El tutor en la Educación Superior

El tutor en la Educación Superior

Universitaria

 

El rol del tutor en un contexto histórico y sociocultural. La pregunta por el tutor universitario, su rol y condiciones de existencia, no puede hacerse sino en el contexto en que el mismo se sitúa. En su teoría socio-histórico-cultural, Vigotsky concede un rol central a la historia, al señalar que los procesos psicológicos superiores son resultado de la internalización de medios culturales que cambian en el tiempo y el espacio. Cada sociedad pone de manifiesto una interrelación particular de prácticas, de modo que cada una es mantenida por las restantes en la medida que cumple con el papel que se supone desempeña en el cuerpo social. Si no lo cumple, desaparece o se transforma (Rosa y Montero, 1990). Esta cuestión resulta significativa para entender los conceptos que se instalan en torno al término tutor, así como los cambios operados en las representaciones y modalidades de prácticas, tanto de tutores y docentes, en su posición y funciones dentro de un sistema de actividad.

 

Dicho sistema a su vez, es producto tanto de las transformaciones del individuo como del propio contexto en que se actúa: institucional, espacial, sociocultural y económico. Los interrogantes que formula Cole (1990) sobre la educación formal en el proceso histórico pueden recuperarse en la pregunta por las condiciones con que se inicia la tutoría y la transformación de las mismas hasta la actualidad. Este autor, a partir del análisis de las circunstancias históricas en que surge la educación formal, de las tareas que cumplió en su desarrollo, de las formas sociales a las cuáles sirvió y de los medios especiales que empleó para ello; expresa la necesidad de abordar la educación actual en el marco de los cambios sociales que la movilizan y de los contextos que enmarcan su implementación. Para el caso del tutor, será clave la pregunta por las tareas sociales que le fueron asignadas, los medios que empleó en su origen y las características que revisten éstos en la actualidad. Avanzando en esta línea, puede pensarse en la influencia de las políticas económicas en la educación y en el ejercicio de roles a ella vinculados: “Puesto que ya se ha demostrado que históricamente la escuela surge como parte y partícipe de cambios sociales amplios, el examen de la incidencia cognitiva de la escolarización nos conduce a abordar los rasgos no empaquetados de la experiencia escolar. Tales como el contexto socioeconómico y los procedimientos de mediación” (Cole, 1990: 119).

 

Sociocultura y economía 

El análisis del rol del tutor requiere ser enmarcado en los escenarios socioculturales y económicos actuales y en los propósitos que guían la universidad en el siglo XXI, así como en las consecuentes expectativas sobre los roles de los distintos actores y el tipo de formación que deben adquirir los alumnos (Lázaro, 1997; 2004; Monereo y Pozo, 2003). Desde un enfoque histórico y genético, que implica observar y analizar los roles actuales a la luz de transformaciones operadas en procesos previos, es necesario analizar las funciones del tutor en el pasado, para entender cómo han influido e impactado en las configuraciones presentes. 3.2. Historización del rol del tutor: su relación con los modelos de universidad En la bibliografía sobre la función tutorial en la universidad, diversos autores coinciden en señalar que el tutor, como figura que acompaña y guía, existe desde la etapa de institucionalización de la universidad (Baudrit, 2000; Lázaro, 1997; 2004). En el conjunto de tutorías institucionalizadas, el tutor universitario es la figura más antigua que puede rastrearse, situándose aproximadamente a partir del siglo XI. Sin embargo, se evidencia que sus funciones han ido cambiando en los distintos momentos históricos de la Universidad, en función de los modelos que las instituciones han ido adoptando. Lázaro (1997; 2004) ha realizado un importante análisis de la vinculación existente entre el rol tutorial y la misión de la universidad en cada contexto socio-histórico, derivando de la misma las funciones que prioritariamente ha ido cumpliendo el tutor.

 

Este enfoque aporta elementos valiosos para definir categorías que permitan explicar las funciones desempeñadas por el tutor en la universidad actual. Lázaro (1997) sitúa el origen de la tutoría “como función educativa institucional”, a principios del siglo XI, con la creación de las universidades. El tutor era “el profesor que ejercía una función de tutela formativa, asegurando el estilo universitario, convirtiéndose en el garante de la verdad científica ante los estudiantes sobre los que tiene encomendada su formación” (p. 76). La universidad en esta etapa tiene la misión de brindar la universalidad de los conocimientos alcanzados, ya que la verdad científica tiene que ser preservada y transmitida. El conocimiento es de carácter global y universal; y si bien se relaciona con la realidad social, se proyecta hacia realidades más mediatas, atemporales y generales. El saber por el saber mismo es propio de este período. Estas características se mantienen en el período del Renacimiento, pero aparecen importantes cambios en los métodos de indagación de la realidad y en la búsqueda de la verdad científica: la observación, la comprobación empírica, la sistematización y la representación matemática de los hechos.

 

Universidad

En este modelo de universidad, la figura del tutor se identifica con el educador pleno que se dedica a formar a un alumno en su totalidad. “Es el profesor más específicamente encargado de velar por el desarrollo de la personalidad del estudiante, siendo el garante de su grado de cientificidad y de su formación, acompañándolo en el proceso a través de un tratamiento personalizado para atender al espíritu científico” (p. 80). Este profesor-tutor, como acompañante de pocos alumnos, tiene un rol distinto al científico y al didáctico. Es un asesor personal y profesional, que por su autoridad científica, asesora y sanciona la conducta moral, social e intelectual de sus tutelados. En este modelo, poseer la verdad requiere investigar buscando la certidumbre de lo ya conocido. Comienza a cobrar importancia el saber unido a la búsqueda de nuevos conocimientos, adquiriendo relevancia la máxima libertad, el orden y la disciplina para el logro de estos objetivos. Se necesita un nuevo estilo de profesor, que provoque y motive a los alumnos en el entusiasmo de la búsqueda de la verdad y que colabore con el alumno en un trabajo conjunto en esa búsqueda. Ejerce una cierta vigilancia educativa de los estudiantes, velando para que la verdad se adquiriera de modo fiel en los nuevos aprendizajes.

El tutor en la Educación Superior

En el siglo XIX, si bien se mantiene la relación ciencia-verdad, la secularización de la sociedad y la materialización de los conocimientos influyen en el surgimiento de un nuevo modelo de universidad, en que comienza a cobrar énfasis el saber aplicado y la utilidad de los estudios que se realizan. El sentido de la universidad comienza a cambiar, en tanto se erige como una institución que debe resolver problemáticas sociales más inmediatas y de carácter técnico, favorecer la inserción de sus egresados y brindar estudios superiores para desarrollar competencias profesionales. Tanto en el siglo XIX como en el siglo XX, el verdadero saber es el aplicado; se profesionaliza el saber. En el siglo XX, la universidad se caracteriza por los procesos de democratización y masificación, con el surgimiento de gran cantidad de estudios concretos. Se requiere un nuevo tipo de profesor-tutor, con determinadas cualidades personales que garantice la formación de habilidades profesionales con excelencia. La universidad se desliga de sus orígenes –la búsqueda de la verdad– para capacitar sujetos que quieran ser competentemente útiles para resolver cuestiones inmediatas. El tutor acompaña al alumno en este proceso de acercamiento a la realidad. A partir del modelo de esta universidad profesionalizarte –o napoleónica–, el tutor se burocratiza; es decir, se produce su funcionarización como rol dependiente del estado.

 

Histórico

En este marco histórico, la figura del tutor va adquiriendo distintos matices que Lázaro (1997; 2004) diferencia en cuatro modelos principales que pueden ser identificados en la actualidad: el burocráticofuncional, el académico, el docente y el de asesoría personal. a) El modelo burocrático funcional: en este modelo, el profesor tutor asume la tarea de cumplir disposiciones legales promulgadas para atender a los alumnos, tales como asistirlos en su despacho, atender consultas, revisar exámenes, reclamar actas. b) El modelo académico: este en este formato, el tutor tiene intervención en los aprendizajes de los alumnos, abordando aspectos vinculados al ámbito de la formación. Sus funciones consisten en asesorar en los estudios, facilitar bibliografía y fuentes documentales, informar sobre cuestiones vinculadas a la formación académica, la evaluación, y/o la inserción profesional. También puede informar u orientar sobre las asignaturas, apoyando en la definición de metas claras, identificando dificultades de aprendizaje y alternativas de solución (Lázaro, 1997; García Nieto, 2004). c) El modelo docente: este formato alude a la función del tutor como una especial forma de docencia; es decir, la función tutorial es una competencia general de los docentes (Zabalza, 2004). Lázaro (1997; 2004) distingue dos tipos de tutoría docente: la clase en pequeño grupo y la tutoría entre iguales.

• La clase en pequeño grupo: es la tutoría como instrucción y asume distintos formatos.

En instituciones universitarias sajonas, es común que el tutor se reúna con pequeños grupos de alumnos para profundizar, debatir o aclarar determinados conceptos de las clases. Es una intervención complementaria, general, informal y fuera del marco del aula. Se caracteriza por ser una tutoría participativa que tiene por objeto favorecer la comprensión de ideas, conceptos y nociones trasmitidas en clase. El modelo de tutor orientado a la actividad docente es muy nuevo en países europeos y latinoamericanos, a diferencia de las universidades británicas y americanas, en las que poseen amplia trayectoria de inserción.

 

Político

Un cambio socioeconómico y político clave como es la constitución del Espacio Europeo de Educación Superior ha obligado a un replanteo del rol del tutor en forma reciente. Son numerosas las experiencias, documentos y libros de países europeos que instalan una visión del tutor vinculada a esta perspectiva (Rodríguez Espinar, 2004; Lázaro, 2004; Zabalza, 2004; Universidad de Barcelona, 2004; García Nieto, 2004; Cervera, 2004; Michávila, F. y García, J., 2003).

• La tutoría entre iguales: este modelo, también llamado tutoría de pares, es un sistema que ha sido aplicado a distintas áreas y tareas. Los iguales son pares con un status similar –alumnos– que realizan el apoyo tutorial como asistencia individualizada en el aprendizaje de contenidos específicos y en forma complementaria al rol docente.

El tutor en la Educación Superior

En cuanto a sus orígenes, pueden rastrearse antecedentes de esta modalidad en el sistema de enseñanza mutuo de Bell y el sistema monitoreal de Lancaster en Inglaterra, que se instauran como alternativa a la educación simultánea a principios del siglo XIX. (Lázaro, 1997; Baudrit, 2000). La característica principal que tenían es que los alumnos avanzados –llamados monitores– enseñaban a sus compañeros los conocimientos que ellos ya habían aprendido. Es un modelo de enseñanza aprendizaje meritocrático, en el que la dinámica escolar se sostiene sobre la base de la competencia interindividual basada en la emulación de los pares. Narodowski (1994) caracteriza este método en el marco del sistema social en que surge, señalando que el contexto socioeconómico de la época –revolución industrial, crecimiento demográfico– requería un sistema eficiente para garantizar la absorción de todos los alumnos a educar. Una implicancia pedagógica clave de este movimiento es que marca una discontinuidad esencial respecto de la línea de educación simultánea. Es significativo el análisis que realiza Narodowski (1994) en este sentido, al destacar el fuerte impacto que genera el método mutuo en las relaciones sociales dentro el espacio escolar.

 

Dispositivo escolar

Se rompe con un condicionante duro del dispositivo escolar que es la simultaneidad áulica, al instaurarse un nuevo diagrama de las relaciones entre saber y poder. El alumno es quien enseña y por tanto, quien ocupa el lugar del docente. Esto implica una movilidad del lugar de quien posee el saber –cualquiera puede enseñar– y además, el lugar deja de estar condicionado por la edad. La edad ya no es el determinante central de la ubicación del niño en el sistema escolar, sino su mérito para aprender; quedando por tanto subvertido el principio de autoridad basado en la misma. La capacidad del ejercicio de la enseñanza se obtiene por la simple práctica como alumno y no precisa de especializaciones. Este autor señala además el carácter revolucionario de esta pedagogía monitoreal, en cuanto implica la ruptura de varios dispositivos de control. Este es sin duda un aporte relevante para pensar cómo se distribuyen las relaciones sociales en las tutorías de pares en la actualidad, y cómo impactan en el dispositivo universitario. El método mutuo se debilita a mediados del siglo XIX, y luego cobra nuevo énfasis en distintas décadas del siglo XX, vinculado a distintas teorías pedagógicas. En esta evolución, Baudrit (op. cit.) diferencia roles que predominaron hasta los años 60 del siglo XX de los nuevos significados que emergen en las últimas décadas, en función de cambios en las teorías de enseñanza y aprendizaje. Señala una diferencia entre los monitores en sentido estricto y las actuales tutorías de pares. A diferencia de los monitores, cuya misión era instruir o iniciar en determinados aprendizajes, corregir o rectificar, con una posición jerárquica y con posibilidad de intervenir disciplinariamente sobre sus alumnos; la misión del tutor par en la actualidad se vincula más a ayudar, aconsejar, dar explicaciones y cumplir un papel pedagógico, completando la enseñanza de los docentes, a quienes asisten.

 

Dentro de estas modalidades actuales, existen fórmulas que implican desempeños más flexibles en cuanto al ejercicio de los papeles de tutor y tutelado, evitando posiciones inmutables. Un ejemplo son las tutorías vinculadas a la enseñanza recíproca con roles móviles (Cazden, 1991; Palinncsar y Brown, 1984). Una fórmula semejante es la tutoría alternada, en que los papeles de tutor y tutelado se asumen por turnos; siendo variable la modalidad, frecuencia y duración de la alternancia. La tutoría adquiere progresivamente una vocación más pedagógica y va sustituyendo a la monitoreal, más vinculada al disciplinamiento en dirección al logro de ajustes a las normas que regulaban el funcionamiento del dispositivo académico. En la actualidad y en el ámbito universitario, este modelo se ha traducido en experiencias muy específicas identificables en distintos ámbitos. Lázaro (2004) identifica las de las Universidades de Ulster y de Plymouth. En algunos formatos, estas tutorías también pueden acercarse a modalidades académicas –no docentes–, como las de “peer assessment”. Son pares tutores que actúan como consultores o asesores guiando a los estudiantes a lo largo de sus estudios. d) El modelo de asesoría personal: este formato se orienta al desarrollo integral del estudiante. En ella, el tutor interviene en cuestiones profesionales y personales (Lázaro, 1997; 2004; García Nieto, 2004). Incluye distintas tendencias que se vinculan en general a dos grandes grupos: las vinculadas a un rol informativo-profesional y las vinculadas a un rol íntimo-personal.

• La asesoría de carácter informativo-profesional: es un espacio dedicado a la atención de las expectativas de los estudiantes según sus estudios e intereses.

 

Servicios de orientación

Adquiere distintas denominaciones tales como Servicios de Orientación, Centros de Información Profesional, entre otros. En el trabajo de revisión realizado por Lázaro (2004), se mencionan distintas experiencias de instituciones españolas con estas funciones, ya sea con fines descriptivos, informativos y/o de asesoramiento. Abarcan distintos tipos de ayuda a los alumnos para informar sobre las carreras, posibilidades profesionales, características del campo laboral y relación con el mundo del trabajo.

• La tutoría de tipo íntimo-personal: implica un compromiso más importante por parte de tutores y de alumnos, ya que el tutor atiende cualquier tipo de problema de los estudiantes, incluyendo los de índole personal, intelectual, afectivo, relacional, profesional u otros (Lázaro, 2004).

 

Brinda ayudas para el descubrimiento de intereses y dificultades, la definición del plan de vida, el fortalecimiento de habilidades de relación interpersonal y autoestima, entre otras. Por sus características, es común que quien cumpla esta función sea un profesional del área de la Psicología o Psicopedagogía. Para Lázaro (2004), esta modalidad no constituye una tutoría propiamente dicha, sino que podría considerarse una alternativa de actividad universitaria que analiza la totalidad de la personalidad concerniente a la formación del estudiante. Por lo tanto, debería reservarse el uso del término tutor sólo para designar al “profesor encargado de ejercer una tutela científica y profesional de los estudiantes que tiene asignados” (p. 19). Atendiendo a las implicancias de los distintos modelos, la tutoría académica y la de orientación personal pueden categorizarse como una actividad especializada que se diferencia de la docente, en la cual el tutor se constituye en referente del alumno (Zabalza, 2004). En cambio, en la tutoría docente, como su nombre lo indica, es la misma actividad docente la que incluye per se la función tutorial, ya sea como actividad única o complementaria. En función de lo evidenciado en la historización de sus funciones, la inserción de la figura del tutor en la universidad, ha ido respondido a necesidades claramente diferenciadas. Sus variantes se asocian a determinados modelos sociales, pedagógicos y de organización de las instituciones educativas. Al irse modificando los mismos, los significados de las funciones tutoriales van siendo resignificados en los discursos y las prácticas sociales.

 

Transformaciones

A comienzos del siglo XXI, se producen importantes transformaciones en la misión de la Universidad (Conferencia Mundial sobre Educación Superior, 1998; Monereo y Pozo, 2003; Mora, 2004; Didriksson, 2003; IESALC, 2006). Los cambios introducidos por la sociedad actual en el plano científico-tecnológico conducen a que lo importante no es saber sino dominar las fuentes de acceso al conocimiento. Monereo y Pozo (2003) destacan los rasgos de la naturaleza del conocimiento en la actualidad, tales como su inabarcabilidad, especialización y fragmentación, caducidad y creciente perspectivismo. Se requieren nuevos modos de aprendizaje de los alumnos, a fin de que aprendan a gestionar de forma flexible sus conocimientos, relacionándolos entre sí y contextualizando sus aportes. A la vez, para que puedan asumir una posición flexible y constructiva frente a los saberes en función de criterios rigurosos, compartidos y justificados, se requieren cambios en las formas de enseñar; y por tanto, nuevos roles en los enseñantes. Estos cambios que se plantean al interior de instituciones universitarias, exigidas a modificar sus estructuras y funciones a partir de las nuevas realidades sociales, se manifiestan con características propias en las universidades de América Latina y Caribe.

 

En la Educación Superior, el rol del tutor adquiere una importancia significativa para brindar apoyo académico, emocional y orientación personalizada a los estudiantes. Algunas de las funciones y características principales del tutor en este contexto son:

  1. Apoyo académico: Ayudar a los estudiantes a comprender conceptos complejos, mejorar habilidades de estudio, resolver dudas y prepararse para exámenes.
  2. Orientación en la carrera: Asesorar a los estudiantes sobre opciones de carrera, perspectivas laborales y planes de estudio adecuados para alcanzar sus metas profesionales.
  3. Asistencia personalizada: Brindar atención individualizada para abordar las necesidades y desafíos específicos de cada estudiante, ofreciendo estrategias para mejorar su desempeño académico.
  4. Fomento de habilidades: Promover habilidades de pensamiento crítico, resolución de problemas, comunicación efectiva y autogestión del aprendizaje.
  5. Seguimiento del progreso: Realizar un seguimiento del progreso académico y personal de los estudiantes, identificando áreas de mejora y ofreciendo retroalimentación constructiva.
  6. Apoyo emocional: Brindar apoyo en situaciones personales o emocionales que puedan afectar el desempeño académico, y derivar a servicios de apoyo psicológico si es necesario.
  7. Promoción de la autonomía: Ayudar a los estudiantes a desarrollar la capacidad de tomar decisiones informadas y responsables sobre su educación y desarrollo profesional.
  8. Enlace con recursos universitarios: Conectar a los estudiantes con recursos universitarios adicionales, como bibliotecas, servicios de tutoría, laboratorios, grupos de estudio u orientación profesional.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

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