La escala de medir escalas

Valores
Los valores son una especie de motivo por debajo de los motivos, una escala patrón con la que contrastar todas nuestras escalas motivacionales. Un estudiante estudia para aprobar el curso; ¿y qué pretende conseguir con su aprobado? ¿El beneplácito paterno o el inicio de un camino personal vital? En el primer caso, el esfuerzo por aprobar estará al servicio de complacer las expectativas ajenas y difícilmente se podrá considerar asentado en un valor genuino; en el segundo caso, sí que parece sustentado por un valor personal que señala una dirección a más largo plazo y con un claro sentido de “obra vital”.
A veces, puede producirse un conflicto de valores aparente: Tal vez el estudiante ejemplar (el que quiere aprobar para acceder a la universidad) tenga muy claro su horario de estudio de cada día al que se atiene sistemáticamente para no desviarse de su hoja de ruta. ¿Qué debe hacer si su amigo, el estudiante que sólo busca complacer a su padre, le pide un día que le eche una mano con un tema de matemáticas que no acaba de entender? ¿Debería mantenerse el estudiante aplicado fiel a su programa de trabajo o tendría que ayudar a su amigo? El conflicto se plantea entre un valor de creación y un valor experiencial: entre la tarea personal que hay por delante y el deber de compañerismo que demanda atención a los demás. Es evidente que aquí se necesita una regla capaz de calibrar las otras reglas. En general, la escala patrón debe ser la referencia al “BIEN”:
• El bien debe predominar sobre otros criterios
• El bien altruista debe predominar sobre el bien personal
• En caso de permanecer el conflicto, se debe seguir el criterio del “bien mayor” En este ejemplo concreto, la regla se podría aplicar de la siguiente manera:
• ¿Supone algún bien seguir el propio programa de estudios? Es evidente que la respuesta es: SÍ.
• ¿Supone algún bien ayudar al compañero a que solucione sus dudas en matemáticas? La respuesta también parece evidente: SÍ (otra cosa distinta sería que el compañero nos pidiera nuestra colaboración para jugar una partida).
• ¿Cuál sería la decisión que entrañara un bien altruista? En este caso, seguir el propio programa de estudios sólo beneficia al propio estudiante; ayudar al compañero, beneficia a este y le sirve de repaso al estudiante responsable que podría compensar las tardes perdidas con un esfuerzo suplementario los fines de semana para mantener su propio ritmo de estudio.
• ¿Qué bien es mayor? Ayudar al compañero actualiza el valor de camaradería y no desatiende el valor de fidelidad al trabajo personal por lo que parece una opción razonable aunque suponga una cierta molestia o “sacrificio” personal.
Clave de los valores
¡Pero es que es en esto, precisamente, en donde radica la clave de los valores! Mapas hacia los valores El verdadero tesoro En cierta ocasión, un forastero llegó a la capital de un remoto lugar. Había viajado largo tiempo en busca del tesoro que, según la leyenda, se encontraba oculto en algún lugar de aquellas montañas. Como no sabía por dónde empezar, se dirigió a un mercader con aspecto honrado con el fin de conseguir alguna información sobre la posible ubicación del tesoro. El mercader le proporcionó un mapa en el que estaba indicada una mina de oro, le vendió un equipo completo de minero y, con todos sus pertrechos, el forastero partió en busca de la mina. Pero resultó que el filón estaba agotado hacía tiempo, y las vigas carcomidas hacían que las galerías fueran una verdadera trampa mortal.

El forastero, chafado y resentido –pero aún no escarmentado– regresó a la ciudad en busca del mapa “verdadero” que le llevaría a dar con el tesoro. Así conoció a un venerable anciano que le indicó un recóndito lugar tras las lomas más apartadas asegurándole que allí encontraría el tesoro que buscaba. Esta vez, el forastero decidió confiar en el anciano no sólo porque su rostro irradiaba nobleza sino que, además, había rehusado a cobrarle nada por la información. Una vez llegado al lugar, el forastero se encontró con que el paraje era de lo más inhóspito y hostil, por lo que sintió el impulso de renunciar a la busca del tesoro para regresar a su tierra de origen, a vivir de las limosnas que sus paisanos tuvieran la caridad de entregarle. No obstante, la convicción del anciano en sus indicaciones lo animó a intentarlo cuando menos. Comenzó por desbrozar el ramaje para hacerse con algo de leña para encender un fuego con el que calentarse. Al día siguiente, decidió talar algunos árboles para construirse una pequeña choza en la que cobijarse.

El terreno
Un poco más adelante, pensó que sería buena idea aprovechar el terreno que había limpiado de ramaje para plantar una huerta sencilla con cuyos frutos atender a sus necesidades de supervivencia y, un tiempo después, decidió transformar la choza inicial en una bonita casa de troncos a la que le añadió un corral para criar algunos animales domésticos y también sembró cereales y comenzó a elaborar su propio pan. Pasaron nieves y calores, sequías y lluvias y el aventurero, ocupado en sus faenas, llegó a perder la noción del tiempo. Un día, alguien llamó a su puerta: Era el anciano que le había indicado aquel lugar. El forastero lo invitó a entrar y compartió con el viejo su pan.
• Ha pasado mucho tiempo desde que te indiqué este lugar –dijo el anciano–.
• He estado tan ocupado que he perdido la noción del tiempo.
• Veo que has limpiado mucha maleza –continuó el anciano–. Y has talado muchos árboles.
• He trabajado para instalarme con un mínimo de comodidad. También he sembrado lo que necesitaba para mi alimento.
• ¿Y has encontrado, por fin, el tesoro que habías venido a buscar? El antiguo buscador de tesoros miró pensativo al anciano que le había hecho la pregunta con un cierto aire pícaro. Luego, sonrió mientras paseaba su mirada por el nuevo paisaje que se extendía a su alrededor: tierras roturadas, prados, sembrados, corrales, árboles frutales, una casa acogedora, un paisaje suave.
Por último, volvió a mirar al anciano y le respondió agradecido:
• Por supuesto, este es el tesoro que tú sabías que me estaba aguardando. Resumiendo
• Los valores son los principios en función de los cuales orientamos nuestro comportamiento para dar testimonio de nosotros mismos.
• No son metas ni sentimientos, aunque fundamentan el establecimiento de objetivos y metas y su actualización se acompaña de la vivencia de sentimientos
• Los valores reflejan la actitud personal en el camino de la vida; actitud que se puede materializar en la realización de la propia obra vital (valores de creación), de los afectos personales (valores experienciales) o en la aceptación de lo inevitable (valores actitudinales).
• En caso de conflicto de valores, se puede recurrir a los criterios de: actualización de un bien, bien altruista con preferencia a bien personal y bien mayor con preferencia a bien secundario.
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