Dame un punto de apoyo

Dame un punto de apoyo

Probablemente 

 

Era jueves, así que probablemente Juan vendría a recoger su pedido. Siempre daba respuesta a mis inquietudes. Independientemente del tema que surgiese, tenía algún autor que nombrar y una historia que contar. Seguramente, él no era consciente de lo que significaban para mí esos ratos. Pero con sus relatos y su sabiduría, había convertido la trastienda en mi espacio más preciado. Juan coleccionaba fascículos desde hacía más de 30 años. A pesar de que los tiempos habían desplazado esta fórmula magistral de coleccionismo de libros por piezas, él seguía recomponiendo saberes. No era de esos coleccionistas que atraídos por la oferta del primer fascículo compra el primer ejemplar y al segundo número abandona la colección. Más bien todo lo contrario. Juan compraba números sueltos, el número 7 de «Cultivo mi propio huerto», el 19 de la colección de Historia de National Geographic: «Los reinos cristianos y las cruzadas», el cuarto de acertijos matemáticos y así podríamos continuar la lista haciéndola cada vez más inverosímil.

 

Para aquéllos que completaban estas colecciones por fascículos había un momento sublime: la encuadernación. Llegado un número de fascículos se recibían las tapas. El suscriptor entregaba los fascículos y pasado un tiempo recibía el primer tomo, encuadernado y listo para «alumbrar» la estantería. El caso de Juan era especial. Encuadernaba los fascículos, sí, pero podía mezclar uno de historia con uno de cocina, la cosmología con los dinosaurios y el realismo mágico latinoamericano. En más de una ocasión había tenido sus más y sus menos con el encuadernador, un tipo serio y obsesivo con su trabajo, que no entendía semejante atentado contra las medidas y tipografías. Sin embargo a mi me apasionaba tratar de descubrir la algoritmia que se escondía detrás de sus complejas asociaciones. Tal y como entró, sin darle tiempo a completar su saludo, le lancé mi pregunta: —«¿Qué sabes de la ley de la palanca?¿Te refieres a Arquímedes? —Sé que nació en Siracusa y murió allí mismo en el sitio de su ciudad.

 

Comando

El ejército romano, comandado por el general Marco Claudio Marcelo asedió su ciudad durante dos largos años. Creo que es Plutarco quien cuenta que Arquímedes se distinguió en su labor como ingeniero, desarrollando piezas de artillería y otros artefactos capaces de mantener a raya a los romanos en la defensa de la ciudad. Su importancia debió ser decisiva en el ánimo y confianza de sus conciudadanos para resistir el asedio. Con todo, ni siquiera el talento de Arquímedes fue suficiente para superar la tenacidad romana. Déjame que lo consulte, pero creo que es el mismo Plutarco en sus relatos, quien cuenta que los romanos se encontraban tan nerviosos con los inventos de Arquímedes que la aparición de cualquier viga o polea en las murallas de la ciudad era suficiente como para provocar el pánico entre los sitiadores.

Dame un punto de apoyo

Casi como el Cid Campeador, que después de muerto seguía ganando batallas. Y no era para menos, porque el empuje de ese “otro” punto de apoyo, al que Arquímedes llamaría fulcro, colocado en el lugar adecuado y en el momento oportuno, podía conseguir que movieran pesadas cargas.» Lo que parecía ser imposible, como pudiera ser mover una roca pesada, parecida a las que el Correcaminos lanzaba sobre el pobre Coyote, resultaba plausible si se utilizaba algo que hiciera palanca. Y ese punto de apoyo es suficiente si la fuerza se ejerce de una manera contundente. Tan complicado como mover una roca enorme tenía que resultar para un bebé salir adelante cuando no dispone alrededor de una figura de apego, bientratante, que le ayude a gestionar sus emociones y a cubrir sus necesidades. Porque la formación del primer vínculo de apego, generalmente con la figura materna, es esencial para el desarrollo socio afectivo del niño o niña, y particularmente clave para la formación y desarrollo de las sucesivas relaciones de apego y amistad. Así que, los niños y niñas con un apego seguro, tienen más probabilidad de lograr un buen nivel de competencia social, confianza y un sentido del yo consistente. —«Lo que cuentasme dijo Juan— me recuerda a una grabación de Harlow, en la que a unos monitos se les dejaba solos con una madre construida de diferentes materiales.

 

Expresión 

Una de las madres era metálica, por tanto fría e inexpresiva, pero con un dispositivo que suministraba alimento. La segunda tenía un aspecto más amable y un tacto suave y cálido, pero no se acompañaba de comida. Uno, al ver la escena, esperaría que el monito seleccionara a la madre del alimento. Pero la preferencia es la madre protectora, que arropa, cálida, algo que, de entrada, resulta sorprendente. ¡Imagínate lo que pudo suponer romper lo esperado, y demostrar que la preferencia de esos primates era la interacción afectiva antes que la nutricia! Seguro que les resultó al principio tan imposible como la afirmación de Arquímedes: “Dame un punto de apoyo y moveré el mundo”.» Esto confirmaba mis sospechas de que el vínculo afectivo, que los primeros meses se fundamenta sobre todo en la proximidad física y el contacto (los cariños, los arrumacos, las nanas, los cinco lobitos, las miradas, las sonrisas, los besicos y los mimos) no sólo le protege, sino que además le ayuda a desarrollarse emocionalmente, le permite reconocer sus limitaciones pero también descubrir todo aquello de lo que es capaz, y asumir las normas, las creencias y los valores de sus progenitores como una manera natural de explicarse el mundo que les rodea. Ya de adultos, las personas que han recibido estas atenciones, no suelen tener dificultad para echar mano a otros cuando los necesitan. Si reciben apoyos suelen atribuirles buenas intenciones y buen corazón.

 

Entienden que en un momento dado se puede depender de otros, pues los consideran dignos de confianza y desinteresados. En realidad, si uno lo piensa, estas creencias y actitudes de los individuos seguros reflejan sus modelos positivos, tanto de sí mismos como de los demás. Por contra, aquellos pequeños que han establecido un apego inseguro o un apego ambivalente, siguiendo la lógica aplastante de nuestro mundo dicotómico (salud/enfermedad, bueno/malo, blanco/negro, etcétera) tienen más probabilidades de desarrollar trastornos psicopatológicos, y una pérdida significativa en la capacidad de establecer relaciones interpersonales íntimas. A no ser, claro está, que encuentren ese punto de apoyo desde el que mover la enorme piedra de la dificultad y la ausencia de un apego seguro, que llevan a cuestas. Porque, si algo me ha enseñado la vida, es que no hay ni verdades absolutas ni certezas, y en el caso del apego inseguro no podemos afirmar que se traduzca en un trastorno mental, aunque está claro que te hace comenzar la partida con unas cartas menos favorables.

 

Apoyo

Pensando en el punto de apoyo que te permite hacer esa palanca y mover lo que aparentemente es imposible mover, se me ocurría que, en caso de no disponer de una mamá, un papá, un yayo o una yaya bientratantes, quizá pudiera hacer ese papel un amigo o amiga, una pareja afectuosa, un cuidador, un maestro, o, por qué no, un terapeuta que le acompañó en algún tramo del camino. Vaya, en realidad, también los adultos necesitamos, además de sentirnos comprendidos y mimados, tener a alguien cerca con quien sentimos que conectamos, a veces sin necesidad de palabras, porque eso hace que nuestra vida tenga más sentido. Ese alguien, especialmente si se trata de una pareja con la que se establece una relación estable, puede convertirse con paciencia y constancia en el referente que modifique nuestro patrón relacional.

Dame un punto de apoyo

Por el contrario y ahí viene la mala noticia, con impaciencia y falta de constancia, con episodios de ruptura repetidos y otros acontecimientos vitales desestabilizantes, también un estilo seguro puede transformarse en inseguro. Lo mejor de todo es que este asunto tan etéreo como el amor y los cariños tiene una explicación demostrable si nos fijamos en lo que sucede en nuestras neuronas. Porque en ese nicho protector que se crea alrededor del bebé, ese contexto amoroso y estimulante, construido desde la ternura y la dedicación incondicional al otro, se hace posible que nuestro cerebro madure. Las experiencias modelan la información que entra en nuestra mente. Pero también la forma en que nuestra mente desarrolla la habilidad para procesar la información. Por eso es imprescindible que cada cachorro humano tenga consigo una persona bientratante que garantice, además de la alimentación, esa burbuja protectora, reguladora y afectuosa necesaria para la supervivencia en los primeros años de vida, a través de las caricias y los abrazos.

 

La frase «Dame un punto de apoyo» es una cita famosa atribuida al antiguo matemático y filósofo griego Arquímedes, quien dijo: «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo». Esta cita destaca la idea de que con el apoyo adecuado o un punto de partida sólido, es posible lograr cosas extraordinarias o llevar a cabo tareas aparentemente imposibles.

En un sentido más amplio, cuando alguien dice «Dame un punto de apoyo», generalmente está pidiendo ayuda, recursos o un punto de partida sólido para llevar a cabo una tarea o alcanzar un objetivo. La idea subyacente es que, con el apoyo adecuado, incluso los desafíos más difíciles pueden superarse.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

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