. Honra a tu alumno y su trabajo. Cuando percibas que el alumno está desanimado: —«El esfuerzo tan grande que estás haciendo te va a traer muchas satisfacciones en el futuro». —«¡Animo, ya estamos a mitad del curso, falta muy poco!» —«No olvides la cantidad de oportunidades que te va a ofrecer la realización de este curso». 5. No matar. Cuando recibas un mensaje cargado de agresividad, no lo contestes el mismo día ya que podrías cometer un «asesinato». 6. No ser autoritario en los mensajes. —Es mejor que los mensajes que escribas sean sugerencias, no órdenes («La aportación en el grupo de discusión podría…, te sugiero…, si crees oportuno…») 7. No robar. —Mantén una actitud abierta, no robes las ideas de tus alumnos. —Si tu retroalimentación es evaluativa, dirígela a la idea, no a la persona: • «Has planteado mal el problema». • «¿Crees que está bien establecida tu argumentación?» . No levantes falsas expectativas ni mentiras. —Sé útil, señalando áreas concretas de los trabajos de los alumnos en los que pueden mejorar. —Evita utilizar, únicamente, expresiones como «bien», «mal», «rico», «pobre», «claro», «confuso». 9. No provocar confusión en el alumno. La retroalimentación debe ser: —Oportuna. —Concreta. —Clara. 10. No aceptar la deshonestidad intelectual. Si descubres que un alumno te está entregando una actividad o una tarea que pertenece a otro alumno o que ha sido copiada de otro medio, esa actitud no puede quedar impune.

 

La función tutorial en la formación en línea es crucial para el éxito del aprendizaje a distancia. Los tutores desempeñan roles importantes para apoyar y guiar a los estudiantes a lo largo de su proceso educativo:

  1. Orientación y Apoyo Inicial: Los tutores brindan orientación al inicio del curso para familiarizar a los estudiantes con la plataforma en línea, los recursos disponibles, las expectativas del curso y las metodologías de estudio.
  2. Apoyo Académico: Ayudan a aclarar dudas sobre el contenido del curso, ofrecen explicaciones adicionales cuando sea necesario y guían a los estudiantes en la comprensión de los conceptos.
  3. Facilitación del Aprendizaje: Diseñan y dirigen actividades de aprendizaje, moderan discusiones en línea, fomentan la participación activa de los estudiantes y promueven la colaboración entre ellos.
  4. Evaluación y Retroalimentación: Proporcionan retroalimentación constructiva sobre el progreso de los estudiantes, evalúan las tareas y proyectos, y ofrecen orientación sobre cómo mejorar.
  5. Motivación y Apoyo Emocional: Mantienen la motivación de los estudiantes, los alientan en momentos difíciles y les ofrecen apoyo emocional para superar obstáculos en el aprendizaje.
  6. Personalización del Aprendizaje: Adaptan la enseñanza a las necesidades individuales de los estudiantes, ofreciendo recursos adicionales o modificando la estrategia de enseñanza según sea necesario.
  7. Gestión del Tiempo: Ayudan a los estudiantes a gestionar su tiempo y a establecer un plan de estudio efectivo, asegurando que se cumplan los plazos y se avance adecuadamente en el curso.
  8. Comunicación Efectiva: Mantienen una comunicación abierta y clara con los estudiantes, respondiendo rápidamente a preguntas y preocupaciones a través de herramientas de comunicación en línea.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

Compartir en facebook
Facebook
Compartir en twitter
Twitter
Compartir en linkedin
LinkedIn

Compártelo en redes

Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestra web. Si sigues utilizando este sitio asumimos que estás de acuerdo. VER