El reflejo empático
Interacción tutorial
En una situación de interacción tutorial, el entrevistador –tutor u orientador– va acompañando al alumno o a la alumna a lo largo de su propia exploración personal al tiempo que le facilita esa misma exploración ayudándole a clarificar sus propias ideas y sentimientos mediante la verbalización y puesta en evidencia de los contenidos más significativos que detecta en el discurso de la persona entrevistada y, que de no ser reflejados, podrían quedar ignorados por el propio entrevistado o entrevistada que se sentirían indefensos frente a sus propias emociones. Es algo parecido a mirarse en un espejo parlante: echamos un vistazo y no nos gusta del todo nuestro aspecto, por lo que nos sentimos insatisfechos. Aún no sabemos bien la causa de nuestra insatisfacción pero como nuestro espejo mágico es capaz de hablar, podemos atender a sus indicaciones. “Te sientes incómodo por la raya del pelo” –nos dice el espejo– “No, no es la raya. El peinado puede valer, pero hay algo aún que no me gusta; hay algo que no encaja” –le contestamos–. “No encaja” –nos repite el espejo– “Tal vez te parece que el color de la camisa no va bien con esa chaqueta”.
Y, así, hasta que llegamos a un punto de satisfacción en el que podemos componer un poco mejor nuestro aspecto para salir a la calle. De un modo semejante, la escucha empática implica un tipo de interacción particular en la que el entrevistador recoge las manifestaciones verbales del entrevistado, sopesa su carga afectiva implícita y reelabora su sentido de una manera más clara para exponérselo de nuevo al entrevistado en un nivel de significación más comprensible y directo para que este pueda confirmar ese sentido más profundo de sus propias palabras o bien las redefina y elabore de nuevo por completo. Habíamos dejado a nuestros alumnos del cinco raspado en matemáticas con su frustración y satisfacción respectivas por la nota alcanzada después de que les hubiéramos devuelto nuestra confirmación de haber captado su mensaje implícito referido a esa decepción y entusiasmo con la calificación obtenida. Veamos algunas posibilidades de continuación de la entrevista:
T: ¿Qué has sacado en matemáticas?
A: ¡Un cinco raspado!
T: Estás decepcionado; esperabas mejor nota.
A: Sí; la verdad es que no sé en qué he podido fallar.
T: Bueno, hombre, un cinco es un aprobado, al fin y al cabo, ya lo harás mejor la próxima vez.
A: Eso espero…
T: ¿Qué has sacado en matemáticas?
A: ¡Un cinco raspado!
T: Estás contento, tu esfuerzo de estos días ha dado resultado.
A: Sí; dos fines de semana sin salir de casa pero ha merecido la pena.
T: Bueno, hombre, pero ten cuidado porque, como te descuides, te puedes encontrar con un suspenso.
Bajo aprobado
En su intento de dar ánimos al alumno decepcionado con el bajo aprobado obtenido, el tutor bienintencionado pierde la ocasión de seguir la pista del sentimiento de preocupación del chico por lo que la conversación se desvía del verdadero interés del alumno para intentar proyectar un futuro abstracto e irreal por lo que, con mucha probabilidad, la conversación habrá llegado a su final. Por otra parte, un “consejo” bienintencionado del profesor para que su entusiasta alumno no se confíe demasiado puede tener el efecto de un jarro de agua fría sobre este. El profesor pierde también el contacto con los sentimientos del alumno y empieza a divagar por un terreno impersonal sin el menor interés para su joven interlocutor por lo que la conversación habrá entrado en un callejón de difícil salida.
El diálogo, sin embargo, podría haber transcurrido de otra manera:
T: ¿Qué has sacado en matemáticas?
A: ¡Un cinco raspado!
T: Estás decepcionado; esperabas mejor nota.
A: Sí; la verdad es que no sé en qué he podido fallar.
T: Te preocupa que te pueda volver a ocurrir algo parecido: preparar un examen y que, al final, no te vaya tan bien como pensabas…
A: Sí, eso es. Tengo la sensación de que no controlo los problemas.
A lo mejor es que no entiendo el planteamiento, que no leo bien la pregunta o que me equivoco en las operaciones. T: Crees que no te centras en el ejercicio. ¿Qué podrías hacer?
A: Desde luego, lo primero es hablar con el profesor de matemáticas. Repasar el examen con él, a ver dónde tuve los fallos.
T: Me parece una buena idea. ¿Cuándo vas a hacerlo?
T: ¿Qué has sacado en matemáticas?
A: ¡Un cinco raspado!
T: Estás contento, tu esfuerzo de estos días ha dado resultado.
A: Sí; dos fines de semana sin salir de casa… pero ha merecido la pena.
T: Te ha costado lo tuyo, pero ahora ves que ha valido la pena.
A: Naturalmente que sí. Es estupendo no tener esa sensación de estar siempre por debajo de los demás.
T: Lo que más te anima es ver que tu esfuerzo puede dar sus frutos.
A: Sí. Creo que hasta es posible poder llevar el curso mejor. Todo es cuestión de que me organice mejor para no tener que darme estos atracones.
T: Crees que podrías organizarte mejor, ¿cómo podrías hacerlo?
A: Tengo que hacerme un horario…
Contenidos emocionales
Al seguir la pista de los contenidos emocionales del alumno, el tutor se encontrará con muchas más posibilidades para una intervención efectiva que lleve a una acción concreta (determinar el tipo de errores cometidos en el examen o elaborar un horario de trabajo). El reflejo empático, por lo general, favorece la reflexión sobre la situación y la adopción de soluciones personales; por ello, en lugar de apresurarse a dar consejos o proponer soluciones, en vez de rechazar los sentimientos negativos de los alumnos tratando de ofrecerles un falso consuelo o de minimizar los positivos intentando traerlos a “tierra firme”, escuchar y aceptar el significado de los sentimientos que afloran es la mejor manera de avanzar hacia soluciones que el alumno pueda asumir como propias o de abrir nuevas perspectivas viables a la hora de considerar un problema. La escucha empática, por lo tanto, implica un tipo de interacción particular en la que el entrevistador recoge las formas verbales del entrevistado, elabora su sentido y, como si se tratara de un espejo, se las ofrece de nuevo al entrevistado –a un nivel más asequible y comprensible– para que este se haga consciente del significado más profundo de sus propias palabras o bien refine o reelabore por completo su mensaje original.
Y este trabajo de escucha y repetición se puede llevar a cabo a diferentes niveles: En primer lugar, el entrevistador –tutor u orientador, en este caso– se limita a reelaborar el contenido del mensaje de su interlocutor –la alumna o alumno– de una forma más sencilla para que este se dé cuenta del sentido verdadero de sus palabras. El entrevistador utiliza expresiones como:
• Me dices que…
• Entiendo que dices que..
• Lo que quieres decir es…
• “Dices que has aprobado por los pelos…”
Es el nivel más elemental de escucha empática y, por lo tanto, el que podemos practicar con mayor asiduidad para ir adquiriendo el hábito del reflejo empático. Veamos otro ejemplo: Alumno: No entiendo nada de lo que explican en clase. Tutor: Quieres decir que estás siempre despistado.
A: No, no es eso. En realidad, creo que me falta base en muchas materias.
T: Te parece que estás atrasado en muchas asignaturas
A: Eso es; y me pone de malas porque tengo la sensación de que voy a perder el curso.
Protagonistas
A partir de una situación como esta, los dos protagonistas saben sobre qué deberían hablar: de estrategias de organización para recuperar los contenidos atrasados, de posible mentalización para dejar materias para septiembre o, incluso, de la posibilidad de repetir curso de una manera “sensata”. Y, pese a la cruda realidad que este alumno tiene por delante, el tutor le brinda su apoyo incondicional en el duro camino que le espera en función de las metas que establezca a medio y largo plazo. Desde luego, un tutor menos empático y más preocupado por sacarse de delante el montón de exámenes que tiene por corregir podría despachar el asunto de una manera más expeditiva:
A: No entiendo nada de lo que explican en clase.
T: Lo que tienes que hacer es prestar más atención y hablar menos con los compañeros.
Y, posiblemente, este sería el triste (aunque más rápido) final de un encuentro que no resultó empático ni útil en ningún aspecto. En un segundo nivel más complejo –pero también más significativo– el tutor responde –y refleja– el sentimiento que percibe por debajo de la mera formulación verbal. En este nivel empieza a tener lugar la comunicación verdadera: ya no se trata, meramente, de escuchar y reflejar lo que nuestro interlocutor nos dice sino, más propiamente, de escuchar a nuestro interlocutor para ser capaces de interpretarlo en su sentido más profundo. No olvidemos que, entre los humanos, toda comunicación conlleva siempre una importante carga afectiva, positiva o negativa.
El objetivo no consiste en “adivinar a la primera” el estado afectivo del alumno sino de tratar de ir calzándose los zapatos del alumno, de percibir las cosas desde su punto de vista en una aproximación paulatina en la que las propias respuestas del entrevistado nos servirán de referencia.
A: No entiendo nada de lo que explican en clase.
T: Y parece que eso hace que te sientas derrotado, a punto de tirar la toalla.
A: Más o menos. Intenté ponerme al día en clases pero no lo consigo.
T: Y eso te desespera más todavía.
A: Sí, me cabreo conmigo mismo por haber dejado pasar tanto tiempo.
Alumno
Ahora, no tiene remedio… Naturalmente que el alumno no se va a sentir feliz simplemente con una intervención como esta pero, al final, habrá salido de la entrevista con la sensación de haber sido escuchado, de que alguien más se podía hacer cargo de su estado y que, por eso mismo, sus sentimientos negativos no eran ninguna cosa “anormal” y, además, con la intuición de que, ciertamente, las cosas puede que no fueran demasiado bien pero tampoco iba a ser el fin del mundo.
El tercer nivel de escucha empática representa el grado más profundo de escucha y consiste en escuchar a nuestro interlocutor al tiempo que interpretamos el origen de sus sentimientos; es decir, nos permite establecer la relación entre el sentimiento y el contenido para resaltar la propia responsabilidad del alumno en la situación planteada y, por lo tanto, en las posibles acciones a emprender para lograr un cambio. A: No entiendo nada de lo que explican en clase.
T: Y parece que eso hace que te sientas enfadado.
A: Sí; la verdad es que me cabreo conmigo mismo por haber dejado pasar tanto tiempo y ver que, ahora, ya no hay remedio.
T: Te sientes enfadado contigo mismo porque te das cuenta de que has perdido mucho tiempo.
A: Sí; eso es lo que más me duele.
Podía haber trabajado más. Puede parecer trivial, pero no debemos olvidar que el hecho de asumir la propia responsabilidad no sólo es el requisito imprescindible para iniciar los cambios deseables sino que, además, constituye la pieza clave frente a la sensación de indefensión que es el pórtico de la depresión. Puede resultar duro asumir todo el trabajo que queda por delante pero, al menos, se sabe que la tarea depende de uno mismo y no del capricho de ninguna entidad externa.
El reflejo empático es una habilidad crucial en la comunicación y las relaciones interpersonales. Se trata de una técnica en la que repites o parafraseas los sentimientos o pensamientos de otra persona para demostrar comprensión y empatía:
- Escucha Activa: Presta atención completa a lo que la persona está diciendo. Escucha no solo las palabras, sino también el tono, el lenguaje corporal y las emociones subyacentes.
- Identifica y Refleja Sentimientos: Expresa lo que percibes que la persona está sintiendo. Por ejemplo, podrías decir: «Parece que te sientes frustrado por la situación» o «Parece que estás muy emocionado por este proyecto».
- Valida sus Sentimientos: Reconoce la legitimidad de los sentimientos de la otra persona. Puedes decir: «Es comprensible sentirse así» o «Tienes derecho a sentirte de esa manera».
- Usa la Paráfrasis: Resuma o repita lo que la persona ha dicho para asegurarte de que has entendido correctamente. Por ejemplo, podrías decir: «Entonces, ¿estás diciendo que te gustaría más tiempo para completar el proyecto?».
- Evita Juzgar o Interferir: Evita emitir juicios o dar soluciones demasiado pronto. El objetivo es demostrar comprensión y empatía, no resolver el problema de inmediato.
- Mantén una Actitud Abierta: Fomenta un ambiente donde la persona se sienta segura para expresar sus sentimientos sin miedo a ser juzgada.
- Ofrece Apoyo: Pregunta si hay algo que puedas hacer para ayudar. A veces, simplemente ofrecer tu presencia y disposición para escuchar es de gran ayuda.
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