Cuando el suelo tiembla bajo mis pies

Palabra
Creí que se habían inventado la palabra para la ocasión cuando la leí por primera vez. Era prácticamente imposible de pronunciar sin saltarte alguna letra o trabarse al decirla de tirón. Pero después de buscarla en internet y comprobar que era correcta, no me quedaba más remedio que asumir que «resiliencia» era la palabra. Aunque, si lo que planteaba no era algo nuevo, ¿dónde estaba el descubrimiento? Al principio pensé que era una manera de nombrar los superpoderes de los héroes del cómic, como el sentido arácnido de Spiderman, la supervelocidad de Flash o el superaliento de Superman. Siempre invencibles, sin media carrera en sus mallas elásticas, siempre salían victoriosos. Pero, más allá de los cómics, no sé de nadie que haya salido siempre victorioso e ileso. Que yo sepa, no hay nadie en la vida real que sea invulnerable y consiga salir airoso pase lo que pase.
Con este matiz elemental, no tardé en rebajarle la exigencia a la palabra. Resiliencia hablaba de que el ser humano ha demostrado que es capaz de superar las adversidades que se presentan a lo largo de la vida, como algo connatural a su esencia y por tanto imprescindible para entender su evolución. De hecho, me venían a la cabeza sin esfuerzo, multitud de personajes históricos que, a pesar de haberse enfrentado a situaciones traumáticas, resurgieron de las cenizas, convirtiéndose en auténticos emblemas de la lucha y la supervivencia. Pero me negaba a creer que sólo unos pocos privilegiados fuesen capaces de metamorfosear el sufrimiento de esa manera. Y dediqué unos minutos a recordar personas sencillas con las que coincidí en algún momento de la vida, aparentemente nada excepcionales, pero que eran un ejemplo vivo de este resurgir frente a la adversidad, rompiendo todo tipo de pronósticos fatalistas y victimizadores. Al igual que resiliencia vino a poner nombre a mis intuiciones, decidí bautizar a estos personajes extraordinarios de carne y hueso, creando una nueva saga: Los superhéroes de barrio. ¿Cómo se llamaba aquel chico? ¿Aún guardaría su carta? No hacía tanto de aquello, así que con bastante probabilidad estaría en el cajón de los «papeles para ordenar». La verdad es que cuando la leí la primera vez me emocionó, pero entonces no le di más vueltas.
Resiliencia
Y ahora, después de entender lo que proponía la resiliencia, me dí cuenta de que bien podría formar parte del «club de los superhéroes de barrio». Sus sencillas palabras cobraban otro sentido para mí. Cómo llegó a mis manos la carta de Héctor, es difícil de explicar, pero por suerte, ahora tenía la oportunidad de releerla, y comprender el sentido profundo de sus palabras. «El día que me dieron la noticia de que tenía la enfermedad yo no era consciente de la serie de circunstancias que esto suponía y que supondría un cambio radical en mi vida. Mis padres en el momento de recibir la noticia se echaron a llorar, entonces a partir de ese día me empecé a mentalizar de que ya no podía hacer todo lo que estaba haciendo hasta el momento. Y me puse a buscar información acerca de mi enfermedad. Los primeros días me sentí mal conmigo mismo pensando en el porqué me había ocurrido esto a mí. Pero yo me dije a mí mismo que tenía que ser fuerte y que no porque me pasara esto me tenía que venir abajo. En un principio lo que más sufrí era por no poder jugar a fútbol y hacer cosas que hacían mis amigos. Al principio todos mis amigos se peleaban por llevarme en la silla y se preocupaban por mí. En ese sentido estaba contento de que me apoyaran.

A lo largo de estos tres años en silla de ruedas hubo momentos mejores que otros, ya que mis padres me preguntaban que era imposible que estuviera todo bien, a lo que yo les respondía que sí y no era cierto del todo, porque era lógico que no estaba igual en casa que antes. El último año fue un año bastante duro ya que de todos los amigos que antes se peleaban por llevarme sólo quedaban unos cuantos. Ese año llegaba a casa algunos días solo y cabreado en ese aspecto. La única parte positiva que saqué ese año eran aquéllos que podía tener en las buenas y en las malas (sentía rabia) y también que, por lo menos gracias a cierta independencia, se me pusieron bastante fuertes los brazos. Entonces ya con este cambio de pensamiento no pedí ayuda a nadie, aunque algunos me llevaban sin pedírselo. Puede que alguna de estas causas pueda haber ocasionado que fumara droga para volver a sentirme integrado en el grupo, ya que ocurrió al final de la etapa de mi enfermedad. Aun así yo estoy contento con mis amigos por lo que han hecho por mí y si el día de mañana les pasara algo a alguno de ellos sería el primero en estar ahí, ya que sé lo que es pasar por esos problemas. Aunque podrían ser otros, pero me daría igual, yo les daría mi apoyo. El día que me dijeron que podía empezar a andar, sentí como si volviera a nacer, ya llevaba nadando tres años y alguna vez le dije a mi madre que quería competir.
Afectación
Entonces coincidió con el periodo en el que empecé a fumar porros de manera continua. En todo momento yo sabía que no era bueno para mi salud ya que te afectan al cerebro, capacidad pulmonar, sistema cardiovascular, etcétera. Yo empecé a notar que a la hora de estudiar no me concentraba igual que antes, con lo que antes de los exámenes dejé de fumar, demostrándome a mí mismo que no estaba enganchado. También es verdad que si no me llegan a pillar mis padres seguramente hubiera ido a más. A partir de ese momento, reflexioné y me dije que sí; yo quería tener un buen futuro, por lo que dejé de fumar y me concentré en la natación, ya que este año compito y el que algo quiere algo le cuesta. También me he demostrado que tengo fuerza de voluntad para dejar lo que sea y el siguiente paso es el tabaco.

También me ha ayudado mucho mi padre cuando me decía que yo era muy fuerte, que él no lo podría hacer. Lo que me sabía mal es que la gente me dijera “pobrecico” (cuando iba en la silla). Yo me decía para mí mismo “pobrecico o pobrecica tú”. Porque yo en ningún momento me he sentido inferior a nadie, al revés, pensaba que me gustaría verle en una silla, cosa que no le deseo a nadie en el mundo. Este último año me he dado cuenta, aunque sólo lleve tres días con el grupo de minusválidos de natación, que a pesar de tener enfermedades incurables, son personas que siempre tienen una sonrisa y que son los que de verdad tienen esas ganas de vivir y no echarse a perder». Héctor Blasco Lozano Noviembre de 2013
La frase «cuando el suelo tiembla bajo mis pies» se utiliza a menudo en un sentido figurado para expresar una sensación de inestabilidad, incertidumbre o crisis en la vida de una persona. Se refiere a momentos en los que una persona siente que las circunstancias o las bases en las que se apoyaba se tambalean o se vuelven inseguras.
Esta expresión puede ser utilizada en situaciones en las que alguien experimenta cambios drásticos, desafíos significativos o momentos de crisis que perturban su vida cotidiana. Puede ser una metáfora para describir una sensación de vulnerabilidad o desequilibrio en una situación dada.
En resumen, «cuando el suelo tiembla bajo mis pies» es una forma poética de describir momentos de inestabilidad y cambio en la vida de una persona.
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