Sin utopías nos empantanamos en los intereses individuales

Sin utopías nos empantanamos en los intereses individuales

Reconocimiento 

 

¿Cómo ser coherentes delante de nosotros mismos o de nuestros hijos? ¿Un incoherente puede pasar del lado de los coherentes? ¿Se es coherente por decisión propia o sólo vale el reconocimiento de terceros? ¿Es bueno para un incoherente tener hijos? No tirar papelitos en la vía pública… pero ser un jefe insensible y dictador. Hablar de cómo deben los otros entregarse al diálogo, pero no soportar que otra persona opine distinto. Ser coherente, después de tanto y tanto considerar a la propia columna vertebral como la forma correcta de pararse en la vida, tal vez sea, arriesgo, como convivir con un brote de fundamentalismo.

 

El coherente debe, entonces, redoblar sus esfuerzos para no sucumbir jamás a un plano de debilidad frente a forajidos pasajeros, que habrán de tentarlo para que tome el camino mas fácil y ventajoso ante cualquier circunstancia, siempre que lo beneficie: “Total, quien se va a enterar”. “Si ser malo no tiene castigo, no serlo no tiene sentido”, dijo una mujer policía a su amiga. Esta última comprendió así que estaba ante alguien que luchaba para no sucumbir ni frente a un sistema corrupto ni ante ella misma. Luchaba para mantener, seguramente, sus principios éticos, esos que la llevaron a sumarse a una fuerza de seguridad que, en su esencia fundante, nació para cuidar del prójimo y servirlo. Sí, ya entiendo: no seríamos argentinos “coherentes” si la mención respecto de la “esencia fundante para cuidar del prójimo y servirlo” no nos provocara una cómplice y hasta muy triste sonrisa. Una docente en el mayo –no francés– bien argentino de 1989 vivió una experiencia movilizante.

 

Docentes

Mi vida cotidiana por aquel entonces (y por este entonces) estaba muy cerca de los docentes, tanto de la educación formal como de la no formal; es decir, podía convivir con aquellos que cada día tomaban el pulso de manera natural –sin proponérselo científicamente, digo– del clima social y familiar de la sociedad en todos sus estamentos: colegios ricos, escuelas pobres, inglés, francés, teatro, medio ambiente y comedor escolar, violencia, drogas, repitentes, etcétera. Por aquellos tiempos, nacían a la luz del estupor del argentino y del mundo los “saqueos”, y con ellos, un nuevo tiempo nacional que modificaría para siempre el comportamiento y la comprensión de cada estallido social en la Argentina.

Sin utopías nos empantanamos en los intereses individuales

El impacto fue tan grande en cada uno de nosotrosy ni hablar de las personas mayores, habituadas y educadas en principios morales muy firmes– que tuvimos que atravesar esa instancia con mucho dolor. Un dolor enorme para quienes lo veían en vivo por televisión, como para los que ingresaban a saquear, porque a ese acto le siguió la vergu?enza que sintieron cuando se vieron en la pantalla, delante de amigos, vecinos, hijos, madres y hermanos, llevándose lo que no era de ellos. No sabían cómo retornar a sus vidas anteriores, ésas, ancladas en los valores que sus padres les habían transmitido a fuego con el propio ejemplo y, en ocasiones, a los coscorrones; “pobres, pero honrados” era el mandato del deber ser. Luego de saquear la granja de algún vecino de la esquina de sus casas, seguían siendo pobres como antes, pero ya no honrados, según la educación en valores que habían recibido en sus escuelas y sus casas.

 

Principios éticos 

Claro que también aquellos padres que educaron a sus hijos con principios éticos de valía y que en aquel entonces eran trabajadores del estado, solían marcar tarjeta cada mañana y al rato nomás partían hacia otro trabajo, al que inocentemente llamaban “la changuita”. Recuerdo a incontables familias comentar que se habían hecho “la otra casita” con “el otro” trabajito del padre; es decir, el que llevaba a cabo en el horario del trabajo formal.

Sin utopías nos empantanamos en los intereses individuales

Mucha de esa clase media trabajadora supo entonces sembrar en sus hijos la conciencia de la honradez, de vivir con lo propio, de no abusar de nadie y ser respetuoso del otro, y cuando ocurrieron los saqueos, mientras veían a la gente llevarse de todo en medio de las cámaras que trasmitían en vivo, comentaban horrorizados: “¡qué barbaridad, dónde iremos a parar!”. De manera que duele recorrer el tiempo social contemporáneo inmediato, porque la sociedad argentina tiene en sus entrañas la coherencia y la incoherencia a flor de piel, o muy bien di-simulada.

 

Editorial Luis Bonilla. Expertos en enseñanza, formación a distancia, tutores cualificados y con variedad de cursos online.

 

 

🌈 La utopía como faro compartido

Las utopías no son destinos fijos, sino direcciones posibles. Son imaginarios movilizadores que permiten soñar más allá de lo inmediato, de lo útil, de lo «rentable».

  • Sin utopías, lo colectivo se disuelve.

  • Sin utopías, la vida se reduce a la defensa de lo propio.

  • Sin utopías, no hay preguntas por el bien común, por la justicia, por la dignidad de todes.

La utopía es la imaginación política de lo que todavía no es, pero podría ser si nos reconocemos como parte de un nosotros.


🧩 El reconocimiento como acto político y humano

El reconocimiento no es solo ver al otro, sino vernos con el otro. Es la base de toda comunidad real, de toda posibilidad de diálogo, cuidado y justicia.

Hay diferentes dimensiones del reconocimiento:

  • Reconocimiento del otro: su dignidad, su voz, su historia.

  • Reconocimiento mutuo: entre iguales, entre distintos, entre memorias.

  • Autorreconocimiento: en el espejo de los vínculos.

Cuando hay reconocimiento, hay posibilidad de utopía encarnada.
Cuando no lo hay, cada quien protege su parcela, su marca, su deseo individual.


⚖️ Intereses individuales vs. sueños colectivos

Los intereses individuales no son malos en sí. Son parte del motor humano.
Pero cuando se convierten en el único horizonte, reemplazan la comunidad por la competencia, la cooperación por la defensa, la política por la estrategia.

🌀 Sin utopías comunes, nos quedamos atrapados en la lógica del “sálvese quien pueda”.

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