Espeleología de los valores
Circularidad
De este modo, se da una cierta circularidad en la relación entre valores y metas ya que mientras que los valores se pueden entender como el propósito último que orienta el comportamiento –el propio y el de los chicos y chicas de nuestra tutoría– hacia determinados objetivos y metas, la importancia de estas viene dada, precisamente, por la calidad de los valores que tales metas materializan. Retomando nuestra metáfora montañera, tenemos que nuestros valores personales son la razón profunda que nos damos para elegir la loma a la que queremos subir y, así, ponernos en marcha hasta la cumbre; el hecho de elegir una cumbre concreta y no otra, depende de las implicaciones que conlleve cada una de las escaladas.
Merece la pena que examinemos esto con algo más de detalle: En un primer nivel de evidencia, lo más directamente observable es el comportamiento y los objetivos más inmediatos que se pretenden alcanzar mediante ese comportamiento: dos chicos estudian con ahínco (comportamiento observable) y lo hacen para superar el curso (objetivo inmediato o motivación de primer grado). Ahora bien, si se profundiza un poco más, es posible matizar un estrato propositivo de segundo nivel sobre el que se asientan las motivaciones individuales que mantienen esos comportamientos aparentemente equivalentes: en un caso, el propósito de fondo es conseguir librarse de un castigo o de una situación incómoda; en el otro caso, la posibilidad de iniciar unos estudios universitarios determinados.
Valores
Un poco más abajo, en un estrato más profundo, se asientan los valores –o antivalores– que fundamentan todo el entramado de la motivación personal para poner en marcha y mantener un determinado comportamiento; en el ejemplo que venimos siguiendo, el valor que sustenta todo ese comportamiento de dedicación al estudio es, en el primer caso, el simple deseo cortoplacista de disfrutar de un verano tranquilo mientras que, en el segundo caso, el valor subyacente tiene un matiz más comprometido con el deseo de ser útil a la sociedad. Visto de este modo, podríamos decir que, para evitar quedarse en el espejismo de las meras apariencias y alcanzar una comprensión más cabal de las motivaciones humanas de fondo, la psicología necesitaría mirar más allá de su auto asignado objeto de estudio –el comportamiento observable– y enriquecerse con las aportaciones de otros saberes de corte menos experimental pero de un hondo peso racional como, por ejemplo, la filosofía.
El esquema que sigue nos puede ayudar a visualizar esta idea de una manera más concreta: Aplicación al estudio COMPORTAMIENTO OBSERVABLE Aplicación al estudio Pasar un verano agradable OBJETIVOS SUBYACENTES Acceder a la universidad Evitación de conflictos, bienestar personal VALORES ESENCIALES Realización profesional Esquema. La jerarquía propositiva. Los valores vitales determinan objetivos a alcanzar mediante comportamientos concretos. Idénticos comportamientos observables, sin embargo, pueden estar sirviendo a objetivos y valores muy diferentes. El comportamiento observable es sólo la punta del iceberg; los sustratos sobre los que se asientan las conductas particulares deben ser explorados para una comprensión cabal de la motivación y las decisiones personales.
Conductas
Desde esta perspectiva, haciendo un poco de espeleología a partir de las conductas observables, casi siempre será posible establecer una relación con los valores de fondo de modo que el comportamiento habitual o “estilo de conducta” nos puede dar pistas sobre los caminos por los que una persona tiende a transitar con mayor frecuencia. Si trasladamos las reflexiones anteriores al conjunto de nuestros alumnos, podremos observar determinadas tendencias conductuales entre las chicas y los chicos de nuestra tutoría de manera que siempre habrá quien se pase buena parte de su tiempo hablando de fútbol y practicándolo (valores relacionados con la actividad física) o bien buscando libros para leer (valores de tipo intelectual), relacionándose con sus colegas (valores sociales) o aislándose para jugar a la “play” (“valores” de evasión), por citar algunos ejemplos.
Si conseguimos ahondar un poco más aún en los verdaderos motivos que pueden estar alimentando todos esos comportamientos –para lo cual convendrá practicar espeleología en las propias interioridades mejor que poner a prueba la paciencia de los chicos– es posible que alcancemos el nivel en el que se apuntan algunas metas vitales importantes: tal vez el deportista persiga una salud de primera (o puede que fama, o dinero); el bibliófilo, conocimientos (o, quizás, evasión o creatividad); la relaciones públicas, liderazgo y hasta puede que el ludópata en ciernes persiga una meta de superación de dificultades y dominio más que de evasión. Pero aún no habremos alcanzado la plataforma base. La gran pregunta final es: “¿Y qué finalidad tiene el mantenimiento de una buena salud, el conseguir dinero o conocimientos, mantener unas buenas relaciones sociales o, incluso, ensimismarse y evadirse?
Gran viaje final
Al fin y al cabo, la salud siempre es efímera, el dinero no es posible acarrearlo en el “gran viaje final” y las relaciones sociales pueden ser mudables. Si insistimos en preguntar a nuestros alumnos por qué eligen emplear su tiempo, precisamente, en esas actividades –o si nos formulamos la pregunta a nosotros mismos–, lo más probable es que la respuesta más general se limite a un sorprendido encogimiento de hombros acompañado de expresiones tales como: “porque me gusta” o –si forzamos un poco más la respuesta: “¿Y por qué te gusta?”– puede que obtengamos un categórico “porque sí”, lo que pone de manifiesto que los valores se eligen libremente (aunque no de manera arbitraria, como veremos enseguida) y no meramente por un cálculo de pérdidas y ganancias, de balance de resultados inmediatos.
Todo esto viene a resaltar el hecho de que los valores son una elección pero que, a diferencia de las elecciones habituales que suele estudiar la psicología en función de variables dependientes e independientes, no se basa en criterios lógicos, utilitarios ni hedonísticos a corto plazo. Los valores son elecciones que se adoptan en función de criterios morales que no se satisfacen simplemente con programas de recompensas o refuerzos porque, aquí, aquello que se elige pasa a formar parte integrante del camino vital que cada cual se compromete a trazar. Dicho de otro modo, la auténtica respuesta a la insistente pregunta –“¿Y por qué te gusta?”– sería algo parecido a: “porque es la manera en la que yo decido definirme, ser yo mismo; porque es el camino que yo me comprometo a recorrer para ser yo”. Y al caminar se traza el camino y se fortalece el caminante. Es decir: en la materialización de los propios valores, cada cual se define como la persona que decide ser; de esta manera, la verdadera “recompensa” de tal camino consiste, precisamente, en hacer el camino elegido.
La «espeleología de los valores» es una metáfora interesante que hace alusión a la exploración profunda y sistemática de los valores personales, sociales o culturales, de manera similar a cómo los espeleólogos exploran cuevas y cavernas.
Analogía por analogía, algunos paralelismos:
- Profundidad y Complejidad: Al igual que las cuevas pueden tener pasajes intrincados y desconocidos, los valores humanos también pueden ser complejos y profundos, con capas que necesitan ser exploradas para comprender su verdadero significado y origen.
- Descubrimiento y Exploración: Al explorar una cueva, los espeleólogos descubren nuevos pasajes y salas. De manera similar, al explorar los valores, las personas pueden descubrir nuevos aspectos de sí mismas, así como comprender mejor las creencias que guían sus decisiones y acciones.
- Adaptación y Cambio: Los espeleólogos deben adaptarse al entorno de la cueva, a veces superando obstáculos. Del mismo modo, al explorar los valores personales, uno puede encontrar contradicciones o desafíos que requieren adaptación y cambio en la forma de pensar o actuar.
- Herramientas y Enfoques: Al igual que los espeleólogos utilizan herramientas especiales para navegar en cuevas, explorar los valores puede requerir el uso de enfoques como la reflexión, el diálogo, la autoevaluación y el análisis crítico.
- Conciencia y Compromiso: La espeleología de los valores puede llevar a una mayor conciencia de los propios valores, así como a un compromiso más profundo con aquellos que se consideran fundamentales para el individuo.
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