Motivación: una cuestión de dos

El espejo social
Los humanos somos seres eminentemente sociales; hasta tal punto, que prácticamente en cualquier factor de la personalidad que consideremos o en cualquier dimensión de la conducta que queramos examinar, siempre nos vamos a encontrar con el elemento social de nuestra propia realidad. En cierto sentido, “somos” y actuamos en función de los demás. También, en cierta medida, podemos considerar que nuestra dimensión social está en la base de nuestras motivaciones y desmotivaciones. La meta a alcanzar que, en el caso de los animales no racionales tiene un mero valor hedonista, de consumo inmediato, adquiere, en el caso de los humanos, connotaciones de carácter social: procuramos nuestras metas no tanto por su valor intrínseco sino por el propio prestigio que implica lograrlas, por complacer a quien confía en que las alcancemos, por medirnos con nuestros “competidores” o por cualquier otro motivo en el que, de manera más o menos directa, están implicados los demás.

Esta dimensión social tan evidente del ser humano se relaciona, sin duda, con la necesidad de un soporte familiar para la supervivencia durante los primeros meses de vida así como con el concurso de todas las fuerzas sociales para la satisfacción de las necesidades básicas cotidianas –tanto de educación como de atención a la salud, transporte, calidad de vida, etc.– que, de no estar inmersos en el entramado social, difícilmente podríamos ver cubiertas por nuestra propia cuenta. Pero la sociedad no sólo proporciona un soporte de supervivencia física o de bienestar material sino que, en cierto sentido, “modela” a sus miembros de acuerdo con unos determinados patrones culturales, transmitidos de forma intencional –mediante las instituciones educativas–, o difusa –a través de las interacciones sociales cotidianas– cuya adopción identifica al individuo como miembro de la sociedad correspondiente.
Iniciación
Y, a lo largo de esta especie de “iniciación”, la sociedad proporciona al sujeto dos elementos básicos para la construcción de su propia identidad individual: Por una parte, como si se tratara de un espejo, el entorno social más inmediato transmite información sobre la manera en la que cada uno es percibido por los demás, lo cual le proporciona al sujeto una idea sobre su propia importancia en el seno de los grupos sociales de los que forma parte (por ejemplo, las demandas de un niño pueden ser atendidas, reprimidas o ignoradas) lo que, a su vez, puede influir en el comportamiento de ese joven individuo respecto a su grupo social (con un incremento de sus iniciativas, mediante el sometimiento o la rebeldía frente a las exigencias del grupo o mediante la inhibición depresiva de toda iniciativa) de manera que con esta constatación de la resonancia del propio comportamiento, los miembros de cada grupo social, especialmente los más jóvenes, van elaborando un concepto de sí mismos a partir de esa imagen que el espejo social les devuelve reflejada como miembros “apreciados”, “rechazados” o “ignorados” por su propia comunidad.

Tal es, a grandes rasgos, la teoría del vínculo afectivo que J. Bowlby1 propuso hace algunos años y que ha supuesto un cambio de paradigma en la explicación de la formación del “carácter” de los individuos. Por otra parte, es en su entorno social donde el individuo encuentra modelos de comportamiento, propuestas de valores, agentes vicarios que, como espejos ennoblecidos, le presentan la imagen ideal de sí mismo a conseguir en el futuro. Ahora bien, la institución escolar es el órgano social que, de manera específica, tiene encomendada la misión de “socializar” a los miembros más jóvenes –en dura competencia con los medios de comunicación, especialmente la TV, que actúan por su cuenta– por lo que presenta unas características de estructura, temporalización y sistematización que pueden favorecer la organización de esta tarea “especular” idealizada a través de la interacción tutorial y orientadora sobre todo si esta se organiza de una manera intencional, consciente y sistemática, de acuerdo a una estructura asentada sobre principios de efectividad comprobada y coherentes con todo el contexto de aceptación, compromiso y valores expuesto a lo largo de la primera parte.
El tutor
Dicho de una manera más simple, el tutor, la orientadora eficaz, serán aquellos que, mediante su intervención organizada como “espejos sociales” más inmediatos favorezcan el proceso de auto motivación en sus alumnas y alumnos a través de la reflexión, la responsabilización y la toma de decisiones personales en un contexto de interacción mutua asentada sobre los principios de empatía, aceptación y coherencia personal.
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1. Reflejo de las expectativas sociales
Las expectativas sociales actúan como un espejo en el que nos vemos reflejados. Por ejemplo, si un equipo de trabajo espera que todos contribuyan con ideas innovadoras, la persona que se siente observada y apoyada por su entorno probablemente se esforzará más para cumplir con esas expectativas. Aquí, el entorno social se convierte en un motor de motivación, ya que el individuo busca satisfacer las expectativas de su grupo.
2. Validación externa y autoimagen
La validación externa es otro componente importante. Cuando otras personas reconocen nuestros logros, capacidades o esfuerzos, esa aprobación externa tiene un impacto profundo en nuestra autoimagen. Este refuerzo social no solo aumenta la autoestima, sino que también actúa como una fuente continua de motivación. Es como un espejo que refleja una imagen de nosotros mismos que es más positiva, lo que nos lleva a querer seguir esforzándonos y mejorando.
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Ejemplo: Un estudiante que recibe elogios por sus buenas calificaciones no solo siente satisfacción interna, sino que también está motivado a mantener o superar ese nivel, no solo por él mismo, sino también por el reflejo que ha creado en su entorno.
3. La influencia de la crítica constructiva
El espejo social no se limita solo a los halagos. Las críticas constructivas también son parte de este fenómeno, ya que nos ofrecen una oportunidad de crecimiento y aprendizaje. La forma en que recibimos y respondemos a la crítica social puede tener un impacto significativo en nuestra motivación. Si la crítica se percibe como un reflejo de interés genuino en nuestro desarrollo, nos puede motivar a mejorar.
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Ejemplo: Un mentor que ofrece sugerencias detalladas sobre cómo mejorar en un proyecto puede motivar a su aprendiz no solo a corregir errores, sino a superarse continuamente en la búsqueda de la excelencia.
4. La comparación social
Las comparaciones sociales también juegan un papel crucial en este espejo social. A menudo, nos motivamos al ver lo que otros están haciendo, cómo alcanzan el éxito o las dificultades que enfrentan. Estas comparaciones pueden ser una fuente poderosa de impulso para mejorar, aprender y crecer. Sin embargo, es fundamental que las comparaciones sean saludables, pues si nos comparamos constantemente con aquellos que percibimos como superiores, podemos caer en la desmotivación.
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Ejemplo: Ver a un compañero de trabajo conseguir una promoción puede motivar a otro miembro del equipo a redoblar sus esfuerzos, buscando mejorar y obtener resultados similares.
Motivación: una cuestión de dos
El concepto de que la motivación es «una cuestión de dos» refleja cómo nuestra motivación se nutre de nuestras interacciones y conexiones con los demás. No somos islas aisladas: dependemos del reflejo que los demás proyectan sobre nosotros y de cómo nos interpretan. Por eso, la motivación no solo es una cuestión individual, sino relacional.
1. Interacción recíproca
Las interacciones entre dos personas, ya sea en un contexto personal o profesional, crean un ciclo de retroalimentación. El reflejo social de lo que otros piensan de nosotros impacta nuestra autoestima y motivación. A su vez, la manera en que nos comportamos o respondemos a las expectativas de los demás influye en cómo estos nos ven. Este intercambio recíproco puede ser una poderosa fuente de motivación para ambas partes.
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Ejemplo: En una relación de mentor y aprendiz, ambos se benefician del intercambio de ideas, apoyo y retroalimentación. El mentor se siente motivado a dar lo mejor de sí, y el aprendiz, a su vez, se motiva por el ejemplo y el respaldo del mentor.
2. Relación de confianza
Para que el espejo social sea efectivo, debe basarse en una relación de confianza. Solo en un ambiente en el que ambas partes se sienten seguras y valoradas se genera el tipo de motivación que promueve el crecimiento mutuo. La confianza permite que los individuos se sientan cómodos al recibir tanto apoyo como críticas constructivas, lo que refuerza su deseo de mejorar y superarse.
3. La motivación colectiva
Finalmente, la motivación también puede ser colectiva. Cuando un grupo se ve reflejado en el éxito y el esfuerzo conjunto, se genera una motivación más fuerte que puede ser compartida por todos los miembros. El efecto del espejo social en grupos es particularmente poderoso cuando los miembros de un equipo se sienten apoyados y respaldados por sus pares, lo que mejora el rendimiento colectivo y fomenta la colaboración.