REDES, INNOVACIÓN E INVESTIGACIÓN

REDES, INNOVACIÓN E INVESTIGACIÓN

El nuevo contexto socioeconómico está dado por un sistema social

basado en la innovación permanente y que, de manera dominante, se asocia a la introducción de tecnologías digitales. En el campo educativo esto también sucede, y se manifiesta en pedagogías informáticas, sistemas de gestión automatizados y educación virtual. Tales procesos de enseñanza facilitan la creación y el funcionamiento de una universidad nueva y diferenciada: la universidad-red. De acuerdo con esta hipótesis, analizaremos cuatro ejes ordenadores de este concepto: la innovación como centro de la vida social; lo digital como eje de esas innovaciones; la pedagogía informática como derivación de la introducción de las nuevas formas digitales y la universidadred como expresión institucional de la nueva forma de encarar los procesos de enseñanza y de aprendizaje. LA INNOVACIÓN COMO CENTRO DE LA VIDA SOCIAL La innovación se ha constituido en la base del desarrollo y en el centro de un sistema socioeconómico que, según el economista Joseph Schumpeter (1883-1950), ha dado fuerza al creciente capitalismo del conocimiento. La innovación impulsa la creación permanente de procesos, productos e ideas, con lo cual acompaña cambios en la dinámica social y en la creación y transformación de los mercados. Es un proceso que altera la relación entre los hombres y entre estos y la naturaleza, y que implica también la destrucción de capacidades, procesos y dinámicas anteriores. Ello cambia, sin duda, las lógicas tradicionales de la educación, cuyo eje ya no descansa en la enseñanza de las “verdades” del pasado sino en el impulso una educación permanente, centrada en la investigación y actualización, que caracteriza al siglo XXI. Esta nueva dinámica socioeducativa introduce la incertidumbre, el cambio permanente, la obsolescencia y el reciclaje de conocimiento. Sin lugar a dudas, el mundo de hoy no es el del pasado. Es un mundo basado en la innovación, cuya dinámica económica y social se centra en la creación de conocimiento, tal como sostienen los enfoques neoschumpeterianos de crecimiento endógeno.

 

De hecho, es el aporte de Alvin Toffler (1970): vivimos en una sociedad caracterizada por la incertidumbre del cambio permanente con un permanente “shock del futuro” y de la información (powershift). Esta es la base sobre la cual se consolida el contexto de las universidades en términos de expansión del conocimiento y de aumento de la producción intelectual (doctores, revistas, artículos, patentes, etc.) y de una población económicamente activa más formada y competente para crear y producir conocimiento y que, por supuesto, lleva a una transformación de los mercados laborales, de las formas del trabajo y de la especialización de las tareas y los procesos. Este panorama, indudablemente, nos plantea nuevos paradigmas educativos sobre la base de que la educación no es una mera derivación mecánica de los cambios societarios; pero que, sin embargo, se va reconfigurando sobre el vórtice de la digitalización, la microelectrónica y la programación informática que son los ejes del sistema socioeconómico. El sistema capitalista funciona sobre la base de fases y dinámicas de ciclos, tal como lo mostró el economista ruso Nicolái Kondrátiev (1892- 1938) en el análisis de las etapas ascendentes y descendentes, y de sus puntos de ruptura. Sobre estos enfoques algunos caracterizan a la fase actual como la quinta fase del capitalismo. Otros se refieren a esta como la sociedad tecnotrónica, la sociedad de la información, en tanto otros la denominan fase postindustrial, digital, etc. Varios nombres y conceptualizaciones analizan la nueva forma de estructuración de la relación del hombre con la naturaleza y el funcionamiento de una sociedad en la fase actual, impulsada por la microelectrónica y la programación informática en particular. Lejos quedan la cadena de montaje chaplinesca registrada en la película Tiempos modernos (Chaplin, 1936) o los molinos de viento que describe Cervantes en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, en términos tecnológicos, del trabajo y de la educación; pues el mundo hoy descansa sobre lo digital como centro que estructura una nueva relación, mediada por el conocimiento, entre los hombres y la naturaleza. Cuesta caracterizar el mundo bajo una lógica digital —tal como nos costó, en su momento, visualizar la parodia chaplinesca de la cadena de montaje en Tiempos modernos, que hace referencia a la forma en que se realiza el trabajo —.

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En este escenario nuevo, la innovación no se refiere meramente a la incorporación de componentes digitales, sino que conforma una nueva manera de estructurar el trabajo humano por medio de la digitalización. Este cambio incide en la forja de nuevas formas de estructuración en la educación, en la vida social, en la interacción y, por supuesto, en la incorporación del conocimiento al trabajo. Ahora bien, surgen dos interrogantes: ¿cómo se incorpora el conocimiento en la vida diaria?, ¿cómo se hace en la vida del trabajo? Para responder el primero, parafraseamos a Arquímedes (287 a. C.) con su conocida expresión: “Dadme una palanca y moveré el mundo”. De la misma manera, como las acciones de nuestro cuerpo nos llevan a la incorporación del capital humano, los instrumentos y los mecanismos digitales informáticos, en su calidad de extensiones corporales cibernéticas, nos conducen a una nueva forma de anexión del conocimiento en la sociedad. Por analogía, la palanca en los tiempos contemporáneos es lo digital”, que desde la ciencia permite manejar, administrar e incorporar conocimiento en tanto procesos de creación de valor en el trabajo. La teoría del capital humano supone que el conocimiento se incorpora al trabajo a través del cuerpo. Pero a medida que se desarrollan formas de envasar y codificar el conocimiento, en entornos analógicos antes y digitales ahora, el trabajo intelectual vivo pasa a ser crecientemente trabajo pasado o muerto (hoy digital) como eje de la creación de valor y de la incorporación de conocimientos en el trabajo. La incorporación del conocimiento en la vida del trabajo se sostiene en la propia separación de la labor “bruta” o simple y la labor intelectual, y se realiza a través de la tarea de profesionales y técnicos u obreros o administrativos especializados, y cuyo valor agregado se soporta en habilidades conformadas en ideas, datos e información. Al efecto, cabe preguntarnos lo que separa a una persona con formación de una persona que no la tiene: sin duda, más allá de que no existe una persona sin formación, lo que separa sus trabajos es el volumen de información y su capacidad diferenciada de administrar y manejar información, y de tomar decisiones en función de esa información.

 

El trabajo de los profesionales se centra exclusivamente en diagnosticar y en responder. Para ello se requiere, en la actualidad, de los múltiples formatos cibernéticos que permiten procesar datos y crear informaciones. Un médico diagnostica a un paciente gracias a equipos médicos que le dan información para poder prescribir una posología. Un ingeniero diagnostica un problema estructural a partir de equipamientos que le dan información para poder sugerir una solución. Un arquitecto diagnostica una necesidad de estructura urbana o de vivienda y presenta un plano bajo el software Autocad. Un economista adelanta un estudio de mercado gracias a planillas de Excel. Finalmente, un sociólogo estudia una realidad social a partir de procesar datos gracias al software SSPS. Todos trabajan a partir de diagnósticos y gracias a sistemas de información, o dan respuestas en aplicaciones informáticas. Y esto acontece en todos los campos profesionales. En tal sentido, la capacidad de diagnosticar se asocia a la posibilidad de manejar información y datos, de generar sistemas de interpretación de los datos, de generalizar datos y, por lo tanto, de crear sistemas de información referenciales para la toma de decisión. Los profesionales contemporáneos hemos impulsado nuestra función social mediante la incorporación de conocimientos al trabajo a partir del apalancamiento proporcionado por herramientas informáticas. Podríamos decir que lo digital es el eje creciente de la existencia del trabajo intelectual y profesional, así como de su mayor productividad.

 

LO DIGITAL COMO EJE DE LAS INNOVACIONES EDUCATIVAS

Trasladándonos a la esfera de la educación, vemos como esta también vive una lógica de innovaciones, cuyo centro se ubica también en lo digital y virtual. Esta es la palanca sobre la cual se incorpora la innovación en nuestra sociedad, en tanto permite incorporar conocimientos e impulsar el capitalismo cognitivo como sistema social crecientemente dominante en los modelos de negocios, en los procesos de trabajo y en la competencia. La innovación siempre ha estado presente en el mundo educativo: las reformas universitarias, la autonomía y el cogobierno, el ciclo básico, la didáctica, las estructuras organizacionales, la propia aula o la departamentalización, así como la universidad humboldtiana o la profesional. Todo ello ha representado innovaciones educativas significativas en sus diversos momentos. Sin embargo, la innovación dominante hoy se estructura sobre la base de los impulsos derivados de lo digital, en tanto permiten lograr mejores niveles de eficiencia en el aprendizaje, en la flexibilidad o en la gestión y en el carácter en red, individual y global de los procesos de enseñanza. La educación apunta a una educación permanente, a la diferenciación y a la especialización, articulada a la creciente división social y técnica del trabajo, y a la expansión del conocimiento. En efecto, existen más de 400.000 campos disciplinarios, de trabajo y certificaciones y, a medida que el conocimiento se expande, se torna más especializado, global y diferenciado para dar respuestas a más cantidad y complejidad de problemas. En esta realidad cognitiva estamos pasando de la educación repetitiva tradicional a la educación creativa centrada en la investigación. Esta dinámica de expansión del conocimiento y de renovación educativa constante hace patente la obsolescencia del stock de saberes anteriores. Como lo señala Jean François Revel en su obra

 

El conocimiento inútil (1993), los ciclos de vida del conocimiento son menores, el volumen de conocimientos inútiles crece y los paradigmas cognitivos tienen vigencia cada vez más reducida, con lo cual la documentación y la investigación pasada muy rápidamente se tornan obsoletas. Sin embargo, nos cuesta entender y aceptar que, de alguna manera, desde que entramos a una institución educativa hasta que salimos, el conocimiento cambia. Desde el primer día de enseñanza ese ya es un conocimiento con falencias y tendencias a su obsolescencia. Además, ya no hay verdades sino paradigmas, y estos tienen tiempos de capacidad explicativa decrecientes. Al pasar de una educación catedrática y memorística —“bancaria”, como diría Paulo Freire (1970)— de tiza, lengua y pizarrón, a una educación que requiere de la investigación, del aprendizaje autónomo y de la conformación de las capacidades independientes, entramos directamente a una lógica de un aprendizaje centrado en el mundo virtual y digital. Nuestra hipótesis sugiere que la educación contemporánea tiende a ser una educación digital que más allá de su virtualidad, tiende a un acceso en tiempo presente tanto de la producción, la distribución y el uso del conocimiento por parte de las personas por medio de aplicaciones informáticas (Internet, software, diseños, etc.). Ello coloca a la educación alrededor de los cambios en los sistemas de información, comunicación y procesamiento de la información que están en constante innovación digital. Es en este sentido, además, que la educación se torna anticipatoria. No solo se enseña para un futuro, sino que se soporta en procesos que tienden a cambiar con el tiempo y aumentar su grado de digitalización. Desde este punto de vista, la educación tiende a ser prospectiva. La innovación permanente es, así, la respuesta a escenarios de incertidumbre cognitiva, laboral y tecnológica.

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Veamos un caso. Recuerdo que en 1975, en la Universidad Central de Venezuela, cientos de estudiantes y profesores de la carrera de Bioanálisis protestaban porque su carrera estaba desapareciendo. Esta era una carrera universitaria de cinco años de estudio, centrada en el estudio de la sangre. El trabajo de los profesionales egresados había sido desplazado por máquinas mucho más eficientes para realizar el análisis hematológico. En menor tiempo, con menos costos y dando más información de más componentes de la sangre de los pacientes, permitía soportar mejor los dictámenes médicos en los tratamientos a realizar en los enfermos. En otras palabras, el conocimiento creo instrumentos técnicos y herramientas mecánicas que transformaron la manera de hacer el trabajo de diagnóstico y tornaron obsoletas a esas profesiones universitarias que fueron sustituidas por máquinas. Así como el bioanalista fue desplazado, en muchos campos del saber la incorporación del conocimiento instrumental ha traído consigo una incertidumbre hacia el futuro, al incorporar sistemas que manejan y procesan la información con mayor velocidad, confiabilidad y menores costos. Son enormes desafíos para los sistemas educativos, que obligan a fortalecer su capacidad de comprender las nuevas dinámicas del conocimiento y de la innovación, y de introducir cambios en los procesos y contenidos educativos.

 

Las redes, la innovación y la investigación están interconectadas y juegan roles fundamentales en diversos ámbitos, incluyendo la educación, la ciencia, la tecnología y la sociedad en general.

  1. Redes: Las redes, ya sean sociales, académicas o profesionales, son fundamentales para la colaboración, el intercambio de conocimientos y la difusión de información. En el ámbito académico, las redes entre investigadores y profesionales pueden facilitar la colaboración en proyectos, el intercambio de ideas y la difusión de hallazgos.
  2. Innovación: Las redes son catalizadoras de la innovación. Al conectar a personas con diferentes perspectivas, experiencias y conocimientos, se fomenta la generación de ideas nuevas y la creatividad. Estas redes pueden inspirar innovación en campos como la tecnología, la medicina, la educación, entre otros.
  3. Investigación: Las redes pueden impulsar la investigación al facilitar el acceso a recursos, datos, financiamiento y colaboraciones. A través de la colaboración entre investigadores y la formación de redes de investigación, se pueden abordar problemas complejos y avanzar en el conocimiento en diversas áreas.
  4. Transferencia de Conocimientos: Las redes son medios efectivos para la transferencia de conocimientos. Facilitan la difusión de descubrimientos, métodos y tecnologías entre diferentes campos y comunidades, acelerando la adopción de nuevas ideas y avances.
  5. Apoyo a la Educación: Las redes pueden ser recursos valiosos para la educación al proporcionar oportunidades de aprendizaje informal, mentoría, acceso a expertos y recursos educativos compartidos.
  6. Desarrollo Profesional: Las redes profesionales ofrecen oportunidades de desarrollo profesional, permitiendo conexiones valiosas que pueden llevar a oportunidades de empleo, colaboraciones y crecimiento en la carrera.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

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