Anatomía de la motivación

Anatomía de la motivación

Terapéutico

 

De la misma forma/formación que Carl Rogers hablaba de “encuentro terapéutico” para referirse a la acción de la psicoterapia, en el ámbito de la educación deberíamos hablar de un “encuentro educativo” como síntesis de esa función esencial y permanente que todo docente está ejerciendo –intencionada o inadvertidamente– respecto a sus alumnos. Lamentablemente, la realidad educativa está bien lejos del ideal budista que propugna que el alumno, en la medida en que esté preparado, debe encontrar a su maestro. En la prosaica –pero democrática– realidad de la sociedad en la que vivimos, es el maestro quien debe estar preparado para encontrarse con todo tipo de alumnos y, como guía de la expedición, ser él el que tome la iniciativa de acercarse a sus alumnos para proponerles metas, objetivos, que los alumnos asuman para ir trazando así su propio camino.

 

Por eso, la tutora, el orientador, deben familiarizarse con algunas de las técnicas de movilización motivadora que se han mostrado más eficaces. Nosotros nos vamos a referir a las propuestas de “entrevista motivacional” de Millner y Rollnick y de “comunicación no violenta” de Rosemberg como modelos para integrar un tipo de interacción educativa de “amplio espectro”; es decir, aplicable tanto a la hora de abordar problemas concretos en busca de soluciones como con la finalidad más inespecífica de clarificar ideas, activar procesos de creatividad o, meramente, compartir información, experiencias y vivencias personales. Como punto de partida, los estudios de los citados Miller y Rollnick ponen de manifiesto los siguientes elementos:

• La (auto)motivación se puede alcanzar de una manera natural pero se ve muy influenciada por las relaciones personales que se establezcan con el objetivo de activarla.

• El facilitador –en nuestro caso, el tutor o el orientador– resulta un factor de gran importancia para explicar las adherencias al proceso, los abandonos y los resultados obtenidos.

• La relación empática facilita la activación de la motivación. Si la empatía está ausente, el resultado suele ser el deterioro de la relación.

• Creer en la posibilidad de obtener los resultados deseables es un factor altamente positivo.

• Valorar la importancia de los resultados es, también, un factor altamente positivo.

• La motivación se puede considerar como un conjunto de factores tanto personales como impersonales así como el resultado de determinadas intervenciones intencionales específicas.

 

Relación interpersonal

El factor común de los puntos anteriores está constituido por un elemento de relación interpersonal basada en la empatía, junto con la valoración de los objetivos a conseguir y la confianza en la posibilidad de lograrlos. Sobre tales elementos se articula nuestro modelo que comprende una serie de fases progresivas que sirven de guía a la acción tutorial y orientadora: Acoger Es cierto que los roles de profesor y alumno están ya fijados de manera inmutable por la propia estructura de la institución educativa; el papel de tutor, sin embargo, requiere algo más que la mera designación explícita por parte del director en el primer claustro de comienzo de curso. La verdadera tutora, como el orientador de verdad, debe ganarse el reconocimiento de su función a través de la dedicación y la entrega a las necesidades reales de los chicos, a través de la disponibilidad permanente a atenderlos y, claro está, a través de la efectividad de su trabajo.

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Y la primera señal de disponibilidad por parte del tutor o la orientadora debe ser la actitud de acogida hacia los alumnos. La función del tutor no se puede limitar a cubrir un hueco en la rejilla del horario. Por eso, ante todo, será necesario desplegar una actitud de acogida de los alumnos que facilite el acercamiento y la confianza; no sólo durante el “horario de tutoría” sino de manera permanente. La acogida se concreta, por una parte, en una atención focalizada sobre el alumno y, por otra, en el esfuerzo consciente en “refrenar el impulso corrector” que todos los docentes experimentamos. Focalizar la atención sobre el alumno entraña la transmisión de dos mensajes: “eres importante para mí” y “estoy aquí para ayudarte, no para ‘corregirte’”. A efectos prácticos y para que el alumno llegue a percibir ese encuentro como algo realmente importante, será necesario prestar atención a los elementos físicos del entorno – momento y lugar de los encuentros– que faciliten una comunicación tranquila y sin intromisiones.

 

Disponibilidad

Así, habrá que tener en cuenta factores tales como la disponibilidad de un despacho (los orientadores cuentan con él, los tutores podrían coordinarse con el orientador para la utilización de ese mismo despacho o bien buscar alguna otra dependencia del centro –sala de visitas, de recepción de padres, etc.– para este fin o bien, si no queda otro remedio, organizar las entrevistas en la propia aula mientras los demás alumnos están realizando algún otro trabajo). En cuanto al momento para el encuentro, es posible que haya que echar mano de aquellos “huecos” horarios que lo favorezcan –recreos, horas específicas de atención al alumnado o a padres, etc.– así como plantearse la conveniencia de establecer una lista de “citas” tanto para convocar a los alumnos a iniciativa del propio tutor u orientador como para atender las solicitudes de atención por parte de los propios alumnos. Respecto a la necesidad de refrenar el “impulso corrector”, deberíamos comenzar por tener una idea intuitiva de lo que estamos hablando. ¿Alguna vez te has encontrado ante un cuadro que colgara de una manera manifiestamente torcida en la pared? ¿Cuál ha sido tu impulso inmediato? Lo más probable es que te hayas sentido movido a devolverlo a su posición vertical y, si te encontrabas en un entorno familiar, seguramente habrás seguido tu impulso.

Anatomía de la motivación

Como profesores en general y tutores en particular o, simplemente, como adultos, solemos experimentar ese “impulso corrector” cada vez que nos encontramos con una respuesta equivocada, un comportamiento inadecuado o una duda por parte de aquellos que dependen de nosotros: “Esto se hace así”, “hazlo de esta manera”, “la solución ‘correcta’ es esta”, “tienes que obrar de esta manera”. Son propuestas, sin duda, sensatas y efectivas pero, como las mejores medicinas, presentan serios efectos secundarios. En primer lugar, desestabilizan la relación convirtiéndola en asimétrica; es decir, consolidan los dos roles de forma permanente: el profesor es el que “sabe”; el alumno, el que “ignora”. Consecuentemente, se establece una insana relación de dependencia duradera en lugar de fomentar la autonomía necesaria para que el alumno aprenda a generar sus propias soluciones.

 

Solución sensata

Por otra parte, en el caso frecuente de que la “solución sensata” colisione con los intereses a corto plazo del alumno, se producirá el efecto “tirasoga” por el que, como en el popular juego de tirar de la cuerda, cuanto más empeño pongamos en tirar del lado de nuestra sensata solución, más esfuerzo hará el otro para no desplazarse de su posición con lo que, en realidad, estaríamos fomentando la resistencia. En todo caso, no conviene olvidar que el lema de un tutor u orientador eficaz debería ser: “Estoy aquí para ayudarte, no para corregirte” de manera que la ayuda brindada se concrete en una autocorrección efectiva.

 

La motivación es un proceso complejo que involucra diferentes aspectos y puede variar de persona a persona:

  1. Estímulos: Los estímulos son factores externos o internos que despiertan el interés o la atención de una persona. Pueden ser necesidades básicas (como hambre o sed), metas personales, recompensas, expectativas, entre otros.
  2. Necesidades: Las necesidades actúan como impulsores principales de la motivación. Estas pueden ser necesidades fisiológicas (como comida o descanso), necesidades psicológicas (por ejemplo, reconocimiento, logro, pertenencia) o necesidades más complejas relacionadas con el crecimiento personal.
  3. Percepción y Evaluación: Cómo percibimos y evaluamos una situación determina en gran medida nuestra motivación hacia ella. La forma en que interpretamos los estímulos y las necesidades influye en la dirección y fuerza de nuestra motivación.
  4. Metas y Objetivos: Establecer metas claras y desafiantes es crucial para mantener la motivación. Las metas proporcionan un sentido de dirección y propósito, lo que puede aumentar el compromiso y el esfuerzo para alcanzarlas.
  5. Expectativas y Creencias: Nuestras expectativas y creencias sobre nuestras capacidades para alcanzar una meta influyen en nuestra motivación. Si creemos que somos capaces y que nuestros esfuerzos nos acercarán a la meta, es más probable que estemos motivados para trabajar hacia ella.
  6. Recompensas y Refuerzos: Las recompensas, ya sean tangibles (como dinero) o intangibles (como reconocimiento o satisfacción personal), refuerzan la motivación. La percepción de una recompensa al alcanzar una meta puede impulsar aún más el esfuerzo.
  7. Emoción y Estado de Ánimo: Nuestro estado emocional y de ánimo puede influir en nuestra motivación. Las emociones positivas suelen aumentar la motivación, mientras que las emociones negativas pueden afectarla negativamente.
  8. Contexto y Ambiente: El entorno en el que nos encontramos desempeña un papel crucial en nuestra motivación. Un ambiente que fomente el crecimiento, la colaboración y el apoyo tiende a aumentar la motivación.
  9. Autodeterminación: Sentir que tenemos autonomía, competencia y relación con los demás puede impulsar nuestra motivación intrínseca, es decir, la motivación que surge de intereses internos y satisfacción personal.
  10. Proceso de Retroalimentación: El proceso de retroalimentación, tanto interna como externa, es esencial para mantener y ajustar la motivación. Recibir retroalimentación sobre el progreso hacia una meta puede reforzar o modificar la motivación y las estrategias utilizadas para alcanzarla.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

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