Chistes, historias y anécdotas

Chistes, historias y anécdotas

Historias, cuentos…

Los novelistas y los editores creen que una novela es más importante que un cuento. No les creas. Solo es más larga.

 

Los chistes, historias, cuentos, anécdotas, símiles, mitos y otras formas de literatura escrita y oral han constituido una parte esencial de la naturaleza humana, tanto para transmitir tradiciones de una generación a otra como para el aprendizaje de los más jóvenes. Los mitos y leyendas de los filósofos griegos, las fábulas de Esopo, las de La Fontaine en Francia, Samaniego en España, el Animal Farm de Orwell…, son ejemplos de este tipo de literatura.

Introducidas en un curso o sesión de formación representan un soplo de aire fresco que ameniza la charla más árida, recupera la atención perdida, nos hace sonreír, incluso reír abiertamente, incrementa la comprensión del tema que se trate y lo aprendido se recuerda durante mucho más tiempo.

Dos requisitos son necesarios para que funcionen tan eficientemente:

  • Que el que las emplea o refiere lo haga con gracia si es un chiste o con la técnica apropiada que suscite la atención y el deseo de saber el final si se trata de una anécdota, historia o símil.
  • Que estén relacionadas con el tema objeto de estudio, ya que en caso contrario se convierten en un simple divertimento.

 

Personalmente he utilizado durante mucho tiempo un símil de la naturaleza animal para explicar la teoría sobre liderazgo de Paul Hersey y Ken Blanchard. (L)

Como usted seguramente sabe, dicha teoría explica que hay que dar a cada colaborador o grupo el tipo de liderazgo que corresponde a su madurez tanto psicológica como profesional, aplicando el conocido esquema que se refleja.

Claro que la aplicación de este esquema al pie de la letra tendría como resultado que las personas se cristalizarían en su grado de madurez actual y no evolucionarían positivamente, para lo cual los autores citados dicen que cuando el colaborador obtiene un resultado positivo hay que darle reconocimiento y a la próxima vez marcarle un objetivo dándole una combinación de un poco menos de comportamiento de tarea y un poco más de comportamiento de relación. ¿Lo recuerda, verdad?

Este símil me lo inspiró la contemplación de un programa sobre vida animal que vi en la tele. Se trataba de una película sobre las águilas de cierta especie que viven en Norteamérica. (L)

Dichas águilas cuelgan sus nidos en lugares muy abruptos para defender a sus crías de los depredadores. El padre y la madre cazan alternativamente mientras el otro se queda cerca del nido vigilando a las crías.

Cuando los aguiluchos son muy pequeños el progenitor que ha ido a traer alimento se mete dentro del nido donde los pequeños, con el pico abierto en forma de embudo, reclaman alimento. El adulto corta con el pico trozos pequeños de la presa que ha conseguido y la introduce en los picos suplicantes de los pequeñuelos.

Cuando los aguiluchos crecen un poco más, el progenitor, padre o madre, ya no entran en el nido, se quedan agarrados al borde y ya no introducen el alimento en el pico de los pequeños. Son ellos los que saltan para coger su comida.

Crecen un poco más y entonces el padre o la madre se quedan fuera del nido y son los pollos los que tienen que encaramarse al borde del nido para conseguir su alimento.

Más adelante los pollos ya han conseguido un plumaje y baten las alas para fortalecer los músculos. Los adultos los siguen alimentando con trozos de comida más grandes cada vez. Hasta que un día deciden que los aguiluchos ya están en condiciones de volar y los padres se posan en una peña a quizás 20 metros del nido y allí están quietos, con la presa colgando del pico hasta que los polluelos, empujados por el hambre, se deciden a desplegar las alas y volar hasta donde están sus padres.

¿Qué hubiera pasado si los padres se hubieran quedado a 20 metros cuando los polluelos aún eran pequeños? Que estos hubieran muerto de hambre.

¿Qué hubiera pasado si cuando los aguiluchos ya eran grandes les hubieran seguido llevando la comida al pico? Que estos nunca se hubieran decidido a abandonar el nido.

Esto es lo que sucede cuando el jefe no da al colaborador el tipo de liderazgo que este necesita para realizar eficientemente su trabajo y al mismo tiempo progresar y adquirir madurez en él.

Hay varios momentos en que puede ser oportuno contar un chiste:

  • al principio de la sesión, para conseguir una sonrisa y, con ella, la benevolencia y la atención del público;
  • cuando la atención se pierde por efecto del cansancio, un chiste oportuno puede ayudar a recuperar aquella;
  • para cerrar un tema, un chiste puede servir de final abrupto que deje un grato sabor de boca a los participantes.

 

Pero, para ello, los chistes deben ser buenos, y tienen que ser contados con gracia. A veces no es tanto lo que se dice, como la manera de decirlo. Por ello, y recordando que no hay mejor improvisación que la que está cuidadosamente preparada, le recomiendo que cuente solo chascarrillos que usted haya referido anteriormente con éxito. ¿Se imagina que a mitad del chiste se diera usted cuenta de que lo había contado mal, o había omitido la palabra o la parte más importante?

Referir chistes con gracia es un auténtico arte, cuyo aprendizaje excede con mucho al propósito de este libro. No obstante, le mencionaré algunos errores que no debe usted cometer si no quiere arruinar el efecto cómico que pretende conseguir:

  • Nunca empezar diciendo Yo no tengo mucha gracia contando chistes, pero les voy a referir uno que dice… Si crea usted mismo estas expectativas negativas, es casi seguro que, aunque contara el chiste como un profesional, nadie se iba a reír.
  • De igual modo, tampoco es recomendable empezar un chiste ponderándolo en exceso: Este les va a hacer desternillarse de risa.
  • No tratar de imitar el estilo de los humoristas de la televisión. Ellos son profesionales y usted no. Cuente sus chanzas lo mejor que sepa, pero sea usted mismo, y no caiga en la imitación de muecas o gestos ajenos.
  • No contar los chistes al revés. Tengo un amigo que es experto en este tipo de asesinatos de chascarrillos. Les refiero un ejemplo horroroso de su dudoso arte: ¿Saben ustedes aquel en que un granjero le decía a su hijo; Si todo lo que necesitas al día es un litro de leche, ¿a qué viene esta manía tuya de querer comprarte una vaca? ¿No lo conocen? Pues miren, había una vez un granjero cuyo hijo quería casarse, y va el hijo y le dice al padre…
  • No reírse de los propios chistes. Algunos de los más famosos humoristas acentúan el efecto cómico permaneciendo impasibles mientras el público se desternilla de risa.
  • El chiste tiene más gracia cuando el que lo cuenta disfruta realmente haciéndolo. Jamás cuente un chiste que a usted no le gusta, solo porque viene a cuento.
  • Evitar contar chistes inoportunos, o sencillamente que no vengan a cuento, como pueden ser contar chistes de locos a familiares de enfermos mentales, chistes racistas a una audiencia mixta desde el punto de vista étnico, chistes irreverentes a un grupo de monjas…
  • Especial cuidado hay que tener con los chistes en los que se hace burla de algún estereotipo nacional o regional, tal como la tacañería de los escoceses, la torpeza de los giputxis, o de los de Lepe, etc.

Puede haber personas que se sientan molestas o aludidas por tales ocurrencias.

  • Evitar contar chistes sobados y manoseados, de esos que ya eran viejos hace veinte años.
  • Contar chistes requiere tener buena memoria, no solo para acordarse de los detalles del chascarrillo en cuestión, sino para no contarle la misma historieta dos veces a la misma audiencia. Este peligro se da preferentemente si usted ha dado varios cursos para el mismo cliente, especialmente si, entre un curso y otro, ha transcurrido algún tiempo. Al cabo de un par de semanas es bastante improbable que se acuerde usted si el chiste que va a referir lo ha contado antes o no a las mismas personas.

Cuando le cuenten a usted un buen chiste, susceptible de ser introducido en una charla o conferencia, anótelo antes de que se le olvide, después cuéntelo varias veces a diversas personas, trabájelo buscando la mayor comicidad, adáptelo a las circunstancias de su auditorio, y cuando esté convencido de su efecto, refiéralo con seguridad, creyendo en su propio sentido del humor. Verá cómo logra arrancar la carcajada.

…y si no fuera así, si por el motivo que fuere el chiste que usted ha explicado no surte el efecto previsto, no se corte. Diga algo así como: Qué malo, ¿verdad? Bueno, no importa; ahora les voy a contar uno mucho mejor…, y cuente su mejor chiste, aunque su oportunidad sea de las del tipo de aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid.

Además de anotar los chistes que más gracia le hayan hecho, puede usted recurrir a comprar libros de chistes. La mayor parte de estos libros agrupan los chascarrillos de acuerdo con un criterio temático, lo que le facilitará el seleccionar unas cuantas historietas que vengan a cuento con cada situación concreta en que deba usted hacer uso de la palabra.

Respecto de los chistes verdes, ¿qué puedo decirle? Aun los más finos pueden herir. Como regla general le diría que si tiene usted la mínima duda de si un chiste en concreto pueda molestar a alguien, es preferible que no lo cuente, y que los reserve exclusivamente para públicos adultos, especialmente formado solo por varones, ¡y aún…!

c) Anécdotas

Una anécdota, según reza el diccionario es un relato breve de un hecho curioso que se hace como ilustración, ejemplo o entretenimiento. Subrayo esta definición porque, vaya usted a saber por qué, algunas personas, no siempre incultas, entienden que una anécdota es un hecho ficticio, no real. A veces, incluso he oído decir: No es una anécdota, esto le pasó a mi padre.

Establecido el significado de la palabra veamos cuándo, cómo y para qué podemos servirnos de la utilización de anécdotas en nuestro discurso.

  1. Al principio, como arranque. A la gente le gustan los cuentos, y no solo a los niños. También los adultos disfrutamos con las narraciones, especialmente si estas son graciosas, o encierran alguna moraleja. Una buena anécdota, relacionada con el tema que nos ocupa, puede ser un buen inicio.
  2. Como ilustración. Después de exponer un punto principal, puede presentarse un ejemplo que demuestre que lo anteriormente dicho es cierto, o que refuerce de algún modo nuestro argumento.
  3. Cuando la audiencia muestra señales de fatiga. Una anécdota o un chiste, que venga a cuento, ayuda a recuperar la atención perdida.
  4. En la conclusión. Si la anécdota es graciosa, puede servir para desencadenar el aplauso. Y el aplauso es la señal no solo de que nuestra presentación ha gustado, sino de que ha influenciado a nuestra audiencia.

En la preparación de su curso usted debe, por consiguiente, seleccionar unas cuantas anécdotas, que introducirá, o no, en su charla, según las reacciones de la audiencia.

Algunas de las mejores anécdotas son aquellas en las que el propio formador es el protagonista, especialmente si este queda un poco malparado. Las risas de la concurrencia, lejos de constituir una burla hacia el formador, son una señal de que le consideran simplemente humano: uno de los nuestros, y esta identificación es muy importante para conseguir el rapport y la credibilidad.

Las anécdotas acontecidas a personajes célebres pueden ser igualmente válidas, pero ¡cuidado con el personaje en cuestión! Mencionar a Hitler en una reunión de judíos puede arruinar la anécdota, por buena que esta sea, y pueden pensar que usted se identifica con el personaje al que cita.

A veces da buen resultado el atribuirse a sí mismo anécdotas poco conocidas que, en realidad, sucedieron a otras personas. Sí, ya sé que esto es faltar a la verdad. Pero en Andalucía me enseñaron a diferenciar una mentira de un embuzte, y esto, si no se perjudica a nadie, no es más que un pequeño embuzte, una licencia poética.

Las anécdotas no son propiedad de nadie. Son un depósito común de la cultura colectiva de la humanidad. Son también un aspecto del folclore. Úselas como mejor le plazca. La misma historia acerca de la conversación entre marido y mujer y su coche pudo ser contada en Atenas referida a un carro.

Por tanto, cuando tenga una buena anécdota que contar, cambie los nombres de las personas, de los lugares y de las circunstancias, para adaptarlos a la realidad actual. Una anécdota de Carlos I y su criado puede ser aprovechada para ilustrar una situación entre el director financiero y su secretaria. Una anécdota japonesa puede adaptarse a un escenario completamente distinto.

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Cómo contar una buena anécdota73

Hable de cosas cercanas a la experiencia diaria de su audiencia (la técnica de las parábolas del Nuevo Testamento).

Póngale un nombre propio a los personajes que intervienen (la técnica de los escritores de cuentos para niños).

Extraiga una moraleja de su historia, y establézcala claramente al final (la técnica de los fabulistas).

No cuente detalles innecesarios (la técnica del contador de chistes del bar).

Existen muchos anecdotarios, al igual que libros que recogen frases célebres, chistes, etc. Estos libros son de enorme interés para el que tiene que hablar en público, y su adquisición y su consulta al preparar un discurso, enriquecen a este.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

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