¿Hay alguien ahí?
«Si estamos solos en el Universo, cuanto espacio desaprovechado.»
Me había repetido a mí misma esta frase millones de veces, desde que la oí en un documental de Carl Sagan. En algunos momentos de mi vida había sido casi una especie de letanía que repetía inconscientemente para vencer el virus de la soledad. No podemos estar solos… no puedo estar sola… ¡no quiero estar sola! Seguro que no soy la única que considera a Sagan como uno de sus tutores de resiliencia implícitos. Entre otras muchas revelaciones, gracias a él conocí la ecuación de Drake. Una ecuación que estimaba la probabilidad de contactar con civilizaciones extraterrestres. Drake tuvo en cuenta factores astronómicos, biológicos y tecnológicos. De entre todas las variables que iban reduciendo las probabilidades de encontrar vida, la que me resultaba más inquietante, era aquélla que hablaba de la persistencia. Es decir, el tiempo que una civilización, con un nivel tecnológico suficiente para comunicarse con el exterior, sobrevive. No pensaba en grandes cataclismos cósmicos, sino en la amenaza de ser arrollados por nuestra propia codicia y mezquindad.
Además de una serie de casualidades, posiblemente haya una serie de cualidades inherentemente humanas y comunes con otras especies, que nos han hecho sobrevivir. Cualidades que habían ocupado mis pensamientos estos últimos meses. De entre las mismas una emergía cada vez con mayor fuerza, como un denominador común: «los seres vivos tienden a asociarse» y de la asociación —pensando en nuestra especie— pasamos irremediablemente al amor. Nos amamos y llenamos el mundo. Aquellos progenitores que mejor cuidan de sus crías favorecen la transmisión de sus genes, puesto que las posibilidades de supervivencia aumentan. Satisfacer las necesidades ajenas, entender al otro e incluso consolarlo en su malestar, pasaron a ser rasgos evolutivamente adaptativos. Todo eso ocurrió durante varios cientos de miles de años. Tan importante ha sido esto en nuestro devenir, que incluso disponemos de una hormona —la oxitocina, bendita oxitocina— que nos anima a confiar en el otro, a ser más generosos e incluso aumenta nuestra sensación de bienestar cuando vemos a la otra persona feliz.
Observación
Con ayuda de la resonancia magnética, se ha observado que un simple abrazo o incluso una caricia liberan oxitocina. Solos en el Universo, en nuestro Universo particular, ¿qué sentido tendría esta hormona que nos acerca al otro? Volviendo a la ecuación de Drake ¿qué ocurriría si nuestra propia estupidez, enmascarada como evolución tecnológica, estuviera conspirando, haciendo todo lo posible para deshacer el esfuerzo de la evolución natural? Un esfuerzo centrado en ligarnos y vincularnos a través del cuidado, la generosidad y la confianza en el otro. ¿Estaría en juego nuestra persistencia? A día de hoy existen leyes que aseguran el cuidado de los más débiles y dependientes. Leyes que tratan de garantizar que mujeres y hombres dispongan de tiempo para el cuidado de sus hijos e hijas —conciliación de la vida laboral y familiar—, talleres que nos enseñan a comunicarnos, a relacionarnos e incluso a vincularnos. Un sinfín de artefactos, leyes, talleres, cursos y cursillitos que nos recuerdan que algo no va del todo bien, cuando lo natural tiene que ser regulado o vuelto a aprender de manera artificial.
No hace mucho leí que en las sociedades donde los niveles de desconfianza son más altos, existe una mayor regulación a través de normas y leyes. Hablando de esto con Juan, él mismo me citó a Tácito: «Cuánto más corrupto es el Estado, más leyes tiene». Si además las personas que nos lideran son corruptas la regulación se dispara, y esto termina favoreciendo a los «grupos de interés» mejor organizados, que son capaces de burlar las leyes. O sea más corrupción, que conlleva más regulación, y así continua la espiral. En este contexto de desconfianza social hay estudios que demuestran que los padres consideran menos importante transmitir valores a sus hijos como el respeto al otro y la cooperación. Me pregunto si esta espiral no se puede reproducir en el área del cuidado y apoyo al otro.
Taller
Si a base de regularizar las relaciones de apoyo, con esos talleres que nos enseñan a comunicarnos, a relacionarnos e incluso a vincularnos, terminaremos por desconfiar de nuestra propia e inherente capacidad humana de ayudar y apoyar al otro. De vuelta al optimismo, si de lo que se trata en definitiva, es de tejer nuestro patchwork, construir un mood y convertirme en una auténtica C3PO (alias tutora explícita de resiliencia), era el momento de abandonar la trastienda y lanzarme a poner en marcha todas las estrategias que había ido urdiendo entre libros, polvo y recuerdos. Era, pues, el PRINCIPIO…
La idea de que estamos solos en el Universo es una cuestión de debate y especulación. Carl Sagan, un renombrado astrónomo, astrofísico y divulgador científico, se mostraba abierto a la posibilidad de vida extraterrestre en el Universo. Sagan solía argumentar que, dadas las vastas dimensiones del cosmos, sería estadísticamente improbable que la Tierra fuera el único lugar con vida. Su famosa frase «Hay miles de millones y miles de millones de estrellas en la galaxia» refleja su perspectiva de que, dado el gran número de estrellas en la Vía Láctea y la cantidad de galaxias en el Universo observable, debería haber muchas oportunidades para la vida en otros lugares.
La búsqueda de vida extraterrestre es un campo activo de investigación en la astronomía y la astrobiología, y se han realizado esfuerzos para detectar señales de vida en otros planetas, exoplanetas y lunas. Sin embargo, hasta la fecha, no se ha encontrado evidencia concluyente de vida fuera de la Tierra.
Si consideramos la posibilidad de que estemos solos en el Universo, esto no necesariamente significa que el espacio esté desaprovechado. El espacio tiene numerosos roles y propósitos en la ciencia y la exploración, además de ser una fuente de inspiración y descubrimiento. Se utiliza para investigar y entender mejor nuestro propio planeta, nuestro sistema solar y el Universo en su conjunto. La exploración espacial también ha llevado al desarrollo de tecnologías avanzadas y ha inspirado a generaciones a estudiar la ciencia y la tecnología.
Incluso si estuviéramos solos en términos de vida inteligente, el espacio sigue siendo un vasto y enigmático reino que ofrece oportunidades para expandir nuestro conocimiento y explorar lo desconocido. Carl Sagan promovió esta idea de la importancia de la exploración espacial y la búsqueda de vida en el Universo, independientemente de si encontramos compañía o no.
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